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Afirmaciones modernas

Por Jaume Santacana
miércoles 31 de agosto de 2016, 03:00h

Tres ejemplos:

Una iglesia abarrotada de invitados. Un altar repleto de lirios blancos. Rito católico. Un sacerdote ataviado a la usanza. Un par de tortolitos casaderos. “Emeterio, ¿quieres por esposa a Herminia, en lo bueno y en lo malo, a las verdes y a las maduras, hasta que la muerte os separe?”. “La verdad es que sí”.

Sala 4 de la Audiencia Nacional. Un magistrado togado y un jurado popular. Abogados y fiscales. “La noche de autos, a eso de las cuatro, ¿mató usted a Don Serafín a pedradas?”. “La verdad es que sí”.

Comedor-sala de estar de un piso. Un padre y un hijo, un menor. Añicos de porcelana esparcidos por el suelo. “¡Hala, niño, esta vez te has cargado el jarrón de la época Ming! ¿Pero tú eres gilipollas, chaval?”. “La verdad es que sí”.

Es bien cierto que el lenguaje se adapta no sólo a las circunstancias sino también a los tiempos. Hasta hoy era una verdadera desgracia que para responder afirmativamente a una pregunta tuviéramos que echar mano únicamente de la palabra “sí”; nos quedábamos cortos, como si dijéramos. “Sí” es una expresión excesivamente breve como para ser comprendida en toda su rotundidad. Se necesitaba un refuerzo. Pues bien, ya lo hemos encontrado. Los futbolistas -que son colosales inventores de nuevas fórmulas lingüísticas- han sido el colectivo que más ha luchado para hallar una solución digna a este problema. Inmediatamente, los cantantes y los políticos se han agarrado a esta brillante innovación con creces y con una celeridad cósmica.

“La verdad es que sí”. Claro, ¿cómo no se le había ocurrido a nadie que la simple y débil aseveración tradicional necesitaba ser culminada por un añadido contundente y rotundo? La verdad es que no; que no se le había ocurrido a nadie.

Puestos a rizar el rizo, ya sólo nos queda esperar unos cuantos días para que veamos como alguien -¿quizás otro jugador de balompié?- le dé la vuelta a la tortilla y responda a la pregunta de un periodista con un “la mentira es que no”. Esta fórmula permitiría una afirmación tan limpia como la que más pero utilizando una figura de dos negaciones que daría como resultado una respuesta afirmativa. Sería aquello del “España va bien” o, en su lugar, “España no va mal”. Esperen y verán.

En cualquiera de los casos, la erosión a que están sometidas todas las lenguas es proporcional a los avances tecnológicos. Cuantos más micrófonos se les pongan delante a la pandilla de indocumentados que pululan por los medios de comunicación, más avanzarán los idiomas en cuestiones de estilo y pureza léxica. Con el material publicado (sea en formato escrito o digital) pasa la mismo. El deterioro generalizado del uso de las lenguas es de tal calibre que pronto sólo nos quedará Paris (sí, sí, sin tilde). Como ya nadie sabe quién era Paris, el héroe troyano hijo de Príamo, pues ya se le puede quitar el acento; ya no hay posibilidad de confusión ninguna. Y así, es cuestión de ir reduciendo el vocabulario y las normas básicas de ortografía.

¡Ya te digo!

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