Que el sistema educativo está desactualizado para los tiempos que corren, lo sabemos. Para dar respuesta a la realidad de pasado mañana, será antediluviano.
Lo he dicho alguna vez: La educación actual está definida bajo parámetros de la primera Revolución Industrial mientras que ya estamos en la Cuarta (dentro del Gran Reinicio, según las mentes pensantes de Davos).
Los objetivos de la enseñanza tradicional van por un lado y la economía real, por otro. Mientras la escuela enseña a formar trabajadores, el empleo se va a pique y las tareas autónomas pronto serán cosa de la Inteligencia Artificial.
Mientras que en el colegio se potencia el mensaje de que el trabajo dignifica y que trabajar más que el resto permitirá tener la mejor casa o el mejor coche, nadie nos dijo que esas posesiones son pasivos. Eufemísticamente se les conoce como “bienes” cuando en realidad son “males” porque, para conseguirlas se debe trabajar duro con la pérdida de calidad de vida que conlleva y, además, ni la casa con piscina ni el todoterreno, aportan dinero a tu economía. Al contrario, hay que mantenerlos y cuestan mucho dinero.
En el colegio nunca se habló de fiscalidad. Trabajar más horas te da por un lado la súper casa y el súper coche pero, si no conoces la tributación, te esquilma por el pago de impuestos, por otro.
Se hablaba del trabajo pero nadie explicó que alguien debía crearlo y que el que da trabajo a otros debe pagar un pico de seguridad social por cada empleado por algo con un nombre decimonónico como es la “cuota obrera”. O que a Hacienda le da igual que seas rico o vivas bajo un puente porque siempre te cobrará un 21% de IVA por lo que compres. O que tributarás por el dinero que ganes y si compras un bien con esos ahorros, volverás a tributar. Y que, cuando mueras, tus herederos volverán a tributar por ese bien. Cuántas decisiones hemos tomado de manera pésima desde el punto de vista impositivo y nos han empobrecido un poco más. Con una estrategia impositiva correcta se puede llegar al mismo sitio pero tributando menos.
Mientras en el colegio enseñaban que los préstamos ayudaban a conseguir tus sueños, incluidos los estudios universitarios, nadie nos explicó que la deuda puede ser buena, mala o nefasta. La crisis hipotecaria de 2008 dejó claro que una casa es un pasivo y la hipoteca anexa, un lastre para toda la vida.
Mientras en el colegio nos enseñaban aquello de “allá donde fueres, haz lo que vieres”, en realidad, las inversiones exitosas han de ser las contrarias a las de la mayoría. “Cuando mi limpiabotas invierte en Bolsa, yo lo vendo todo”, (John D. Rockefeller, durante décadas el hombre más rico del mundo).
Mientras en la época escolar brilla por su ausencia la asignatura de creación de empresas, los desempleados, que llenan las listas de demandantes de empleo, intentan buscar una salida y emprender, explotando aquella capacidad o conocimiento que les diferencia (todos la tenemos) pero no saben ni por dónde empezar. Un mal estudio de mercado o un mal plan financiero puede acabar de arruinarles para siempre.
Mientras la economía se va a pique, en el colegio nunca se habló del dinero ni de cómo protegerlo ante las crisis buscando reservas para su valor.
Algunos docentes sí hablaban del dinero. Le culpaban de los males del planeta. Ese razonamiento viene de atrás y de falta de información. En la Edad Media se pensaba que el dinero era un juego de suma cero. Si alguien obtenía más dinero es porque se lo quitaba a otro. Por eso a los ricos se les asocia con la avaricia y el egoísmo. Mateo apóstol anunció que “es más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja que entre un rico en el reino de los cielos” (Mateo 19,24).
Más tarde se inventó el crédito y la reserva fraccionaria hizo el resto para crear dinero nuevo de la nada. Fueron los orígenes del capitalismo y quienes se lanzaban a crear negocios, gracias al crédito, hacían que el pastel fuera más grande y ganar dinero no implicaba empobrecer al vecino. Nadie nos habló de esto en el colegio. Ni de los efectos negativos de un exceso de deuda como la actual.
Tampoco nos hablaron de que el "egoísmo" podría no ser siempre malo. Me refiero al de un emprendedor por querer ganar dinero montando un negocio, sacrificándose y arriesgando su dinero con el objetivo de hacerse rico, genera empleo y paga impuestos.
Otra cosa que nos dijeron en el colegio es que hay que trabajar duro y ahorrar para afrontar dificultades futuras. Pero ahorrar cuando se está imprimiendo tanto dinero, desde los bancos centrales o creando dinero los bancos comerciales dando crédito y reteniendo un bajo coeficiente de caja, hace que los ahorros, fruto del sacrificio pasado, valgan cada vez menos. La inflación (palabra inexistente en todo el ciclo educativo) se encargará de empobrecer a los ahorradores.
También decían que si trabajas duro tendrías una buena pensión. No habrá base trabajadora para tantos pensionistas en pocos años.
La educación no enseña nada sobre riqueza ni sobre dinero. No es culpa de los profesores sino del sistema educativo cuyas materias no ayudan al alumnado a sobrevivir en un entorno hostil como el que nos viene. Mejoraría una mayor presencia de conocimientos sobre economía real y educación financiera.
Timoteo dejó dicho que “el dinero es la raíz de todos los males” (Timoteo 6, 10). Todo lo contrario. La causa de todos los males la trae la pobreza o la pérdida de los ahorros, motivadas ambas por la falta de conocimiento sobre el funcionamiento del dinero.