Una forma de perder, es vivir con miedo, y hay verdaderos genios en utilizar el miedo, para que perdamos oportunidades, o para lograr lo que ellos quieran.
En estos últimos años se ha jugado con tres grandes miedos para que, no sólo nada cambie, sino para que retrocedamos. Con el miedo al terrorismo islámico y argumentando seguridad, se retrocedió en libertad a cambio de seguridad; con el miedo a la crisis y argumentando razones económicas, se retrocede en derechos sociales y laborales; con el miedo a no lograr ni un ligero cambio, se están perdiendo oportunidades de lograr grandes avances en participación y renovación.
Todos esos miedos son reales, las amenazas existían y existen, algunas más lejanas otras más cercanas, pero también las dudas. La duda de que si hubiéramos sido algo más valientes esos peligros hubieran sido oportunidades. Oportunidades para aislar a los fanatismos con el diálogo, debilitar la codicia con la solidaridad, y mejorar la participación y la vida política, con ideas y renovación.
Aún estamos a tiempo de convertir esas amenazas, esos peligros, en oportunidades para mejorar. Es muy simplón reducir al absurdo para decir que son demasiadas buenas intenciones y que no se puede tener todo. Cuando se tiene tanto miedo que no se llega ni a pensar en otras soluciones, sí se llega al absurdo. Es decir, cuando antes de rendirse al miedo no se piensa en si es posible lograr más, es cuando el miedo ha vencido. Es el truco más sencillo para no avanzar: así, si alguien habla de pensar en hacer unos mercados más centrados en las personas y menos en los beneficios, le llamarán insensato comunista radical, sin ni siquiera oír cuáles son las soluciones que plantea. Si alguien dice que antes de empezar una guerra o demonizar a toda una cultura, habría que distinguir entre radicales y fomentar el diálogo, te llamarán blando, ignorante o algo peor. Si hablamos de que hay que renovar caras e ideas de los sistemas políticos democráticos actuales, antes de oír tus propuestas te llamarán utópico o idealista.
Hay gente experta en argumentar tantos temores y peligros que la gente más sensata es incapaz de pararse un día y, antes de rendirse al miedo, sentarse y usar la imaginación y el valor para estudiar otras posibilidades. Cuidémonos mucho porque esos expertos siempre sobreviven, un ejemplo pueden ser los mismos que dirigieron la economía que nos llevó a esta crisis. Ellos alimentan el miedo al derrumbamiento de toda la economía para seguir dando las soluciones ellos mismos. Y lo hacen de tal manera que todas las otras posibles soluciones no son ni escuchadas, ni tomadas en consideración.
En tiempos muy recientes aquí es España nos vienen advirtiendo: -o nosotros o el caos- y que curioso ha vuelto a funcionar, ahí les tenemos de nuevo (con bastante menos poder), pero galleando nuevamente, vendiendonos de nuevo su impostura, su latrocinio y austericidio mermado por las urnas. En una democracia secuestrada por el "Síndrome de Estocolmo".
Pregunta retórica: ¿Puede una víctima votar por su victimario? Alguien que roba, tortura, reprime, saquea y humilla sistemáticamente a un pueblo, ¿puede salir victorioso en unas elecciones limpias? Aquel que exhibe con impudicia –impune- en los hechos, su obscenidad manipuladora, sus derroches, sus corruptelas, su servilismo, su entreguismo… su estulticia, ¿puede ganar el voto de una mayoría y representarla? Esos que se muestran circenses y faranduleros, insensibles al dolor popular, embriagados con su “vida empresaria” o “funcionaria”, henchidos de glorias fraudulentas, desfigurado el rostro por su mentalidad corrupta, deformados por su ignorancia y señalados como delincuentes, criminales y traidores… todo junto y por partes ¿pueden ser líderes en una sociedad verdaderamente democrática?. Pues sí, aquí en España -es que sigue helando el corazón- son elegidos, son nuestros lideres. Como "como dios manda" que dirían los mismos.
Pero es más fácil tirar del miedo que pensar. Es más fácil crear más miedo en el corazón de la gente, que parar esos temores y pensar en nuevas soluciones. Quizá es el ritmo en el que vivimos, o la inercia de tomar siempre las mismas soluciones o de escuchar a los mismos. ¡Viene la crisis! ¡Corre! ¡No hay tiempo! ¡Los mercados se caen! ¡Hagamos caso a quien dirigía todo esto hasta ahora porque ellos sabrán que hacer! ¿Para qué oír otras voces?. Cuando ya pase todo, de nada servirá sentirse culpable. La oportunidad de mostrar, por ejemplo, que el sistema económico donde hoy mandan los especuladores hay que cambiarlo, ya habrá pasado. Los especuladores y distorsionadores del mercado, volverán a reinar y los mismos que crearon el miedo y que dirigían antes, seguirán dando las respuestas.
Supongo que en momentos determinados el miedo se pierde porque si no fuera así, aún seguiríamos viviendo en la edad feudal por miedo a no tener la protección del señor, sólo navegaríamos pegados a la costa por miedo al océano, seguiríamos viviendo sin democracia por miedo a que la gente no supiera votar… Se trata de actos de valor que nos hacen avanzar: algunos pasos grandes, otros pequeños, pero todos ellos con el punto común de asumir riesgos y dejar miedos atrás por valores mayores. Como diría Aute (aunque sea muy famosa la versión de Silvio) “vivir era búsqueda y no una guarida”.
Sí se Puede, abandonar el miedo.