Una de las más tiernas manifestaciones de la religiosidad popular cristiana es la atenta escucha meditativa de las siete expresiones que Cristo pronunció el primer viernes santo de la historia desde la cruz a la que fue clavado como resultado de un injusto juicio y como ocasión redentora. En estas expresiones -siete palabras- la cadena de discípulos de Jesús de todos los tiempos han descubierto el testamento espiritual y un modelo de afrontamiento de la vida y la semilla de una confianza que hace dichosa a la persona humana.
Este jueves, en la Catedral, a las ocho de la tarde, la Orquesta Sinfónica de Tenerife va a interpretar Las Siete Palabras de Cristo en la Cruz de Cesar Franck, compuesto este concierto probablemente para la Semana Santa de 1860. Una joya nunca escuchada en nuestras Islas y que se estrena en vísperas de la Semana Santa de 2022. Una ocasión extraordinaria cuando, tras dos años de limitaciones a la piedad popular, este año volverán las procesiones a la calle como expresión de lo que se celebra dentro de los templos.
No me resisto a ponerlas por escrito, como gesto de preparación a este tiempo intenso de la Semana Santa, y como discurso elocuente de un moribundo: 1.- “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”. 2.- “Hoy mismo estarás conmigo en el paraíso”. 3.- “Mujer, he ahí tu hijo. He ahí tu madre”. 4.- “Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado”. 5.- “¡Tengo sed!”. 6.- “Todo está consumado”. 7.- “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”.
Seguramente hay discursos más largos, pero no creo que más elocuentes. Es lógico que los artífices de las cosas bellas, del arte en sus múltiples manifestaciones, hayan intentado derramar sobre estas palabras el vino bueno de su buen hacer. Es lógico revestir con los tapices sonoros más bellos la elocuencia de un discurso definitivo como este.
Me quedo con una de ellas que, a mi pobre entender, las resume todas y les da sentido a todas: “Tengo sed”. Es la consecuencia física de la situación que experimenta, pero es también la causa de aquel momento definitivo. Dios quiso tener necesidad de diálogo con el ser humano y asume lo humano hasta el extremo más oscuro del vivir: la muerte. La sed en sus manifestaciones psicológicas de anhelo y deseo, de búsqueda e inquietud, de esperanza en un encuentro. Es una imagen loca de ternura y amor que la fuente tenga sed.
La madre teresa de Calcuta, Santa Teresa de Calcuta, les propuso a las Misioneras de la caridad -la congregación por ella fundada y que intenta llevar adelante ese extraordinario carisma de amor al pobre que muere-, que, en las capillas de las comunidades religiosas, junto a la imagen de Jesús crucificado, pusieran esa expresión. “Tengo Sed”. Y que escucharan ese grito de Jesús en tantos crucificados por la historia de pecado que nos envuelve y que siguen clamando su necesidad.
Está muy bien retomar las manifestaciones externas de la Semana Santa. No digo solo que esté bien, sino muy bien. Pero sin olvidar que hoy, aquí y ahora, hay gritos sonoros y sordos de multitud de personas que tienen sed. Es bueno ponerle música a este grito, porque seguro nos despierta a redimir la historia descubriendo a los sedientos más pobres y no atendidos.