Un buen día, se levanta un Ministro del reino de España, y decide que el “The Guardian” puede ser un lugar adecuado para transmitir su política en cuanto a la forma en la que se debería llevar a cabo todo lo concerniente a nuestra forma de producir la carne. Y, el efecto que ha producido es similar -salvando las distancias- con la apertura de las aguas del mar Rojo de Moisés.
Tal vez por no medir sus palabras, o por ser una estrategia para lograr notoriedad -en el mundo de la política, todo puede ser posible- el hombre monta un alboroto en las redes sociales y demás medios de comunicación de aúpa. ¿La razón? Perece que todo el follón tiene que ver con lo que dijo y donde lo dijo; o con lo que alguien interpretó que dijo; o puede que fuera con lo que tenía que haber hecho y no hizo, pero sí que dijo. La realidad es que el Ministro que hasta este momento, era conocido por recomendar que comiéramos menos carne -el pobre, preocupado por nuestra salud- o por encabezar una manifestación al pasito” tun tun” de las muñecas que iba a Belén; se desmarcó con un mensaje que se ha interpretado como cada cual ha considerado que se debería interpretar. ¿Tenía necesidad de meterse en ese berenjenal? Ya estaba bien considerado, en un gran sector de la sociedad, por haber tenido el arrojo de enfrentarse a la industria del juego. Podía haber seguido con el mismo ímpetu pero enfrentándose a quien mete la mano en el contador de la luz. Pero no. La cosa, en esta ocasión no iba de juego, ni de manifestaciones. Ahora, apuntaba con el “dedo de señalar” a la posibilidad de que en España se pudiera estar produciendo una carne con un nivel de calidad que debería ser analizado.
¡Caramba con la carne que compramos!
Dentro de las interpretaciones de lo dicho por el señor de los consumos, nos han llegado las primeras valoraciones desde el Gobierno -sus copartícipes en la gestión gubernamental- a través de otra Ministra: “No son más que valoraciones personales del chico”.
¿Todo queda en una bromita del Ministro, entonces?
¡Que no! Las declaraciones son del Ministro de Consumo y para que no hubiera dudas, él mismo lo espetó “urbi et orbi” en la televisión, cual si del anillo se tratara: ¡Mía!, ¡es mía!
¿Entonces, la carne que compramos, de producción patria, es malita?
Si uno lee la prensa debería aclararse la sesera. Pero, si lees mirando el periódico de izquierda a derecha, pues resulta que hay que echarle un ojito a la industria cárnica nacional, porque algo huele mal tanto en su forma de producir, como en los ríos que están cerca de las macro-granjas. Y, además, si se habla de calidad, nada que ver con la carne que produce las pequeñas granjas tradicionales.
¡Está claro, nuestra carne muy buena, no parece que sea!
Si, por el contrario lees el diario, de derecha a izquierda, entonces la cosa cambia un poco, pues si hay una industria que tenga los deberes bien hechos en tema de cuidado animal y del medioambiente, esa es la nuestra. Y, además, los puestos de trabajo que generan son de una importancia vital. En fin los argumentos propios de este tipo de defensa.
Entonces, ¿pedazo de carne que se elabora en España?
Pues si con la prensa no se aclara nadie, con la política, vamos listos. Los señores de la bancada de la oposición ya se han encargado de dejar claro, que todo se solucionará con la dimisión del Ministro de Consumo. Y que la carne que se produce en España, es de lo mejorcito que se puede comer. ¡Faltaría más! Es bonito ver a esta bancada, defender el color rojo, aunque sea el de la carne.
Ahora sí, ¡Como la carne de España, no hay ninguna!
Pero claro, como no podía haber dos, sin tres; pues sale a la palestra el Ministro de Agricultura y nos dice a todos, pero mirando de reojo al Ministro de Consumo, que la Industria cárnica de nuestra tierra hispana, reúne todas las bendiciones europeas y que de contaminar, nada de nada.
Entonces, ¿En qué quedamos? ¿A qué ministro hemos de creer?
¡Basta ya! De verdad, ¡Ya está bien!
Ya está bien de considerar que todo ha de pasar por el filtro de la política. No es de recibo que existiendo un Consejo de Ministros, este grupo de gestores -no me gusta ser ofensivo escribiendo un documento que puede ser leído por alguien- no arreglen sus diferencias a puerta cerrada y sin más taquígrafos que los oficiales.
No está ni medianamente bien, que los españoles nos tengamos que suscribir a The Guardian para saber si nuestra carne está en buenas manos o no.
No está bien, ni de lejos, que por las posibles diferencias entre grupos políticos -izquierdas, derechas y hasta la “yenka”- el resto de los españolitos de a pie, tengamos que estar dudando de la calidad de nuestro género.
No debería estar, ni regular, el que se pudiera estar jugando con puestos de trabajo al poner en duda los mecanismos de control en lo que a calidad medioambiental y de producción se refiere.
No parece razonable que los españoles tengamos que ser partícipes de decidir a quien se quiere más, si a la granja extensiva o a la intensiva -me recuerda a la prima de riesgo y al conocimiento que existía en aquella época-.
Y, desde luego, parece poco respetuoso que alguien aproveche la ocasión para sacarse la foto. Filomena: foto con pala de nieve. Volcán: foto con el fondo humeante. Y, ahora, con la carne: ¿foto con Garzón?, no. Foto en el campo. ¡Vamos hombre!
No. ¡Vale ya! Lo que quiera que está mal, resuélvase y cuanto antes mejor. Las desavenencias que haya entre ministerios, soluciónenlas de puertas para dentro. Dejen a los votantes vivir en paz. De hecho se les vota con la esperanza de que harán todo lo posible para que las cosas funcionen mejor de lo que se encontraron cuando llegan al “machito[1]”.
Por favor, la carne poco hecha, sin sangre y sin politiqueos.
[1] Machito: Peana donde se sube alguien para desempeñar alguna parcela de poder (Dicc .habla Canaria).