Los colores de la ropa, de las paredes, de los coches, etc., se atenúan con los efectos que en ellos produce el lavado o los cambios atmosféricos. Para algunos se suavizan, aunque para otros de decoloran mostrando una forma fea por gastada o desteñida. Lo genuino si no se mantiene de devalúa, se desgasta, se estropea. Es como si se disolviera. El tiempo todo lo disuelve, si no se cuida y se protege.
El artículo 10 DE LA Constitución española, en su parágrafo segundo dice así: “Las normas relativas a los derechos fundamentales y a las libertades que la Constitución reconoce se interpretarán de conformidad con la Declaración Universal de Derechos Humanos y los tratados y acuerdos internacionales sobre las mismas materias ratificados por España”.
Esta genuina opción por las garantías y derechos inherentes a la condición digna de toda persona es un compromiso de todos como eco de aquella Declaración Universal de 1948. Es como si nos quisiera recordar el texto constitucional que ella quiere ser hija de la humanidad que ha descubierto que nadie carece de ciertos derechos y que todos debemos contribuir a su reconocimiento y promoción. Es un grito universal que hacemos aquí nosotros.
Y ahora viene la pregunta que marca esta colaboración en la prensa en el marco de la semana en la que en España hemos celebrado el Día de la Constitución (6 de diciembre) y celebramos la Fiesta de la Inmaculada (8 de diciembre): ¿Mantiene el color original el texto de la Constitución española en lo que se refiere a los derechos universales que asume en su artículo 10? Y no me pidan respuesta, porque no la quiero dar; solo quiero dejar la pregunta en el aire cuando celebramos que la madre de Jesús de Nazaret, fue concebida con un especial mimo divino y cuidado especial.
Porque la vida humana lo es desde su concepción. Así lo enseña las ciencias de la vida y lo defiende cualquier inteligencia humana sana e ilustrada. El ser humano es ser humano siempre; no deja de serlo porque pierda o carezca de alguna capacidad, ni deja de serlo porque no haya alcanzado una determinada edad de desarrollo. El cráneo 13 de los yacimientos de Atapuerca es un símbolo de humanidad: pertenece a una mujer de poco menos de 20 años con un defecto congénito en el cráneo que le impedía la mínima autonomía. Que viviera 20 años es una señal de que allí había algo distinto de una manada; había una sociedad humana que se comprometió a su cuidado.
Proclamar el día de la discapacidad (3 de diciembre), potenciar y promover las para-olimpiadas, llenarnos la boca con proclamas sobre la inclusión de todas las personas, y olvidar a la vez los derechos del ser humano no nacido aún, es una decoloración de la pared de nuestra Constitución. Tal vez a esto se debe el silencio al respecto de tantos años del Tribunal Constitucional. Nos hemos vuelto hacia las manadas de los animales, legislado contra el maltrato animal –que no me parece mal-, y el olvidando de que en el seno de una mujer embarazada hay un ser humano, es otra señal de decoloración de nuestra bandera.
Y no vale hablar de que los derechos -jurídicos- se adquieren una vez nacidos, porque los derechos son inherentes a nuestra condición humana. Y no vale apelar a una vida digna de ser vivida o plena a íntegra, cuando proclamamos que hemos de quitar las barreras arquitectónicas como consecuencia de los derechos humanos de quienes carecen de la capacidad de acceder a pie a los lugares de la vida social. Y no vale hablar del principio de autonomía cuando debemos esperar más de dos años para andar, hablar, pensar… y hasta los dieciocho para votar.
Decoloración de nuestros derechos…