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El año del discurso

martes 13 de enero de 2015, 00:04h
La resaca de los Globos de Oro es la más dulce para el yonqui de los premios cinematográficos. Elucubraciones y apuestas de cara a los Oscar se mezclan con el sueño derivado de una noche casi en vela y el estúpido regocijo de ver a tus intérpretes favoritos comportándose más como "coleguitas" en patio del colegio, aunque sea el colegio más publicitado del planeta.

El brillo de los Globos de Oro es completamente distinto al del resto de premios que existe en el mundo del celuloide. Esto no sólo es debido a las exclusivas botellas de Moët & Chandon que, como cada año, superpoblaban las mesas de los invitados. Responde más bien a una forma de celebrar estas reuniones que hoy, por imposibilidades de presupuesto y aforo, es casi imposible encontrar en cualquier otro festival del mundo.

Para la prensa extranjera de Hollywood, sin embargo, se ha convertido en santo y seña de la ceremonia y los espectadores (estoy convencido que también sus protagonistas) lo agradecemos. De ninguna otra forma podríamos hacer hipótesis sobre que le decía con tanta vehemencia Ethan Hawke a Matthew McConaughey y que habrá unido tanto Reese Witherspoon y a Julianne Moore (ganadora como actriz dramática por “Still Alice”) como para pasarse abrazadas media ceremonia –los recesos, al menos-.

Difícilmente podríamos haber disfrutado del momento Gervais, en el que, haciendo gala de su ácido sentido del humor, provocó en el personal sensaciones encontradas al aludir a lo que ha de hacer un actor para establecerse en el showbusiness, poniendo como ejemplo a Katie Holmes, que se llevó el disgusto de la noche y ni siquiera estaba nominada. La realización tuvo a bien no mostrar su reacción. Tom Cruise, el auténtico destinatario de la “broma”, seguro que estaba retorciéndose en su casa.

Esto en los Oscar no se ve, ni mucho menos en Berlín o Cannes, y la brillante conducción de Tina Fey y Amy Poehler (último año para ellas), con la referencia continua a la amenaza norcoreana y un corrosivo chiste sobre Bill Cosby nada más empezar, hizo de la gala un espectáculo mucho más ameno que las infumables ceremonias a las que nos tienen acostumbrados los premios de la Academia desde hace años (con alguna honrosa excepción).

Dentro de este ambiente distendido queda claro que los galardones en la “antesala de los Oscar” siguen la dinámica de la ecuanimidad para reconocer a los mejores del año (la pervivencia de la dicotomía Comedia/Musical y Drama es su valuarte) y así quitarse de problemas de cara a un hipotético revés por parte de los académicos en las futuras nominaciones a los premios “rey” del gremio. No en vano, la última película que consiguió 4 globos fue “La red social”, película que después fue denostada por sus colegas de profesión y sólo recibió el reconocimiento al guión adaptado por Aaron Sorkin (más dos premios menores). O "Avatar".

Este año, ha sido “Boyhood”, la cinta de Richard Linklater, la que se ha llevado el gato al agua con tres triunfos de los cinco posibles, incluyendo Mejor Película Dramática y Mejor Director. Personalmente me parece un grandísimo acierto, por lo difícil y arriesgado del proyecto y por la determinación de este cineasta que a lo largo de su carrera se ha caracterizado por su interés en mostrar al gran público la evolución del ser humano en todas sus vertientes. Tras unos largos experimentales en los que narraba las vivencias de un grupo de personas aleatorias, se dio a conocer al gran público con “Antes del amanecer”, una maravillosa pieza que terminó convirtiéndose en una de las mejores trilogías de la historia del cine.

En ella, Linklater hace, con la inestimable ayuda de Julie Delpy e Ethan Hawke (actor fetiche en su carrera) lo mismo que retrata en “Boyhood”, el crecimiento de una pareja que evoluciona a lo largo de los años. En esta última, el realizador va un paso más allá y filma, literalmente, el paso a la madurez de un niño. Y junto a él, la vida y las personas que le rodean. La evolución del ser humano, al fin y al cabo, es el leitmotiv de la carrera de este cineasta que tiene el mérito de haberse convertido en un auténtico contador/narrador de historias, conceptos que en ocasiones se han devaluado.

No obstante, el auténtico triunfador de la noche fue Wes Anderson y su “Gran Hotel Budapest”, cuya victoria en la categoría de Mejor Película de Comedia o Musical le da un nuevo impulso de cara a los Oscar y pone en liza a uno de los mejores realizadores estadounidenses de los últimas décadas. Por originalidad y coherencia en su discurso, seguramente entra en mi “Top 5” personal. Un premio que sabe a mucho teniendo en cuenta la prontitud de su estreno de cara a la temporada de premios.

Parece extraño que “Birdman”, que se hizo con 2 galardones, haya salido como la gran derrotada de la noche. Ganó en las categorías de Mejor Actor de Drama (genial Michael Keaton, quien para los de nuestra generación siempre será Batman, su director lo sabe) y en Guión, que aquí no distingue entre adaptado u original. Sin embargo, arrastrando la vitola de gran favorita, la irrupción de la película de Anderson en la terna final deja con sabor agridulce a la cinta de Iñárritu que debió tirarse de los pelos (cariñosamente, seguro) con el triunfo del pasado año de “Gravity”, película de su compatriota Alfonso Cuarón. ¿Mexicanos dos años seguidos? Complicado…

Será cuestión de guión, pero como apuntó un comentarista de la retransmisión de Canal Plus, en películas tan “de autor” como lo son las abanderadas de este año, dígase “El Gran Hotel Budapest”, “Boyhood” y “Birdman”, los premios de dirección, guión y a la propia producción difuminan sus márgenes con extremo, en tanto en cuanto se acogen a la visión de un director que crea y desarrolla una historia que, contada por otro, sería completamente distinta. Es el año del discurso.

Una alegría que así sea en este caso, y se deje de lado (espero que no sea un conato) el afán por el biopic facilón y carente de significado mayor que la divinización de personajes que posibilitan a los intérpretes caracterizaciones muy tendentes al premio. Eddie Redmayne está genial, pero ¡basta ya!

Como apunte final, una rápida mención a los premios de televisión, en los que “Transparent” se coronó como gran triunfadora de la noche y dio a Jeffrey Tambor un merecido homenaje, un veterano curtido en mil batallas que borda su papel de septuagenario transexual.

¡Ahh! Y a George Clooney le dieron el Cecil B. De Mille. Lo extraño es que no se lo diesen en el hospital al nacer.
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