Lo cuenta con mucha gracia un compañero, narrando lo acontecido en la isla de La Palma cuando durante los años de la postguerra, un representante del gobierno de España visitaba los pueblos descubriendo las necesidades de los distintos municipios. Cuando alguien le presentaba una necesidad estructural, el respresentante gubernamental miraba a su secretario y le decía la frase que hemos colocado como título. “Apunta Barbadillo, anota”.
No se recuerda dónde lo apuntó y dónde se guardó el cuaderno Barbadillo. Pocas de las demandas sociales se vieron satisfechas. Pero cuando sonaba la frase, no solo se abría la esperanza, sino se acababa la demanda. Era la mejor manera de callar la queja y olvidar el tema. Anotado quedaba y olvidado, para seguir adelante. Una manera de presentar la preocupación a las autoridades, aunque a la postre no se viera satisfecha. No se nos puede comprar con un cuaderno de notas. Eso no basta. Conocer la realidad es necesario, pero insuficiente.
¿Qué solemos apuntar? La lista de la compra durante unos días en los que pensamos en los huecos que van apareciendo en la despensa, por ejemplo. La lista de lo que le vamos a decirle al médico cuando tenemos una cita prevista y queramos aprovechar para que nos saque de las dudas que nos van surgiendo entre prospecto y prospecto, por ejemplo. La lista de los extras o de los “yaques” cuando el responsable de la reforma va a pasar para realizar una sencilla obra imprescindible, por ejemplo.
Pero estas listas las hacemos con algún realismo. Pero cuando la desahogamos en el lugar previsto y el médico nos dice que “lo tendré en cuenta”, que “lo anoto para la siguiente cita”, o “lo tengo en cuenta para cuando vuelva”, sentimos que van a caer en el lugar del olvido. Aparece Barbadillo y se lleva las demandas en su cuaderno.
Aunque nosotros no estamos en campaña electoral, estamos asistiendo como espectadores a las de la Villa y Corte. En campaña electoral se apunta de todo. Y todos apuntan las demandas y necesidades de aquellos a quienes le piden su voto. Y vuelve a aparecer, de nuevo, la sombra de Barbadillo, apuntando la esperanza.
Cuentan que un alma llegó a las puertas de San Pedro y éste le indicó que antes de elegir dónde quería parar la eternidad podía estar un par de días en los distintos espacios reservados. El Cielo le pareció aburridísimo, las nubes, la lira, los ángeles revoloteando, el idílico y frondoso azul de satisfacción plena... Pero en el infierno encontró ritmo y alegría, lagos y árboles frutales, juegos y fiestas de todo tipo. Al elegir finalmente esta segundo opción, descubrió, al entrar por la puerta, un desierto seco y ardiente, sin una sombra bajo la que cubrirse del asfixiante calor infernal. Presentó una queja formal ante el responsable de la ventanilla única de Belsebú, y la respuesta fue elocuente: “Pedimos perdón, pero estábamos de campaña electoral la semana pasada”.
Las listas de Barbadillo siguen creciendo y dilatándose en nuestras instituciones.