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Un programa para un voto” (III…)

Por José Luis Azzollini García
lunes 31 de octubre de 2022, 11:29h

¡Que vienen! ¡Que vienen! ¡Que vienen! Y, al final, llegarán y nos volverán a coger a todos con el paso cambiado. Tratarán de introducir los cambios de “ningún tipo” en su forma de hacer política, y lo harán con la misma habilidad lingüística que acostumbran. Lo peor será que se volverán a ver las mismas caras sentadas en todos los hemiciclos. Cada vez que toca, viene sucediendo lo mismo y, obviamente, uno termina haciéndose la pregunta del millón: ¿Terminaremos, quienes votamos, haciendo algo para que quien obtenga “la poltrona” nos dé el servicio que esperamos de sus distinguidas señorías? ¿Conseguiremos depurar el sistema para que no se ocupen estos puestos de responsabilidad, por personas que hayan demostrado únicamente cobrar un sueldo? ¿Dejaremos de escuchar el dicho: “donde dije digo, dije Diego”?

En esa tesitura me encuentro en estos momentos, en los que ya se oyen los pasitos de “doña urna”, subiendo la escalera de las elecciones. Así que, NO teniendo ganas de esperar a que me vuelvan a poner delante un programa que después, poco o nada cumplirán; he decidido preparar mi propio programa por si algún político desea comprometerse a cumplirlo. Sería algo así como re-editar el argumento de “el disputado voto del señor Cayo”. ¡Un voto no gana elecciones, pero puede hacer granero! Así que, sin más preámbulos, Señorías que presentan candidatura a cobrar del erario público y a velar por el bienestar de este País -risas en off-, les ruego tomen nota de los siguientes puntos que deberán observarse en un programa para que, este ciudadano, les vote.

En primer lugar, y a modo de preámbulo, se evitarán todos aquellos mensajes electorales, vacíos de fundamento: “haremos…”, “lucharemos por…”, “Seguiremos…” y un largo etcétera de frases que parece que aportan, pero que solo hablan de vender “mantas”. Se aceptarán, únicamente aquellos proyectos que vengan con su razonamiento, cuantía económica y que además se sepa a qué partida estarán asignados -anotación del porcentaje, en el presupuesto general del Estado- y con el compromiso personal, en un acta firmado ante notario, de apartarse de la plaza que se ocupe si no se cumpliera la fecha de comienzo y finalización de la obra -o proyecto- así como con el presupuesto asignado. <<No es que no se confíe en ustedes sino que, desgraciadamente, ya existe mucha experiencia en obras que comienzan y tardan una eternidad en terminarse, amén de un aumento en los costes que después nadie asume>>

Sin dejar el tema de las grandes obras o monumentos para la posteridad. Este que suscribe, votará a quienes presenten a la ciudadanía el compromiso firme -siempre ante notario- de presentar a referéndum en cada ejercicio, su plan de grandes proyectos, para que sea, el pueblo, quien valore su utilidad.

En cualquier caso, se aceptará un programa donde el peso de lo natural, prevalezca sobre el ladrillo, y donde las oportunidades de crecimiento estén debidamente contrastadas con los recursos y con las necesidades del lugar. Se valorará positivamente todo proyecto que establezca, como prioridad imperiosa, la acción de “reconstruir” lo obsoleto, antes que construir más.

En materia de sanidad, algún apunte sin aparente dificultad. Únicamente, se aceptará como válido, al político que entienda que se habla de una necesidad a ser cubierta con idénticas condiciones; se ofrezcan de forma directa, se haga mediante delegación concertada. Esto significará que, se viva donde se viva, los convenios que se firmen con la sanidad privada, deberán contemplar el mismo tipo de servicio médico especializado que se pueda ofrecer en los hospitales públicos de referencia a cualquier hora del día y/o de la noche.

En materia de educación, otra pequeña anotación. La formación no deberá acabarse en las puertas de la Universidad, o en la de la Formación Profesional. El ámbito de actuación, deberá hacerse llegar, por Ley, a las propias empresas, en formato de formación continuada. De tal manera que se erradique, de una vez por todas, la frasecita que tanto repiten algunos de ustedes cuando se habla de que no se encuentra empleo, porque falta formación. Y, por si se les olvida, este compromiso y el anterior, también han de ir refrendados por la firma del fedatario público. ¡Les juro por Santa mentira, que no es capricho!

Una de las cuestiones que preocupa a la ciudadanía es la que responde a la pregunta: ¿para cuándo las listas abiertas? ¿Creen ustedes que por no insistir en la petición, se ha de entender que ya tienen domesticado al pueblo? Ya les adelanto que eso está muy lejos de la realidad. Tan lejos, que quien desee este voto, el mío, deberá presentar en su programa el plan para llevarlo a cabo, antes de las siguientes elecciones. Y además me van a permitir que, ya que se invierte dinero y esfuerzo en tener unas instituciones con una regla basada en la paridad, hombres/mujeres; también votaré aquel programa electoral que contemple un número de candidatos en sus listas, no inferior a un 20% de personas mayores de setenta años. ¡Aceptando, encantado, la paridad!

El resto de las peticiones que espero ver reflejadas en el programa que yo vote, estarán resumidas en el siguiente principio: El político deberá presentarse como un gestor de dinero público exclusivamente -sería bueno que cada periodo electoral, comenzara presentándose al pueblo, el montante total del dinero que se moverá-. Y, para ello, deberá empezar a hablarle a la población, siempre, haciéndole ver lo que cuestan las cosas que se pagan desde la caja común. Se pondrá mucho empeño en cuestionar todas y cada una de las partidas económicas que se asignen a festejos, a comilonas en restaurantes de primera línea, a usar los vehículos oficiales más allá de lo estrictamente indispensable -no hablo exclusivamente del Falcon, sino de cualquier vehículo-.¡Decir que no a las “detallitos”, costará! También costará empezar a negociar la reducción del número de gente que vive de “la política”, pero ya están tardando.

El programa que yo vote, será aquel que no se ajuste a lo que se crea que el pueblo quiere escuchar, sino a lo que cubra sus demandas. Ello, significará que siempre que falte una escuela por hacer; un hospital por reformar o por cubrir sus recursos; unas carreteras que asfaltar o mejorar; unos aeropuertos a determinar su magnitud; gente malviviendo y vagando; tanta gente en el paro y pidiendo ayudas para vivir; etcétera, pues no deberían hacerse grandes obras donde poner la correspondiente plaquita conmemorativa. Y, hablando de plaquitas, ya debería irse desterrando lo de poner nombres de personas en ninguna fachada de obra nueva. Solo debería figurar: el Organismo que puso en marcha su creación, y lo que costó. ¡Si quieren poner nombres, que pongan los de los contribuyentes! Usar la cartelería pública como publicidad, hace dudar.

Este es mi programa. Votaré a quien lo cumpla, o más se acerque. El que ustedes presenten, lo leeré -normalmente lo hago-, pero me costará votarlo si siguen con el mismo “elixir mágico”. Claro, que siempre les quedará la posibilidad de no atender a tanto caprichoso. En cuyo caso, sigan vendiendo el producto que ahora tienen. ¡Alguien lo comprará! O se aceptará como el “menos malo”.

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