Hoy es el último día de campaña, pero me temo que no todo acabará aquí. Hasta el final hay señas. depende del nivel de movilización que se haya conseguido en el interior de los distintos partidos para poner en marcha a los muñidores del último minuto. Su número y su capacidad determinarán el entusiasmo en los momentos cruciales, pero esto no será suficiente para conseguir grandes cambios en lo que predicen las encuestas. Casi seguro, y ojalá me equivoque, nadie va a remontar. Ni el PP conseguirá gobernar sin alianzas, ni el PSOE va a superarlo como dice Tezanos.
Seguiremos con el mismo panorama de incertidumbre en el que llevamos inmersos desde hace unos cuantos años. Nada va a mejorar la situación real. Si esto es así, debemos admitir que hemos entrado en una etapa diferente y quizá es bueno que aprendamos a bailar con la más fea, como decía mi entrañable Sergio Correa. La sociedad global atraviesa un periodo de cambios. Hay unos conceptos sobre la mesa que requieren de una percepción diferente. Indudablemente estamos en el camino de su corrección y nueva implantación, pero no todos están dispuestos a concederle el mismo impulso.
Las emergencias medioambientales, energéticas, de igualdad de géneros y reconocimiento de la libertad sexual, y de adaptación global a los modos digitales deben ser compartidas por todas las ideologías si queremos desembarcar en un mundo diferente. No es la primera vez que ocurre. Es más, me atrevería a decir que la evolución ha hecho que esto sea permanentemente así. Algunas revoluciones fracasan, o simplemente deben ser interpretadas en su sentido geométrico, igual que algo que vuelve a pasar por el origen, como decía Chesterton, pero lo cierto es que siempre queda algo de ellas que hace que el mundo avance hacia una posición mejor, aunque la nostalgia de las pérdidas indique lo contrario.
Estamos pasando por una etapa de turbulencias sociales, pero cuándo no lo hemos hecho. Por eso digo que no todo va a cambiar a partir del próximo domingo, 23 de julio. La marcha imparable del planeta y de las condiciones que nos impone el tiempo en que vivimos no se va a alterar porque cambie un gobierno. Sería darle demasiada importancia a estas cosas. Los gobiernos deben adaptarse a las circunstancias de la evolución, no al revés. Cuando esto sucede se producen forzamientos que conducen a soluciones fallidas, como la Historia está harta de demostrarnos. Saldremos de una etapa para introducirnos en las exigencias de otra que viene inmediatamente después, porque el mundo no para de girar, y ese Universo, en el que Zapatero nos considera únicos dentro de su infinitud, no se detiene en su expansión. Ninguno de nosotros es capaz de intervenir para pararlo, aunque a veces nuestra noción de la heroicidad nos hace creer lo contrario y actuamos como aceleradores o paralizadores de un tiempo que se encuentra fuera de nuestro control.
No somos dioses, ni siquiera tenemos la resiliencia suficiente para liberarnos de esas ataduras naturales, a pesar de que presumamos de ello. Hoy he echado un vistazo a la prensa y se habla del día 24, como si ya diera a este tiempo de campaña por amortizado. Puede que sea así. No lo sé. De lo que sí estoy seguro es de que si no sacamos conclusiones constructivas de las crisis que sufrimos no estaremos dando la respuesta adecuada a lo que nos exigen las circunstancias de siempre. La evolución marcha implacable, como siempre. Somos nosotros los que tenemos que poner las condiciones para que no afecte a nuestra convivencia. Ese es el reto y eso es lo difícil.