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La máscara más cara

Por José Luis Azzollini García
lunes 13 de febrero de 2023, 07:00h

Los carnavales en Tenerife es un periodo de tiempo que mueve gran parte de la vida de muchos chicharreros. Si escarbamos un poco en las vivencias de cada uno de nosotros, podremos -casi- asegurar, que el porcentaje de personas que nos hemos movido con las fechas de los carnavales en la cabeza, alcanza niveles poco entendibles por la población foránea. Tal es así, que después de los carnavales de Brasil, casi todo el mundo entiende que estarían los de Santa Cruz de Tenerife y por generalización, los de Canarias. Naturalmente existe este tipo de fiestas en todo el territorio nacional. Que le digan a la gente de Cádiz que lo de ellos no es carnaval, a ver que nos dirían. Sin duda, al hablar de desparpajo y de humor, las letras de sus chirigotas y comparsas, nos dibuja una sonrisa, sin ni siquiera, escuchar lo que se expone. Desde la tacita de plata se ofrece una calidad que para nosotros quisiéramos. Pero eso daría para otro artículo y para mucho debate. En esta ocasión me centraré en el concepto carnaval en General y en lo que supone para Canarias y para Tenerife en particular.

En otra ocasión y en esta sección que me brinda www.canariasdiario.com, desarrollaré lo de la estacionalidad turística de Canarias. Adelanto que, en Tenerife, observamos que es precisamente en Navidad y Carnaval, cuando no quedan plazas vacías para contentar a la demanda. Tuve la gran suerte de haber dedicado parte de mi vida laboral a ese campo productivo y puedo afirmar que los momentos más angustiosos para cuadrar demanda y capacidad de mis establecimientos, eran precisamente en Carnavales. Santa Cruz anunciaba sus fechas y, desde ese momento, se ponía en marcha la puesta del cartel: “no hay cama para tanta gente”. Se llenaba el Puerto de La Cruz -Santa Cruz tenía muy poca planta hotelera que se copaba, casi, con celebridades y unos pocos afortunados- y acto seguido, era el sur quien colgaba el cartelito de lleno. Conseguir un huequito, se antojaba difícil o prácticamente imposible.

Esa realidad que se ha mantenido siempre así, desde que el carnaval supo sortear todos los obstáculos. Todos, menos una pandemia. Aun así, recuerdo la gran idea de una señora alcaldesa de Santa Cruz en pandemia, a sabiendas del peso que estas fiestas tiene en las urnas, cuando envió una carroza con música por las calles, para que no se perdiera el poder de convocatoria. Su aparente cortedad de vista y por qué no decirlo, tal vez su excesivo entusiasmo político-carnavalero, le evitó recordar que el carnaval de Santa Cruz, no se organiza desde ningún despacho, sino que es el propio pueblo quien lo mueve. Ese pueblo ya había decidido, que en aquellos momentos tan tristes y penosos, no se tenía que luchar con un Generalísimo, ni con Ilustres obispos, sino que, ¡Simplemente, no tocaba! Como tampoco tocaba en verano.

Pasado el luto: ¡Azúcar! Y se comenzó de nuevo, y ya con la desinhibición habitual, a recuperar la calle y el jolgorio callejero. El carnaval ya está en la calle, y como tenemos en marcha las elecciones, pues en la calle nos encontraremos todos. Pues todo se tira por la ventana y el Consistorio de Santa Cruz, tiene amplios ventanales desde donde lanzar lo que haga falta para que Santa Cruz tenga lo que más parece gustarle: unos carnavales para la historia.

¿Habrá presupuesto para los carnavales de 2023, o tendremos que ajustarlo al resto de necesidades que pueda tener la ciudadanía? -silencio sepulcral- cric, cric, cric… ¡Venga ya! Mire Usted: ¡El Carnaval del pueblo no se toca! ¡Mi pueblo! ¡El pueblo! ¡Todo para el pueblo! Pero, ¿con, o sin el pueblo?

Los carnavales de este año, han de ser los más sonados desde antes de la Pandemia. Es más, la mascarilla, deberá ser declarada en extinción para ir siendo sustituida, a medida que nos acerquemos a la fecha de las carnestolendas, por la mascarita. Ya no se trata de ver qué presupuesto se deberá contemplar para el escenario de los actos a llevar a cabo -Concursos, Elecciones de reinas, y demás actos solemnes- La preocupación ahora, ha de centrarse en que lo caro no es un tema de debate. Ahora toca pensar en elecciones. Perdón, en carnavales. El escenario deberá cumplir su objetivo: Deberá tener más luces que Vigo en Navidad, Más espectacular que Brasil en las mismas fechas y más caro que el obtuso deseo de un museo que solo quiere un alcalde y sus palmeros. Pero… ¡Eso no saldrá barato, “Monsieur”! En este carnaval, se hablará, solo, de la “mas-carilla”. Nos encontramos a las puertas de un gran acontecimiento que requiere que tengamos en la calle a más gente que en Argentina. Allá para recibir al dios Messi con su copa del mundo y acá para recibir al dios Voto con su urna.

La realidad nadie sabe cómo será; pero parece previsible que tendremos fiesta por todo lo alto: se volverán a llenar los establecimientos hoteleros. En esta ocasión, será el sur quien tome la delantera al norte a la hora de llenar y alguien aprovechará para decirnos que si tuviéramos más hoteles -por supuesto de cinco estrellas- nadie se hubiera quedado con las ganas de venir a disfrutar del carnaval del siglo; el pueblo estará contento pues puede que se haya superado el Guinness de gente bailando al son de New York, New York, cantado a ritmo de salsa por la mismísima Billo ’s Caracas Boy -o lo que quede de ellos-; El señor alcalde parecerá, incluso, más alto por lo crecido que estará y, ¡cómo no!, la oposición habrá visto que la posibilidad de gobernar la muy Leal, Noble, Invicta y Benéfica, Ciudad, Puerto y Plaza de Santa Cruz de Santiago de Tenerife, se les ha vuelto a escapar entre los dedos. ¿Y, todo por qué? Por haber perdido el tiempo en pensar en todo, menos en los carnavales. Por dedicar tiempo a cuestionar presupuestos municipales, cuando en realidad debería haber propuesto, en sus programas, que en su mandato se trataría de contratar al mismísimo Spielberg para dirigir la Gala de la Reina. ¡Mejor no dar ideas!

Los diferentes grupos del carnaval y la gente sencilla, busca reciclar, todo lo posible, sus trajes de años anteriores, para minimizar los costes, pero eso no se valora adecuadamente por quien les administra, pues lo nuevo y espectacular parece que entra mucho mejor que el ofrecer una imagen “Vintage”. Cuán equivocados andan quienes así piensan. Yo les puedo presentar a un gran amigo, que desde que lo conozco -y ya son décadas de esa amistad- siempre sale al carnaval con el traje de “Pipi Calzaslargas” , aunque ya va en minifalda de lo que le ha encogido y la peluca es más un casquete vikingo que otra cosa. Pero ¿se divierte? No tengan duda de ello. Mis trajes, por ejemplo, ya no me sirven por aquello de que me los hicieron de “tallas que no cedían”, pero ahora los usan mis hijos… ¿se divierten? Si no es así, no entiendo lo de la hora de llegar a casa.

La fiesta aunque vaya de NY -lo de indicar un motivo no es de toda la vida- no tiene por qué ajustarse al precio de esa ciudad. Para la próxima mejor pensar en usar Burundi o Malawi y no se preocupen, que el pueblo, seguirá haciendo el mejor carnaval. ¡Ya se hacía antes de la intervención política!

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