… o lo que es lo mismo, un aprobado por los pelos. Por un solo voto, el Presidente del Gobierno ha conseguido que la nueva Ley de Educación se aprobase en el Congreso de los Diputados. Escuchaba ayer en un programa de radio a Pedro Sánchez hablar de diálogo, consenso y negociación. Estos tres principios son los que el Presidente, en la toma de posesión de sus Ministros, les inculcó como hoja de ruta en su trabajo de gestión pública.
Pues ninguno de los tres se cumple en la que puede considerarse como una de las leyes fundamentales del Estado. Ahora mismo, en el momento en que el sistema educativo se está reubicando, aparecerá una nueva normativa que provocará otro vaivén en los centros educativos.
Creo que el gobierno del Estado no es consciente de lo que supone la aprobación de esta nueva ley para el día a día de la gestión educativa. Pero esto no es más que la punta del iceberg. ¿Y por qué digo esto? Pues por dos motivos muy claros.
El primero, tras la aprobación de la Ley tiene que desplegarse un sinfín de normativas para dar cabida a la nueva norma, con lo que todos los miembros de la comunidad educativa tendrán que volver a ponerse al día en aquellos aspectos que hayan sido modificados, y, por tanto, reestructurar los centros educativos con el consiguiente perjuicio para los que nos dedicamos a tan honorable labor de la educación.
El segundo, más político, hace acolación a la rebeldía que van a protagonizar aquellas comunidades autónomas gobernadas por partidos que no han apoyado esta Ley. En este sentido, la consecuencia está muy clara. Al final, los perjudicados son los alumnos. Y, como vengo escribiendo desde hace un par de años, los alumnos son el epicentro de las decisiones educativas.
Con este panorama, no vamos dirigidos a otro camino que el de la confrontación y el de maximizar las brechas sociales, educativas y culturales. Si no fuera suficiente con lo que estamos viviendo con esta pandemia, ahora le añadimos al examen una pregunta más que ha sido rechazada por la mitad menos uno de la clase.
Reitero que esta Ley no es la que necesita nuestro país ahora mismo. Me da igual la Religión o la educación sexual. Pero no me da igual el castellano y la supresión de libertad. Principios constitucionales. Me produce tristeza pensar que vamos a seguir creando alumnos que no van a ser libres de pensamiento. España necesita competir con el resto del mundo en talento y capital humano. Y esta Ley no lo promulga. Miremos a Japón. Ellos han modificado el sistema de cabo a rabo pensando en el futuro. Nosotros seguimos con rencillas de un recreo del pasado.