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Escucharlo todo

Por Juan Pedro Rivero González
jueves 06 de octubre de 2022, 05:00h

La sabiduría hebrea presente en los textos que los judíos releen y que los cristianos reconocemos también como palabra revelada, suele convertir en simbólico el hecho de tener dos oídos y una sola boca. Un símbolo de que hemos de escuchar más que lo que hemos de hablar.

Es necesario prestar atención y conocer antes de tomar decisiones o realizar juicios. Es difícil -diría que imposible-, comunicarnos con una persona que no escucha. No seremos tampoco oportunos nosotros si lo que decimos no tiene antes el sustrato de la escucha.

Escuchar es una actitud activa, no es solo una pasiva actitud de dejar que acontezcan las palabras. Eso es solo oír. Para escuchar debemos afinar el oído y prestar atención. Querer conocer lo que el otro dice, por qué lo dice y qué finalidad tiene lo que dice. Cuando alguien escucha hace posible que una palabra no sea solo un ruido.

Igual que la obediencia es una virtud de servicio a la autoridad, la escucha es un servicio a la palabra. La palabra será palabra en la medida que sea acogida por la escucha. El proceso de comunicación no son las palabras entrecruzadas, sino el itinerario entre un emisor y un receptor. No habrá emisor alguno si no existe un receptor concreto. Si no, la pretensión de comunicación sería solo“(…) una voz en el desierto”.

¡Cuántas palabras escucha un bebé antes de decir por vez primera aquel “mamá” que cambia la vida e ilumina la alegría de su progenitora! Igual que aprendemos a hablar escuchando, solo podemos hablar y comunicar algo de interés después de fermentar ideas recibidas.

Estando mayoritariamente de acuerdo con esto, surge la necesaria cuestión de conocer bien hacia dónde debemos dirigir el oído. La pluralidad de la vida social, que es un bien siempre, ofrece múltiples mensajes, algunos contradictorios. Ante esto, cómo discernir los mensajes. ¿Hacía dónde dirigirnos? ¿A quién prestar atención?

Alguien dijo que deberíamos “(…) examinadlo todo y quedaos con los bueno” (1 Tes 5, 21). El rechazo ciego de algo sin antes examinarlo es una injusticia con la verdad. El examen previo de todo solo es posible si se reconocer la pluralidad como un hecho y el pluralismo como una actitud intelectual sana. Y para esta dinámico hace falta ejercer el oficio de la escucha. Hay que escuchar. Ya los índice de libros prohibidos han desaparecido, porque detrás de todo y de todos hay semillas de verdad.

En la encíclica Spes Salvi, el Papa Benedicto XVI citó y se puso en diálogo con Kant, Hegel, Marx, Freud, Nietzsche, Camus, Sartre… Cualquiera pudiera pensar que son autores que nada tendrían que decirle a la esperanza cristiana. Pues no es así: si no se escucha, no se puede aportar algo útil.

Es necesario, siempre, prestar atención y escuchar. Como es necesario buscar lo bueno.

Juan Pedro Rivero González

Delegado de Cáritas diocesana de Tenerife

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