Los Bancos. ¡Ay los bancos!
Cuando de lo que se trata es de hacer planes de marketing para la captación de clientes, estas empresas del sector de la banca, se llevan el premio. No hay temblores de manos, ni a la hora de trabajar con presupuestos por caros que sean, ni de aplaudir los mensajes y promesas que se emiten en esos argumentos publicitarios, por inverosímiles que parezcan.
¿Prometemos regalar una cubertería por la apertura de una cuenta? ¡Prometa! Perdón, añada, también los calderos y si nos traen los recibos de agua, la luz, el carrito del helado y a la suegra, regalemos también la cristalería.
¡Pero, pongan letra pequeña!, no vaya a ser un reclamo para los “busca chollos”
¿Prometemos que atenderemos a la gente con una atención personalizada en ventanilla y a cualquier hora? ¡Prometa! Y no se olviden de hacer especial mención a nuestra querida gente mayor. ¡Nuestros mayores!
Pero que no falte lo de la letra menuda, ¡eh!
¿Prometemos eliminar las comisiones en transferencias, pagos y cajeros? ¡Prometa! Es muy importante que se asegure, a la gente que tenga menos costumbre de usar los cajeros, que no tendrán que preocuparse por ese tema.
Lo de la letra menuda en este caso, no hará falta mencionarlo. Ya se sabe que el posible cambio dependerá de lo que hagan los demás bancos.
Así, entre promesa y promesa, se va confeccionando un plan estratégico con el que la banca -en general- se va haciendo con la situación de nuestras transacciones sin apenas moverse del asiento. Y esto último casi es literal y cada día que pasa, más literal se hace. No obstante, nos han metido con calzador -lo de con vaselina queda raro-, el de tener el propio banco en nuestros ordenadores y casi sin darnos cuenta nos hemos ido convirtiendo en personal bancario. En mi caso, concretamente, estoy a un “tris” de preguntar por mi cesta de Navidad. Si no lo he hecho aún, es por prudencia, no vaya a ser que me den un “tras”.
Cuando los desacuerdos con la banca, se comentan en foros de amigos, siempre surgen las soluciones más variopintas. ¡Denuncia a consumo las malas mañas!, te dicen algunos. ¡Monta el pollo en la propia oficina!, te espetan otros con aparente experiencia. ¡No dejes de reclamar!, te dicen a coro, todos. ¡Cámbiate de banco!, sentencian los más resolutivos. ¡Usa solo cash!, he llegado a leer. No se preocupe que me tiene a mí, te asegura el director de tu banco y su equipo, si tienes cita.
Y, es para pensarse cada una de estas alternativas. Algo habrá que hacer, para que la cosa, si no se arregla, al menos no vaya a peor. Aunque me temo que ya se llega tarde a casi todo. Lo único cierto es que, el cambio en la banca, es una de esas cosas que ha ido sufriendo su metamorfosis sin rubor de ningún tipo. Al menos para quienes mueven los hilos de dichas empresas financieras. En el resto de la humanidad, incluido el propio personal, sí que se ha notado algo de cambio de color en las mejillas. Se ha llegado a observar un aspecto melancólico en algunos casos -gracias a los ángeles custodios, son los menos- .
En mi caso particular, he ido practicando todas y cada una de las recomendaciones que he expuesto en el párrafo anterior, y he de concluir que el resultado sigue siendo el mismo. En la última ocasión que he tenido que resolver un pequeño problemita con un cargo indebido en una tarjeta que tengo en mi poder, tuve que solicitar la asistencia de “mi gestor” -así llaman ahora a quien te ayuda desde el teléfono si algo no entiendes en el uso de tu plataforma bancaria de casa- y la asistencia, muy amable por cierto, después de algunos intentos fallidos y de escuchar, no por primera vez, una alocución de telefónica donde se me indica que el número marcado no pertenece a nadie -un número, por cierto, que lo marca la propia plataforma-, fue que tenía que ir a mi sucursal -la única que queda en mi pueblo, porque las demás ya las han cerrado- ¿tú, te, ti, contigo?. Me presento en la oficina, tomo un ticket de orden de atención y me siento a esperar en un bonito butacón de diseño -hay 6 señoritas y dos caballeros trabajando pero ninguno, a excepción de quien me indicó que cogiera “la vez”, levanta la cabeza, ni para saludar-, me toca mi turno, me dan algunas soluciones, y se me indica que mi “problemilla” se solucionará retrotrayendo la cantidad cargada indebidamente, y me lo avisarán por correo. Se le indica que además de reintegrar la cantidad que comento en mi reclamación, yo deseo saber qué sistema de seguridad tiene este banco para que, lo ocurrido, no vuelva a suceder -esta vez ha sido una cantidad tan mínima que si no fuera por resolver esta duda, ni hubiese reclamado-. Todo me será explicado por correo. El correo llega, informando que ya me han devuelto la suma extraída, pero del resto de la duda “nati de plasti”. Tú, te, ti, contigo… tururú.
También he probado suerte cambiando de banco pero, mi banco me ha cogido tal cariño, que cada vez que lo hacía -fueron varias-, mi actual y desde siempre Entidad bancaria, compraba a la que había trasladado mi cuenta corriente. ¡Tú, te, siempre contigo, para tururú! He sido testigo de cómo desaparecían todas las sucursales, de todos los bancos que iban adquiriendo, más las suyas propias. Tanto es así, que ahora solo queda una -parece como si la política fuera algo así como “una por pueblo”, si el pueblo no es muy chico; en este caso, solo dejarían una foto- Pero no hay problema, porque el cajero, estará para atenderme y ya no tengo ni que poner la tarjeta pues ya aprendió a leer un microchip que han instalado en el plástico que llevo en la cartera. Y, si el cajero no funciona, siempre te dan una solución alternativa: ¡cajero no funciona, puede ir al siguiente más cercano! Pero, ¡oiga! Que el siguiente más cercano, está a 10 kilómetros. Pues eso: ¡tú te, ti, contigo, tururú! Como entenderán por esta realidad que, aunque caricaturizada, es cierta, no estoy por la labor de seguir cambiando de banco, pues tengo miedo a dejar a toda la población sin sucursales.
Y, lo de reclamar en los organismos oficiales, pues que quieren que les diga. Ya me fastidia que me tomen el pelo en el banco, como para dejar que se sume más gente a la ingesta de la poca melena que me va quedando. Si funcionaran -los Organismos Públicos- ya hubieran abierto una investigación, ¡hasta de oficio!, para ver si la cosa marcha como es debido o, al menos, como demanda la población para quien se trabaja.
No crean, también puede que algún banco crea que tal vez me vaya la fiesta y, en el fondo, no sea más que un ciudadano al que ya han convencido con lo del “tú, te, ti, contigo”. De momento, a quien así lo crea, le diré: “tururú”.