Vivimos en mundos paralelos y ostensiblemente distintos porque la revolución tecnológica nos está pasando por encima como un tsunami. No hay tiempo para aprender y cuando has aprendido algo (un mínimo porcentaje sobre el total), tienes que volver a comenzar de cero porque han aparecido nuevas aplicaciones; porque has perdido el móvil; o simplemente porque se te ha colado un virus en el ordenador y se ha cargado los programas, el disco duro y todo lo que se ha cruzado en su camino.
Y eso ha ocurrido por no haber sido capaz, entre otras cosas, de recuperar los “puntos de restauración”, que había liquidado también el susodicho “cibervirus”. Me lo tendrían que haber explicado con detalle cuando estudiaba con ahínco a mis 18 años, mecanografía y taquigrafía, la primera con una de esas Olivetti de color verde aceituna. También me podrían haber avisado que mis 300 pulsaciones por minuto no servirían de nada cuando “Siri” o “Alexia” se cruzarán en mi camino años después.
De ahí mi afirmación de que vivimos en mundos paralelos y distintos: me refiero a los que como yo cruzamos ese mar de innovación con un patito de goma rodeándonos la cintura y un flotador en cada brazo, frente a los que idean,diseñan, crean y ejecutan esos ciberataques a pequeña y gran escala. A corto plazo los hackers informáticos se convertirán en otro de los “poderes” a tener en cuenta del mismo modo que durante décadas se ha mitificado el llamado cuarto poder de los medios de comunicación.
Los ejemplos de ciberataques a todos los niveles los tenemos reflejados en los medios a diario, desde el reciente robo de millones de pesos en bancos de México, pasando por los ciberataques previos y durante la consulta independentista en Catalunya, hasta esos ataques en pequeña escala, aparentemente sin mayores consecuencias que el de dejar sin ordenador un par de días a algún ignorante cibernautas como yo.
A día de hoy uno de los objetivos prioritarios de cualquier Estado debería centrarse en intentar blindarse de la mejor forma posible en esa batalla que se nos viene encima y para la que, como en otros frentes, se necesitara más que nunca la estrecha colaboración de todos.