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El nieto

Por José Luis Azzollini García
martes 21 de noviembre de 2023, 08:00h

En el seno de la familia que hemos ido moldeando mi esposa y yo, conviven tres hijos varones. Como decía mi madre, q.e.p.d., cuando eran pequeñitos estaban para comérselos, pero ahora, pasado el tiempo, nos ha dado pena no habérnoslos comido. Realmente, la cosa no es tan drástica como pudiera parecer, pero han sido años de verlos crecer y de cómo se iban conformando sus respectivos caracteres. Cada uno ha marcado el camino que deseaba andar y ha trazado el ritmo al que debía hacerlo. Su madre y yo, lo único que hemos hecho es ver como se desarrollaban y de vez en cuando, dar un toque de experiencia. Ten cuidado con eso; mira bien dónde vas a meterte; analiza la situación antes de lanzarte y poco más. Es posible que, si se les preguntara a ellos, dirían que nos hemos inmiscuido más de lo que debiéramos, pero así se escribe la historia.

Cuando llegaron a una edad en la que cada cual se sustentaba con lo que ganara con el sudor de su frente, mi esposa y un servidor, pasábamos el tiempo soñando con que alguno de los tres -lo preferible sería que fueran los tres- nos trajeran nietos. Estamos en edad de ello y no les voy a engañar: nos hacía y hace, mucha ilusión. Se nos van los ojos con los menudos y con los nietos de los amigos. Y, no es de ahora. Me ha venido a la mente, la vez que estando en el Centro de Salud del Puerto Dehesas (Tenerife) esperando a que los médicos terminaran su trabajo y nos permitieran desarrollar nuestra labor divulgativa, se me acercó una chiquilla -de aquellas niñas “piquitos de oro”-. No tendría más de cuatro añitos, se me puso frente a mí y se quedó mirándome fijamente. Obviamente aquellos ojazos infantiles, expresivos hasta donde se pueda uno imaginar, lograron que solo le prestara atención a ella. La subí a mis rodillas y allí estuvimos alegando sobre lo que yo hacía -la niña, seguramente, será una excelente periodista de mayor-, ¿por qué lo hacía? ¿cómo lo hacía? Tras cada pregunta y respuesta, venía otra pregunta en una especie de cinta sin fin. Pero me sentí tan a gusto, que mis compañeros de gremio, me decían: José, a ti te está haciendo falta ya un nietito. La verdad es que puede que tuvieran razón. De aquello hace ya unos ocho o diez años y ya estoy jubilado. Ahora sí puedo decir que un traje de abuelo, me sentaría muy bien.

Mis tres hijos tienes sus relaciones, pero hoy en día no se dan prisa en eso de tener descendencia. Parece que la situación política, económica, laboral y social, no estimula lo suficiente como para pensar en ampliar el círculo familiar. Todo parecía que lo de ser abuelos, se tornaría en una historia interminable; hasta que nuestro hijo mayor nos anunció que su pareja, nuestra también hija desde el momento en el que decidió unir su camino, con el de nuestro hijo, estaba esperando un bebé. ¡Su primer bebé! Como nos lo anunciaron cuando el embarazo alcanzaba ya la etapa de los tres primeros meses, pudimos enterarnos que se trataba de un varoncito. ¡Primer nieto y varón! Como si ese dato significara algo tan importante. Bueno, no les voy a engañar, para un ser algo anclado en el machismo, hasta donde me dejan, pues algo de “sentido apoteósico” le daba al notición. ¡Voy a tener mi primer nieto! ¡Voy a poder educarlo entre cochitos[1] de “Matchbox”! Le voy a poder regalar una “pumpuntein” que, en el lenguaje -muchos años atrás- de quien a partir de ahora será su padre, era una batería de las de hacer ruido. ¡Mucho ruido! ¿Qué hubiera pasado si en lugar de nieto, hubiera sido una nieta? Pues que se le hubiera regalado lo mismo más lo que ella fuera eligiendo. Es lo que tiene, el ser un machista amaestrado.

Desde que nos llegó la noticia de la primera ecografía, mi mujer no ha parado de preparar cositas para su nieto. Baberos, mantitas, cubre camas, pañales, cambiadores y porta pañales, etcétera. No para de pensar cositas para hacerle a su nieto “Teno”. Mi hijo mayor es un enamorado de sus islas Canarias y de su Tenerife del alma. Su ya esposa, nuestra hija, también lo es, y aunque nació en Madrid, tiene una tendencia guanche que es de admirar. De ahí su nombre.

Como digo, la máquina de coser, no para. Y, por mucho que mi hijo, le va enviando mensajes de mesura, a ella, se le ha formado como un callo en ambos oídos y o no entiende lo de “ve parando”, mamá; eso, o pasa tres pueblos de lo que escucha. La realidad es que ese nietito, va a estar uniformado como si de ir al cuartel se tratara. Y, no solo por lo que la abuela chicharrera le está preparando, sino porque tiene su otra gran abuela de Madrid, que también está esperando este tren de felicidad.

Cuando comencé a escribir este artículo era dos de noviembre, y aún no daba señales de querer llegar de forma inmediata. Estamos toda la familia: abuelo, abuelas, los tíos de este lado del océano y los de la península, junto a sus primos, desesperados mirando cada día que pasa en el almanaque. Somos conscientes de que cuando tenga que llegar llegará, pero conociendo a los padres de la criatura, estoy seguro que nos llamarán de sorpresa para darnos la buena nueva.

¿Será Libra, será Escorpio, Será Sagitario? ¡Será Teno!, y llegará cuando a él se le antoje salir del agradable pesebre donde lleva todos estos meses residiendo. Y, cuando lo haga, y consiga abrir sus ojitos, verá tanta cara sonriente mirándole, que solo le quedará corresponder con otra mueca que todos señalaremos como una sonrisa. Así de tontorrones nos convertiremos. Pero ¡qué más da! Somos abuelos con una “L” en nuestra espalda. ¡Y a mucha honra!

¿Ya llegó? Aún no, y solo han pasado dos horas desde que lo preguntaste. ¡Ah, vale!

Mi nieto Teno ha llegado hoy 20 de noviembre de 2023: Día internacional de la Infancia. Hoy he recordado a mis hijos cuando eran pequeñitos y el poco tiempo que les dediqué. Estúpida responsabilidad y maldito trabajo absorbente. No y mil veces no. Nuestro nieto, Teno, nos va a tener para cuidar de él y para dejar que su torpeza en sus primeros pasos, su primeras palabras dichas en el idioma “bebecito”, sus buches, sus cacotas ¿las cacotas también?, sus sonrisas, sus carcajadas, “los cuatro lobitos tiene la mano” y todo lo que a él se le ocurra, nos conviertan en seres embobados, necesitados de baberos. Como decía un amigo mío: “El que avisa no es traidor”.

Teno, desde este documento, que forma parte de mi declaración de intenciones, tienes desde ya, a un abuelo entregado. A tu abuela de Canarias, ya la tenías desde antes de nacer tu padre. ¡Ella es mucho más previsora que yo! O tal vez sea porque gozó más tiempo de los hijos propios y ajenos y tiene “mono” de gente menuda revoloteando a su alrededor.

Bienvenido, Teno.

¡Ya soy abuelo! Y mi esposa es abuela, al mismo tiempo que yo.

[1] Cochito, es lo mismo que un cochecito, pero en canario.

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