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Lloviendo a cántaros

Por Julio Fajardo Sánchez
martes 04 de marzo de 2025, 02:06h

Ha estado lloviendo. Fui a comprar a ALDI aprovechando que había escampado, pero al regreso me quedé dentro del coche un buen rato para no mojarme. Caía agua sin parar y me acordé de cuando lo hacía durante una semana seguida y en la plaza del Cristo se formaba un gran charco que tardaba meses en desaparecer. La huerta de casa se embarraba y nuestros zapatos pesaban una tonelada. Mercedes Machado, que era una profesora extraordinaria, llevaba unos chanclos de plexiglás que chasqueaban cuando los arrastraba por el piso del Instituto. Las clases no se suspendían y el higrómetro del patio trabajaba a tope. Los versos de don Antonio se hacían realidad. "Una tarde parda y fría de invierno, los colegiales estudian, monotonía de lluvia tras los cristales". ¡Hace tantos años después de que plantamos cuatro naranjos en las esquinas!.

Parece que no ha pasado el tiempo. El Papa se está muriendo y hago la cuenta: desde Pío XII he visto morir a seis. Siete fumatas esperadas tras la incertidumbre del cónclave. En medio de lluvias vi a muchos presidentes americanos después de Eisenhower. Distintos, alternantes y aparentemente de buena voluntad. Subiendo al comedor del Colegio Mayor San Jorge me dieron la noticia de que mataron a Kennedy. Metieron al mundo en guerras y luego lo resolvieron con una salida sin éxito. Después del paralelo 38 se fueron de Vietnam y de Afganistán. Siempre se van y nos dejan solos. Esto no es nuevo, igual que la lluvia.

He visto llover tantas veces que ya nada me asusta y no me preocupo de llenar la nevera. Con lo demás me pasa más o menos lo mismo. Cuando era un niño había una guerra en Europa que luego llamaron del mundo. Veía las fotos con el rojo de las explosiones de las bombas, los aviones cayendo envueltos en llamas y las baterías de los barcos vomitando fuego por sus bocas. Cuando todo acabó iba los domingos a la tienda de la madre de Tomás Morales a alquilar un colorín de Hazañas Bélicas. El mundo era del color encendido de una infancia de pantalones cortos despues de la misa de San Agustín. Entre tanto ruido alternaba la lluvia y el granizo y eso lo pasamos sin pena ni gloria y algunos lo enterraron en el baúl de los olvidos, pero yo tengo buena memoria y no tengo más remedio que afirmar que todo lo que vivo ya lo he vivido antes.

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