www.canariasdiario.com

Las colas del hambre

Por Juan Pedro Rivero González
jueves 03 de diciembre de 2020, 05:00h
Mi madre me suele contar una anécdota que recuerda de mi abuelo. Un día dijó ella en voz alta “tengo hambre”, y mi abuelo le corrigió: “No digas eso; tu no tiene hambre. Tú tienes ganas de comer. Tú no sabes lo que es tener hambre”. Me recuerda esta anécdota familiar la expresión que los medios de comunicación hacen para referirse a quienes acuden a una entidad social o a una administración local en busca de una bolsa de comida. No solo son ganas de comer, sino con muchas otras necesidades básicas que se generan como consecuencia de una situación de exclusión social (falta de trabajo, enfermedad sobrevenida, ausencia de regularización administrativa, falta de vivienda diga, etc.) que genera que se busquen soluciones donde se ofrecen.

La alimentación es una necesidad básica. Lo es porque la vida es un derecho fundamental que precisa aquellos medios que la hacen posible. No hablamos de privilegios, sino de derechos. No hay derecho a que alguien pase hambre, ni pueda tener acceso a los recursos alimenticios básicos para una vida digna. Y una sociedad que no garantice el sustento a sus miembros está sufriendo algún tipo de problema de salud espiritual.

La mirada no puede tampoco ser excluyente y mirar solo lo que ocurre en nuestras calles europeas, sino que debemos ampliar el horizonte. Meren de hambre hoy en el mundo muchas más personas que las que han muerto de COVID-19. Y de eso hablamos nada. El mundo es el que está surcado por colas de hambre, de personas desnutridas y enfermas por carecer del mínimo sustento. Que se lo digan a Manos Unidas...

Y mientras esto ocurre en mucho más del 50 % de la población del mundo, entre nosotros los excesos nos empujan a realizar dietas y acudir a centros de nutrición. Unos no comen y otros no sabemos comer.

Qué desafortunada expresión hablar entre nosotros de las colas del hambre. Es llamativa, alimenta un titular, pero que quede claro que el problema entre nosotros no es solo el hambre, las ganas de comer, sino la situación de exclusión que se padece por miles de circunstancias que inhabilitan a las personas para un trabajo digno que dgnifique la dignidad de su vida.

Con ocasión de una dinámica que se realizó hace ya algunos años, que precisamente tenía el nombre de la “cena del hambre”, entre personas de estatura intelectual normal y con deseos de bien, surgió un conflicto realmente serio. Se trataba de dividir en dos al grupo. Unos cenaban más que bien y otros pan y agua solamente. Ambos se veían. A los 30 minutos el conflicto estaba servido. Para algunos este conflicto duró el resto de la convivencia. Ciertamente, cuando a un grupo se le priva de lo necesario, el conflicto suele estar servido. O dicho en clave social: la mejor forma de garantizar el orden público y el bien Comun, incluso el respeto a las normas, es garantizar que nadie sufra exclusión.

Un conflicto se sabe cómo comienza, pero nadie sabe cómo termina.

Abogo por utilizar otra expresión para hablar de quienes acuden a un servicio de acogida. Abogo por ir dignificando las ayudas básicas a la familia en dificultad pasando de la bolsa de comida a los vales o tarjetas que posibiliten completar, de la misma manera que todos y sin marcar al pobre, la cesta de la compra de necesidades básicas. Abogo por llamarlas “Colas de la solidaridad”.

Abogo por ello porque, “tú no sabes lo que es pasar hambre...”, como decía mi abuelo.

Juan Pedro Rivero González

Delegado de Cáritas diocesana de Tenerife

¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (0)    No(0)

+
0 comentarios