Cuando alguien sube desde San Andrés, en Tenerife, por la carretera de El Bailadero, comienza un ascenso entre las impresionantes montañas del macizo de Anaga, que casi le hace tocar las nubes. En algunos días, se llega a tener esa sensación, por la bruma que se desparrama entre los peñascos y barrancos. Una vez arriba, y atravesando un túnel de los excavados en la piedra a base de pico y pala, se accede al “otro universo”. El de Taganana. Un caserío, al que se accede por una pronunciada carretera de bajada. Hay quien le produce tanto vértigo que prefieren no bajar hasta el fondo y contentarse con ver el paisaje desde la atalaya que le ofrece el escaparate a la salida del túnel. ¡Ellos se lo pierden! Bajar hasta el fondo de ese conjunto de montañas y barrancos, puede que produzca algo de miedo, pero la satisfacción es tan inmensa que el que prueba, repite.
Me decía una persona a la que conocí el pasado sábado que ella, siempre que vienen amigos de la península suele llevarlos a contemplar de cerca todos esos rincones que esconde Anaga. Yo les confieso que hago exactamente lo mismo. Ningún familiar o amigo de los que ponen en mis manos la posibilidad de organizar un viaje turístico por la isla de Tenerife, se perderá la visita a este bello rincón. Nadie dejará de tener la sensación de pasar por los túneles del macizo. El de Taganana y el del tiempo que les transportará a un universo de naturaleza viva y floreciente.
A esto le llamo yo subida y bajada. Subir hasta alcanzar el cielo y bajar para tocarlo. Subir para admirar la obra que la madre naturaleza ha esculpido y bajar para disfrutar de lo que la humanidad ha sido capaz de aportar para adaptarse a vivir en esa zona. Se me antoja difícil imaginar a los habitantes de hace algunos siglos, viviendo en aquellos lares y conviviendo con otros pueblos de la isla de Tenerife. Sin embargo, allí vivió y vive gente; se formaron familias y comercializaron sus productos. Tanto nivel se alcanzó que la gente del lugar llegó a organizar, con personal del entorno y sus propios medios, un regimiento de milicianos para la defensa de sus tierras y la de los demás.
En este pasado sábado, se llevó a cabo en Taganana, la conmemoración de un hecho relevante que, alguien con muchísima dedicación y conocimiento, D. Luján González Izquierdo ha sido capaz de documentar para que la humanidad entera y la de Tenerife en particular, sepa hasta dónde puede llegar la importancia del pueblo tagananero. Posteriormente, se contactó con otro de esos seres especiales que todo lo que tocan lo convierten en éxito, D. Julio Rodríguez de Castro, y así han conseguido llegar a una representación en formato de teatro popular que para así lo quisieran las grandes producciones de teatro. A eso, no sé cómo lo llamará quien lea este artículo, pero a mí me apetece llamarlo “subidón”. Esa alteración de adrenalina, llega cuando ves a más de una centena de personas que en su quehacer diario no consta lo de actrices o actores, pero que bajo la batuta del Señor Rodríguez, se convierten en Labradores, tejedoras, alguaciles, milicianos, capitanes, tenientes y hasta alcaldes. Sin duda es un subidón. Todo eso se hace con más amor que otra cosa, pues las ayudas públicas no parece que hayan estado a la altura del evento. Eso puede ser uno de los bajones a los que me refiero en el título.
Subidón es cuando ves que el propio párroco de Taganana, Don Silvestre Gorrín Rivero, aporta el estar a prisa en la plaza de Las Nieves, después de haber oficiado misa en Afur, y así poder ayudar con el repique de campanas que está en el guion que sonaran en señal de alarma. En el “Toque de a Rebato”, que se representó, se describe que tienen que tañer en un momento concreto. Además, permitió que en el balcón de su propia vivienda se instalase un operador de cámara para inmortalizar el momento en soporte audiovisual. Bajón, sin embargo, es el que el equipo de sonido no pudiera usarse por motivo de una posible lluvia que amagó con llegar a destiempo. Si se hubiese esperado un fisco más, se hubiera constatado que los rezos, plegarias a los santos -el mío es San Antonio Bendito- y/o tal vez la casualidad -por aquello de contentar a las personas no creyentes- dieron su resultado y la lluvia según amenazó con llegar, pidió asilo en el mismo mar y no se atrevió a subir la ladera. Le pasó lo que a Nelson: ¡se equivocó de contrincante a batir!
Subidón es ver una plaza abarrotada de gente, hasta donde se podía, cumplir con el silencio que se le solicitó desde la organización. La actuación había de llevarse a cabo a “viva voz” pues no se podía contar con los medios técnicos apalabrados -el furgón del equipo de sonido no pudo ser testigo del cambio atmosférico-. El mutismo fue tan bestial que daba hasta miedo. Hasta la muchachada menuda, pareció entender la necesidad de dejar que solo se oyera a quienes tenían que declamar en sus roles correspondientes en la obra que allí se representaba. Bajón es constatar, una vez más, que en la parte política se notaban algunas ausencias significativas. También es verdad que esas faltas se minimizaron por la presencia de quien sí estuvo -gracias por estar ahí-. Me pregunto quiénes, de los que no vinieron, se lo hubiera perdido, si hubiera asistido alguien de la Casa Real, o del Gobierno de la Nación o el mismísimo Barack Obama -a todos ellos y desde www.canariasdiario.com, se les cursó invitación formal en un artículo de quien suscribe (“invitación desde una placa…” mayo 22, de los corrientes)-. ¿Por dónde cae Taganana?
Subidón es ver la implicación que, la gente joven del pueblo de Taganana, llegó a alcanzar para que no faltara de nada en esta representación popular. Los decorados para los laterales de la plaza, loneta con la imagen de la Virgen de Las Nieves para cuando el capitán le rinde honores en su regreso de la contienda, todo tipo de attrezzo, vestuario y demás utensilios y herramientas que complementaran todas las escenas cotidianas que allí se iban a escenificar, etcétera. Todo estaba listo y a punto. Por haber, había hasta una roca desde donde se especifica que el Alcalde la época, Don Andrés Perdomo Álvarez, debía arengar a la tropa en su descanso en Roque Fortaleza, camino a Santa Cruz. La roca hacía falta y Estefanía y Haridian, se encargaron de fabricarla partiendo de un palé.
Entre subidones y bajones, se pudo dar por finiquitada otra representación del evento en el que participó el pueblo de Taganana y la Gesta del 25 de Julio. En 1797 consiguieron que los ingleses no cumplieron su objetivo y en 2023, han ayudado a recordarlo. A mí, aún me tiemblan las piernas al ver aquella plaza aplaudiendo la representación en la que participamos algo más de cien personas. El año entrante, más. Ya se han puesto manos a la obra. Ahora falta saber en qué grupo querrán estar nuestras autoridades: ¿en el grupo de los subidones o en el de los bajones? Recuerden: todo este tipo de eventos crece, a medida que se empeñan en fomentarlos, no solo con “dinero”. Si se quiere que este acto marque una referencia cultural, habrá que aportar “El dinero”.

Taganana representación Gesta 25 de Julio, derrota de Nelson