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Chipre: cautelosa esperanza

martes 04 de julio de 2017, 03:00h

El conflicto de Chipre, país que, desde la invasión turca de 1974, está dividido en dos estados, la República de Chipre, de población de etnia, cultura y lengua griegas, reconocida internacionalmente y miembro de la Unión Europea, y la República Turca del Norte de Chipre, de población de etnia, cultura y lengua turcas y solo reconocida por Turquía, que mantiene en la isla un importante contingente militar, destinado a mantener la seguridad de la población y del territorio turcochipriotas y también, por supuesto, a garantizar el «statu quo» más favorable a los propios intereses de Ankara, que no necesariamente son los mismos que los de los chipriotas turcos.

La invasión turca se produjo como reacción al golpe de estado de militares grecochipriotas propiciado y alentado desde Atenas, que pretendía la unificación de la isla con Grecia, la «Enosis» (unión en griego). Desde entonces se creó una división del territorio en dos partes asimétricas, según una línia de separación este-oeste, cuya parte norte, un tercio de la isla aproximadamente, es la zona turca y la parte sur, la zona griega. La capital Nicosia también quedó dividida en dos, convirtiéndose así en otra ciudad partida por una frontera impermeable para sus habitantes. La división supuso el traslado masivo forzoso de todos los habitantes de cada comunidad que vivían en el territorio adjudicado a la otra, incluyendo la capital.

Durante décadas ambas comunidades han vivido completamente de espaldas y sin ninguna posibilidad de visitar el territorio de la otra, salvo en contadísimas y excepcionales ocasiones. Hace algunos años se llegó a un acuerdo que mejoró un poco la situación, al permitir, bajo ciertas condiciones estrictas, el desplazamiento entre ambas zonas, pero el conflicto ha permanecido enquistado hasta el día de hoy.

En 2004 se produjo la adhesión de Chipre a la UE, lo que pudo haber supuesto la ocasión perfecta para la reunificación de la isla, pero la intransigencia de todas la partes lo hizo impossible, por lo que, aunque de acuerdo con la legalidad internacional Chipre es un solo país y, por tanto, todo él pasó a formar parte de la UE, en la práctica solo la parte grecochipriota lo hizo. Se da por consiguiente la paradoja de que aunque los ciudadanos turcochipriotas son legalmente ciudadanos de la unión, en la práctica no lo son, ya que ni su gobierno, títere de Ankara, ni Turquía así lo reconocen.

A finales del año pasado se retomaron conversaciones para la reunificación auspiciadas por la ONU y la UE y con la presencia de los denominados garantes de la seguridad de los chipriotas, Grecia, Turquía y el Reino Unido, este último como potencia colonial administradora que concedió la independencia en 1960 y que mantiene dos bases militares en la isla, que tienen la consideración de territorio británico. No mueve a confianza la presencia de Grecia y Turquía, archienemigos históricos y causantes directos de la situación de la isla, pero no cabe duda de que ninguna solución será posible sin su aquiescencia.

En estos últimos meses las conversaciones han pasado por fases de moderado optimismo y otras de ruptura casi irremediable, pero en los últimos días, con la implicación directa del secretario general de la ONU Antonio Guterres, parece que se han realizado grandes avances en el entendimiento entre los responsables de ambas comunidades, que están negociando en la estación suiza de Crans-Montana.

El mayor escollo parece ser el de la retirada de las tropas turcas estacionadas en la isla. Turquía se niega en redondo, incluso a que sean sustituidas por tropas internacionales bajo el mando de la ONU. Pero se ha abierto una pequeña puerta para una cautelosa esperanza, ya que, al parecer, el gobierno de Ankara sí podría aceptar reducir su contingente militar hasta en un 80 %.

Chipre es el único estado dividido de la UE. Si bien es cierto que se trata de una situación heredada, la resolución de esta anomalía debería ser prioritaria para la Comisión y los gobiernos de los países miembros. El interés de los ciudadanos chipriotas, de todos ellos en conjunto, debería tener preferencia sobre las desconfianzas históricas entre griegos y turcos y la UE debería alzarse como garante del pleno respeto a todos los ciudadanos de todos sus países miembros y, por tanto, de los derechos de los turcochipriotas que, en este conflicto, son la parte más perjudicada, ya que viven en una jaula de la que les es difícil salir, dependen completamente de Turquía y no pueden ejercer ni disfrutar de sus derechos como ciudadanos europeos.

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