Se repite la historia de todos los veranos. Conatos de incendio, incendios mayores, posibles tragedias, catástrofes inéditas. Los expertos nos dicen, también todos los veranos, que la inmensa mayoría de los incendios de nuestros montes son intencionados. Nos han contado que más de quince personas están privadas de libertad por estos delitos medioambientales de años anteriores.
Y me surgen interrogantes. ¿Estas acciones culpables son consecuencia solo de disposiciones psicológicas de piromanía? ¿Hay algún otro interés oculto detrás de estas desgracias naturales que se reiteran cada verano?
Esta cuestión no está en la sección de ciencia ficción o en el estante del negacionismo irreversible de tantas proclamas si base en la evidencia. La gravedad de lo que ocurre es tal que hay que ir hasta el final en relación con las causas de estos desgraciados acontecimientos. Hay que descubrir la punta del hilo de esta madeja enredada que ahoga y asfixia.
Sufre la vida en todas sus dimensiones. Sufre la casa común de los seres vivos. Cuando arde el monte ardemos un poco todos. Las llamas nos constriñen. Convertimos la piel de nuestro suelo en un infierno. Y sus llamas nos condenan a todos un poco. ¿Por qué se repite, verano tras verano, esta dantesca imagen de destrucción? ¿Existe un listado, como en otras dimensiones delictivas de la vida social, de personas inclinadas a este abuso? ¿Quién paga todos estos gastos?
Los descuidos se dan, evidentemente. Los errores acontecen. Pero cuando se está tan seguro de que hay una culpabilidad directa de estos incendios, preguntarnos estas cosas cobra lógica. Tal vez es el dolor lo que empuja a buscar las causas de la enfermedad cuya tos seca y ardiente nos enferma a todos. ¿Alguien investiga estos delitos?
Porque no se quema tu casa o mi casa, sino que arde la casa común; la de todos. Aunque en su mayoría sean terrenos públicos, por eso mismo son de todos y el esclarecimiento de las responsabilidades nos debe interesar a todos. No quiero ni imaginar que alguien logre algún rédito con estas catástrofes. Solo imaginarlo me asquea.
Luego vienen las otras lecturas del cambio climático, de las temperaturas en alza y de miles de intervenciones literarias. Pero cuál es la razón por la que verano tras verano, de forma reiterada, con culpables en la base e intencionadas en su ejecución, se repita este drama en nuestros montes…
¿Y cuál es mi opinión, por respetar el espacio literario de este escrito? Mi opinión es que la sociedad merece el esfuerzo de esclarecer, yendo hasta el fondo de la cuestión, los motivos por los que suceden estas historias de llamas y centellas. Es posible que sea la maldad humana en su más fea edición. Puede ser que no haya una mano que meza esta cuna. Puede ser que la patología psicológica de algunos sea el final de la historia. Puede ser. Pero ¿y si hay más historias detrás?
Valdría el esfuerzo y mereceríamos que se nos contara.