Recuerdo que un Empresario para quien trabajé hace ya muchos años, me contaba que cuando él vino a Tenerife la primera vez, lo hizo para ver un complejo de bungalows, que más tarde compraría. En esa ocasión, me contaba, que habían venido un grupo de empresarios que habían decidido apostar por nuestra isla para ampliar su negocio radicado hasta ese momento en Cataluña. Al terminar su paseo por las propiedades a visitar, quien los trajo, los llevó a comer en un restaurante que estaba entre plataneras en el norte de la isla. Me contaba con gran sorpresa que cuando pidió plátano de postre, el camarero le trajo un envoltorio con algo que tenía forma de plátano pero muy frio. Se trataba de un helado de plátano con chocolate. Cuando solicitó una fruta natural y de canarias, le dijeron que no tenían ese tipo de postre. ¡Estaban rodeados de plataneras!
Esta realidad me ha hecho recordar que frecuentemente cuando vamos a comer a un restaurante y llega el momento de los postres, se nos suele ofrecer una serie de suculentos manjares que nos producen un deleite especial para dar por finiquitado un buen encuentro culinario.
¿Se han fijado en que, raramente, se nos ofrece fruta natural?
Se han dado muchos casos, en los que cuando se solicita una pieza de fruta, la respuesta es negativa. Con cara de penita, pero negativa.
- Lo lamentamos mucho, fruta natural no disponemos.
- Le podemos ofrecer un biscuit de higo, con chocolate caliente y galletita del mismísimo centro de la caja de pandora.
- Si lo prefiere, nuestro chef ha preparado hoy una suculenta sopa de dos chocolates caliente con helado de maracuyá y frambuesas, que son un deleite.
- Eso sí, si Ud. es más de quesos, tenemos a su disposición una selección de quesos belgas alemanes y locales que seguro serán de su agrado. Se sirven con confitura de grosellas y brotes tiernos de menta.
Y, uno piensa, si tienen higos, maracuyá y grosellas, porqué razón no pueden tener la misma fruta pero en natural. Pues el gozo, al pozo.
Ojo, no voy a tratar de confundirles y mucho menos a mi familia que suelen ser los primeros en leerme; a mí los postres elaborados me pueden. Y, cuanto más elaborados, más me captan.
Reconozco, no obstante, que hay momentos y temporadas que determinadas frutas, también me gustan. Y, me consta que se piden. Por ello, no consigo entender que no existan dentro del menú de los restaurantes.
Por ejemplo, llega la temporada de higos pico -tunos, si se prefiere el término- y siempre los pido. Nunca hay.
¡Pero si están las pencas llenas y en la carretera!
Lo único que hay que hacer es cogerlos, barrerlos, pelarlos y ponerlos en la nevera para servir fresquitos, solos o con gofio. Que no los quieren pelar porque se pican, no pasa nada; hoy los hay en bandejas ya pelados y estoy seguro que si al agricultor le hacen un buen encargo, se los entregarán listos para comer. Los he visto así en algún hipermercado.
Imaginen la sorpresa de la clientela de un establecimiento, si dentro de la oferta de postre, les dan la posibilidad de este delicioso final de comida. Además tienen la disculpa perfecta, en los establecimientos, para no poner muchos por ración: “tupen” -les pido disculpas por la vulgaridad, pero es una realidad bien conocida-.
Les cuento otra anécdota de años atrás. En la compañía de aquellos catalanes teníamos hoteles en el sur y en el norte. Con el tiempo, se compró una impresionante finca donde se cultivaba, sobre todo, plátanos. Teníamos también tomates, mangas, y con el tiempo se sembró hortalizas. Pero plátanos había para aburrir. Mi empresario me comentó de surtir a los hoteles de forma programada de todo lo que allí se cultivaba, y fue un éxito. Cuando las mangas eran prohibitivas, en nuestros establecimientos, los clientes tenían acceso a esta fruta. Pero, como les dije al principio de esta historieta, plátanos teníamos para dar y regalar. Por aquél entonces trabajaba con nosotros un ser humano que no conocía el no por respuesta. Alberto, que así se llamaba, -aprovecho para rendir homenaje a esta persona que tanto nos enseñó a los que trabajamos formando equipo con él-, era el responsable de toda la parte de alimentación del pequeño de los establecimientos: El Nopal. Se le pidió poner plátano todos los días de postre junto a otra fruta y otros postres elaborados. Pero como Alberto era una persona que no le gustaba repetir, sacaba cada día de la semana, plátano al natural, pero también, plátano elaborado de tantas formas diferentes que perdí la cuenta. Los clientes, por último esperaban a ver de qué forma presentaba su “postre especial”. Un verdadero éxito con fruta canaria. Mira por dónde, el tirar de esta fruta para servir en la restauración, sería una buena oportunidad, en estos momentos, para echar un cable a esa isla que tanto nos está preocupando: La Palma.
