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La inferioridad moral de la incorruptible

Por Álvaro Delgado
lunes 14 de julio de 2025, 23:36h

A la espera de los informes de la UCO anunciados sobre Francina Armengol, el hecho de que Pedro Sánchez nombrara recientemente Secretaria de Estado de Seguridad a Aina Calvo anticipa que, ya en su propio partido, andan preparando sucesora por lo que pueda caer.

Ha dicho recurrentemente Armengol, con esa cara de pepinos amargos que regala a quienes no son de su cuerda, que ella es inmune a la corrupción y que entró en política para combatirla. Pero utiliza un concepto excesivamente restringido de la corrupción, diferente del que aplica a sus rivales políticos (siempre reprochan a Feijóo una foto accidental de hace 30 años con un narco). Porque corrupción no es solo hacerse un Torrente, al estilo Ábalos, Cerdán o Koldo (su cariño de los whats app), montando fiestas con mordidas de adjudicaciones públicas o recibiendo sobres por concesiones de obras o servicios. Hay otros comportamientos que constituyen también grave corrupción política:

- Crear redes clientelares colocando afines en administraciones públicas para mantenerse en el poder, o subvencionar medios de comunicación con el mismo fin.

- No actuar contra la prostitución de menores tuteladas por su gobierno.

- Adjudicar obras y servicios a empresas dedicadas, por ejemplo, a la jardinería o la sanidad, obteniendo beneficios para personas afines y para financiar al partido.

- Comprar mascarillas inservibles con dinero público y solo reclamar tres días antes de ceder el poder.

- Acceder a la propiedad de inmuebles en condiciones ventajosas consiguiendo información y privilegios en instituciones financieras.

- Internalizar servicios o funcionarizar interinos con el dinero de los ciudadanos para fidelizar políticamente a beneficiarios y familias.

- Colocar peones ideológicos en la Justicia y la Fiscalía para promover imputaciones ajenas y desactivar corruptelas propias, y recompensarles luego con promociones o cargos a dedo.

- Mentir en el Senado sobre sus relaciones con la trama de Koldo y Aldama, con riesgo de ser imputada por falso testimonio (el Tribunal Supremo acaba de preguntar por ello a la Fiscalía)

- Aprobar la Ley de Amnistía a los políticos del procés, la Ley más corrupta de nuestra democracia que representó una simple compra de votos a cambio de impunidad penal para investir a Pedro Sánchez y mantenerle en el poder.

- Aceptar la presidencia del Congreso de los Diputados -la tercera autoridad del Estado- sin dominar el castellano (clara consecuencia de la inmersión lingüística), sin tener la mínima formación jurídica para el cargo y pisoteando continuamente Leyes y Reglamentos, solo para someter la institución a los caprichos de un autócrata (aun me entra la risa floja recordando a esa lumbrera periodística local que, cuando fue nombrada, la equiparó a Antonio Maura y Félix Pons, dos insignes juristas mallorquines -uno conservador y otro socialista- que presidieron el Gobierno y las Cortes Generales, y que hoy deben revolverse incrédulos en sus tumbas víctimas de tan denigrante comparación).

El desafortunado nombramiento de Francina Armengol para la presidencia del Congreso de los Diputados ha permitido que toda España pueda constatar lo que aquí solo algunos -los geniales Marc Gonzalez y Octavio Cortés, o un servidor- les habíamos apuntado hace tiempo: su pavorosa mediocridad intelectual, su inexistente catadura moral, su sectarismo enfermizo y una sonrojante sumisión ovina ante Pedro Sánchez, rasgos que el peloteo de muchos medios baleares subvencionados habían ocultado bajo toneladas de incienso en sus años de oscuro mandato presidencial. Resumiendo, nuestra flamante Maura contemporánea es un fraude monumental.

Andreu Jaume ha escrito recientemente en The Objective que Armengol “es uno de los personajes más nefastos y ridículos que ha dado la política de nuestro tiempo”. Se ve que muchos mallorquines necesitan tomar distancia de los calores de la tierra para descubrir la verdadera esencia de algunos sobrevalorados líderes políticos. Aunque comprobar cómo hoy la despellejan los medios locales de izquierdas que un día la encumbraron nos aclara cualquier duda. La incorruptible no lo era tanto y, además, está chamuscada.

P.D. No sé qué problema tienen muchos políticos socialistas con sus teléfonos móviles, pues todos cambian habitualmente de terminal y se borran siempre los mensajes. La última en reconocerlo ha sido Armengol. Debe ser que nunca les funciona bien la nube. Tal vez Iker Jiménez o la UCO puedan ayudarles a recuperarlos….

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