Leire Díez, la militante del PSOE que asume funciones de fontanería para su partido, es una mujer feísima. Que yo recuerde, es la primera vez, en los casi veinte años que llevo publicando artículos en prensa, que escribo algo así de una señora. Y no es porque en mis columnas no haya aparecido el nombre de féminas poco agraciadas, claro, sino porque no venía al caso, ni creo que la apariencia física de nadie constituya un elemento de juicio, salvo que seas cirujano plástico. Pero entiendo que, en este caso, es la propia Leire Díez la que nos permite opinar sobre su rostro desaliñado desde el día que, para defender a Pedro Sánchez y criticar a García Page, ella misma se permitió tuitear lo siguiente: «¡Ay, qué caprichosa fue la evolución! Unos tanto y otros tan poco».
El problema de esta mujer no es que sea fea por fuera. Eso es un accidente de la naturaleza del que ella no es responsable, ni da para escribir una columna. El problema es que es fea por dentro. Es la negrura de su alma que asoma en las grabaciones la que nos interesa, porque nos afecta a todos. Leire Díez, por iniciativa propia o por encargo de los jefes de su partido, entiende que, en defensa del PSOE, es necesario conseguir y ofrecer a algún medio de comunicación el video de un fiscal en pelotas copulando con otro ser humano, por ejemplo. Una proposición semejante es infinitamente más horrenda que su rostro, y más dañina para la democracia.
Reconozco que he comenzado con mal pie esta columna. Admitir que esta señora es una fontanera del sanchismo es insultar al gremio de fontaneros. La fontanería es un oficio dignísimo, entre otras razones porque desarrolla un trabajo necesario en cualquier sociedad que disponga de agua corriente. ¿Es necesario para un partido político disponer de militantes dispuestos a negociar con presuntos delincuentes para obtener información con la que frenar investigaciones judiciales que afectan a los dirigentes de ese partido? Hasta ahora, los fontaneros de un partido tenían otras funciones, ninguna de ellas tipificada en el Código Penal. Puestos a buscarle una profesión, Leire Díez podría colegiarse más bien como «catadora», o sea, una de esas personas que recolectan basura en los vertederos de los países más pobres del mundo. Con una diferencia: aquí la empresa que compra la inmundicia no se dedica al reciclaje, sino a sostener al gobierno de España.
Los audios que se han publicado esta semana demuestran que el cine negro y las películas de mafiosos, mal entendidas, pueden hacer mucho daño. Porque lejos de recordarnos la mejor filmografía de Coppola o Scorsese, el tono y la fatuidad de Leire Díez -«necesito a Balas, así de claro»- emparenta directamente con Pazos, el personaje interpretado por el genial Manuel Manquiña en Airbag: «el conceto es el conceto». Esta mujer, aparentemente tan reñida con la inteligencia y la discreción, ha ofrecido sobre las grabaciones que la retratan las mismas explicaciones que Emmanuel Macron sobre el guantazo que le propinó su mujer: no es lo que parece.
Pero vayamos a lo serio. Si alguien mantiene dudas sobre los motivos de esta mujer para ofrecer un trato de favor de la fiscalía y la abogacía del Estado a presuntos delincuentes, basta que repare en la tibieza del primer comunicado del PSOE, que dedicaba más espacio a criticar las informaciones de los medios de comunicación que las perlas que salían por boca de su militante. Si los «cien años de honradez» socialista sobrevivieron a Filesa, los Gal y los ERE, no vamos a sobrevivir a esta kamikaze, debieron pensar en Ferraz. Pero no coló, y hubo dirigentes socialistas, blanditos ellos, que no pudieron soportar tanta vergüenza.
Hace tiempo que Sánchez y su banda tocaron fondo. Ahora simplemente escarban para hacer más profundo el agujero. Es una huida hacia adelante que sin duda acabará mal, y que dejará al PSOE en los huesos, famélico de poder por mucho tiempo, fagocitados sus valores morales por un Sánchez voraz que ya sólo piensa en su propia supervivencia, ya no política, sino judicial. ¿Algún socialista honesto puede pensar que la Gurtel del PP fue algo más grave que todo lo que rodea al presidente y a su familia, a Abalos, a Koldo y a Santos Cerdán? ¿El trabajo de la UCO sólo es legítimo cuando sirve para empapelar a los demás, no a los de tu partido? Si el PP hubo de purgar sus pecados en la oposición, ¿sería injusto que al PSOE se le exigiera lo mismo? Este es el dilema que hoy se les plantea a los más cafeteros de la rosa: militante o demócrata. Me temo que para un militante capaz de pasar por alto un pucherazo en unas primarias, la democracia no es algo prioritario, salvo que sirva para que tu partido gobierne siempre.