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La permanente campaña electoral

Por Juan Pedro Rivero González
jueves 18 de marzo de 2021, 05:00h

No suelo entrar en debates políticos partidistas preelectorales por dos motivos: porque no considero que deba, en primer lugar; y, en segundo lugar, porque hasta hace poco pensaba que la dinámica de las campañas electorales eran cada cuatro años y que la crispación que genera no merece perder mucho tiempo en ello. Pero nos estamos dando cuenta que las campañas electorales parece que no acaban. Y gracia a los medios de comunicación, todos somos un poco de Murcia y un poco de Madrid, como hace poco fuimos todos un poco catalanes. Un poco, claro.

Estamos asistiendo a la campaña electoral permanente. A una comprensión de la gestión pública empapada permanentemente en clave preelectoral. Ya no se trata de subrayar la propia identidad y de hacer ver las sombras de los contrincantes políticos una vez cada cuatro años, sino que incluso en la gestión ordinaria de lo público parece que solo se gobierna para aquellos que nos han votado o para aquellos que nos votarán. Y esta deriva, a mi juicio, deteriora la democracia en general y la participación ciudadana en particular.

Además, el necesario juego de los números y los pactos entre grupos políticos que podrían ser ocasión para que cada uno aporte lo mejor de sí en aras del bien común, nos sorprende con ruptura de compromisos destrozando las expectativas de los ciudadanos que, a poco que uno lo suponga, acuden a las elecciones con la intención de que durante un tiempo prudencial se administre la cosa pública de una manera adecuada.

El número de personas que no participan a la hora de votar, el porcentaje de abstención es significativo. En la pasada campaña presidencial de Estados Unidos era llamativo que más del 60% de la población no participara en los comicios. La democracia se fundamenta en la participación del pueblo en las elecciones. Si esto no se da, alguien debería hacérselo ver y sentir que este sería el punto uno de cualquier movimiento de regeneración democrática.

Y tengo para mi que esta deriva de convertir todo en campaña electoral no genera mucha inquietud participativa en la población. Si a esto se añade que los estudios sociológicos son permanentes en los debates de todo tiempo y lugar, como si en todo tiempo y lugar interesara saber cuantos puntos porcentuales le saca fulano a mengano, la conclusión es obvia: estamos en una campaña electoral permanente.

Alguno dirá que si este comentario es la consecuencia de desear que no hubiera elecciones y que en una coyuntura no democrática estaríamos mejor; si esto se entiende así es que no me he explicado bien. La democracia es lo menos malo de lo que hemos inventado para administrar los estados. Eso está claro. Pero debemos tomarnos en serio el voto de los ciudadanos. Debemos tener respeto y hasta deberíamos considerar sagrado el hecho de que la soberanía popular haya hablado y no dilapidar su confianza de esta dramática forma preelectoral permanente.

El pueblo ha hablado. Sus representantes han dialogado y han llegado a compromisos. Ahora toca ponernos al servicio de todos de una manera correcta y generosa. Cualquier otra actitud, tengo para mí, destroza la democracia poco a poco.

Juan Pedro Rivero González

Delegado de Cáritas diocesana de Tenerife

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