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Hospitales enfermos

sábado 14 de enero de 2017, 09:29h

Las organizaciones sanitarias presentan las mismas tendencias que la sociedad a la que sirven. No creo que nadie se sorprenda si afirmo que también en el hospital se aprecia la crisis de principios y valores que se observa en la calle.

Y esta percepción no tiene que ver con el nivel técnico de los profesionales, que es muy alto. Ni con la dedicación y el celo de la mayoría de trabajadores que es muy importante. Está relacionado, en su mayor medida, con el deterioro del clima organizacional y los ámbitos directivos intermedios.

Los hospitales, en general, son organizaciones complejas, en las que confluyen muchos intereses personales. Lugares en los que en demasiadas ocasiones se olvida que el objetivo principal y único es velar por la salud de los ciudadanos y atender a los enfermos. Espacios en los que se identifican con demasiada frecuencia grupos organizados dedicados, casi en exclusiva, en defender sus prebendas. Grupos preocupados y ocupados en sus cuitas personales.

Algunos servicios, no solo clínicos, tienen una hoja de ruta apartada del interés general. Con jerarquías dinásticas que se comportan como casta pura y dura. Grupos avezados en aprovechar hasta la náusea sus contactos políticos o sus ascendentes para perpetuarse. Individuos con habilidades truculentas para simular el cumplimiento de objetivos que no han alcanzado.

A estos entornos les delata la manifiesta incapacidad para crear espacios para la autocrítica y detectar disfunciones e ineficiencias. Entornos en los que se ha dejado de conjugar la ética y donde lo importante no es que funcione bien sino que no se note que se trabaja mal.

La amenaza está ahí y lo mejor es asumirla. Recuperar la meritocracia para la designación de los cargos intermedio, abandonar la cultura del castigo y del miedo para pasar a la de la mejora y la seguridad no es una opción, es una necesidad perentoria.

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