Por eso, desde este espacio que me ofrece www.canariasdiario-com, invito a los propietarios de hoteles, restaurantes y chiringuitos de playa, a usar la imaginación y presentar, también, productos naturales a los postres. Piensen en la cantidad de agricultores que empezarán a ver un futuro para sus tierras. Seamos egoístas si se prefiere, pensemos en el bien que le haremos al turismo, al ver los campos cultivados y no abandonados o en casi abandono como se ve mucho territorio cultivable de nuestras islas en la actualidad.
Por cierto, hablando de playas, en la de Los Cristianos, recuerdo a un lugareño que llevaba una carretilla llena de higos tunos, te los pelaba sobre la marcha y uno los cogía sin que él los tocara -asepsia total- El hombre, no sé si se forraría con la iniciativa -no recuerdo a cuánto cobraba la pieza-, pero nunca terminaba el recorrido con fruta dentro del carro.
Y, a quienes vengan de fuera de Canarias, les invito a pedir fruta natural en las comidas. Pregunten por el “banana Split” y prepárense a golpear fuertemente el sentido del gusto con esa delicia tan antigua como espectacular. Pidan un sabroso coctel de frutas frescas naturales. O soliciten el ya mentado higo pico fresquito con gofio o sin él. Háganlo uno de los días de los que coman fuera de sus hoteles. Y recuerden: un buen desayuno puede comenzar con una pieza, al menos, de fruta natural. Pero es que, además, en canarias se da tal variedad de frutas, que pensar en batidos, es tener claro que no tomarás uno igual a otro por mucho que tomes cada día esta sabrosa, refrescante y nutritiva bebida.
Entre todos conseguiremos -no me canso de repetirlo- que el campo vuelva a ser lo que era y en las fotos de nuestros turistas volverá la sonrisa verde.
Se me acaba de ocurrir, y no entiendo cómo se me estaba escapando, que si se consume fruta fresca a los postres, seguramente conseguiremos que no nos pongan más cubiertos que los que necesitaremos para pelar la ración que tengamos en nuestro plato. Una manzana, un cuchillo. Una pera, un cuchillo, Una ración de higos picos, un tenedor, porque serán pocos. Si pides un polvito uruguayo, tantos cubiertos como comensales haya. Si pides una deliciosa tarta de moca, y son cuatro personas en la mesa, tu ración vendrá acompañada de 4 cucharillas. Lo mismo pasará si pides un mousse de chocolate. Salvo que sean 5, en cuyo caso te pondrán una más. ¿Y, que pasa si la crema es de fresa? Pues que la restauración a la hora de poner cubiertos de postre no repara en gastos. Es, te dicen, para que las personas que están junto a ti, tengan la oportunidad de probar esa exquisitez que el chef ha elaborado. Que me pregunto yo, Si ellos quieren que se haga una cata, ¿por qué razón no la hacen con lo que les quedó en la cocina? ¿Por qué razón tiene que ser con la ración de uno? Aquí tienen un argumento más para pedir fruta fresca. Lo natural, no se comparte.
Cuando uno visita el mercado de Funchal o el de Ntra. Sra. de África en Santa Cruz, o cualquiera de nuestras localidades, sorprende ver los expositores de fruta fresca en los puestos preparados para llamar la atención de los clientes. Cuando recuerdo esa vista, me pregunto, porqué razón en algunos hoteles -los menos- de nuestro entorno isleño la exposición que veo, algunas veces, es de fruta de plástico.
¡Fruta de plástico!, ¿de verdad?
¿Qué será lo siguiente, árboles de “cartón piedra” en el campo?
No caigamos en ese error. Y preguntemos a nuestros restauradores:
¿Y la fruta, pa’ cuando?