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El entierro de la RASD

Por Abdel-Wahed Ouarzazi
martes 02 de diciembre de 2025, 15:20h

Como cada año, tras los excesos y las variopintas máscaras carnavalescas, llega el entierro de la sardina que pone fin al pecado en una ceremonia festiva que despide lo viejo para dar paso a lo nuevo.

Sin embargo, este año 2025, la sardina no tiene escamas ni está enlatada, sino vestida de uniforme destartalado, con sandalias chamuscadas al sol de Tinduf, enarbolando caducas consignas del siglo pasado.

Supongamos que hablo de la milicia del Polisario que, tras décadas desfilando con el estandarte de la autodeterminación en brazos de Argelia, hoy asiste impotente a su cortejo fúnebre presidido por el Consejo de Seguridad, seguido ampliamente por la Comunidad Internacional, con la esquela de la Resolución 2797 de la ONU, adoptada el 31 de octubre de 2025.

Mientras, Argel observa con resignación su derrota diplomática ante Marruecos quien, en una estrategia global, magistralmente diseñada por el rey Mohamed VI, ha conseguido apuntalar su influencia regional, continental y mundial. Un esfuerzo iniciado en 2007 con la presentación del plan de autonomía ante la ONU, que el Consejo de Seguridad acaba de avalar como única solución política posible, “seria, creíble y realista”.

La difunta milicia polisaria nos deja a los 50 años, pasando desde el falso griterío autodeterminista al coro internacional que devuelve los derechos históricos y jurídicos al Reino de Marruecos sobre sus Provincias del Sur; no en vano la sentencia del Tribunal de la Haya había subrayado que dicho territorio no era terra nullius, sino que estaba poblada de nómadas con lazos jurídicos con el Sultanato de Marruecos.

Aunque en un primer momento, 1975, cuando el mundo estaba dividido en capitalismo versus comunismo, la opinión general sobre el contencioso carnavalesco del Sahara Occidental marroquí estaba enmascarado tras estas ideologías. De hecho, el Polisario se fundamentó en un texto de inspiración comunista donde destacaba su doctrina y su alienación con la revolución argelina echándose, con la población tomada como rehén, en el regazo de Argelia y de Libia, por entonces satélites de la URSS de Brézhnev.

Pero en 2007, el Reino de Marruecos propone el plan de autonomía del territorio bajo su soberanía y el propio rey Mohamed VI emprende una compleja telaraña de relaciones multilaterales con viajes oficiales por África para después poner el foco en las grandes potencias con poder de decisión en el Consejo de Seguridad (Estados Unidos, Reino Unido, Francia, China y Rusia), además de Latinoamérica, Asia y el Mundo Árabe.

Mientras tanto, el poder político-militar argelino comete su pecado mortal al mostrar su indisposición a cooperar con la ONU, desaprovechando las mesas redondas por miedo a ser superado por el avance cada vez mayor del consenso internacional sobre el plan marroquí. Es más, escala la tensión y, en 2020, rompe unilateralmente sus relaciones con Marruecos e introduce una reforma constitucional que permite a su ejército intervenir fuera de sus fronteras haciendo sonar todas las alarmas.

Pero la intensa ofensiva diplomática de Marruecos culmina en la Resolución 2602, de octubre de 2021, tras el giro dado por Estados Unidos un año antes, cuando, bajo la administración Trump, se respalda sin reservas el plan de autonomía, posición que Biden mantiene y que Trump reafirma en su actual mandato.

Momento en el cual el ministro Bourita inicia una maratoniana carrera sin precedentes en busca de más apoyos internacionales que no tardaron en llegar en tromba; fundamentalmente de países árabes, de casi todo el continente africano, países asiáticos y latinoamericanos, Alemania, España y, finalmente, de la totalidad de la UE; además de los países con asiento permanente en el Consejo de Seguridad como Francia o Inglaterra.

China y Rusia, aliados entre comillas de Argelia, le dieron la espalda al abstenerse y, sobre todo, al no hacer uso del veto. Esto confirma el aislamiento total del país de los militares y la nula influencia que tiene en la región, en el continente y en el mundo.

Y así, como si fuera un carnaval, las comparsas iban cambiando de pancarta, donde antes se reconocía a la RASD y se pedía consistentemente “referéndum”, ahora se lee “autonomía seria, creíble y realista” bajo soberanía del Reino de Marruecos.

La Resolución 2797, promovida por Estados Unidos, resulta ser la única solución política posible y duradera tras 50 años de estancamiento; y marca un punto de inflexión clave en el conflicto del Sáhara Occidental marroquí y entierra a la milicia polisaria y a su república fantasmagórica.

El rey Mohamed VI no cesa de hacer llamamientos a la concordia y al entendimiento desde una posición de igualdad, ni vencedores ni vencidos; sin embargo, la sinrazón argelina mantiene a la cúpula militar gobernante en un diálogo hostil con Marruecos. Lo más preocupante es que los restos inertes del Polisario, que ya no cuenta con ningún respaldo ni interno ni externo, comienza a revolverse contra su patrocinador, cuestionando su diplomacia.

Sabemos que a Argelia le va a costar quitarse el disfraz. Pero su obstinación, más por contrariedad que por cálculo estratégico, no hace que profundizar el país en su autodestrucción, perdiendo su papel en el Magreb e hipotecando su credibilidad internacional. Una retirada a tiempo es una victoria, sino podría verse arrastrada al ocaso, camino de un sepulcro conjunto con la RASD a la que se aferró demasiado tiempo.

El dictamen de la ONU desenmascara al régimen político-militar argelino y frustra unas pretensiones perversas (salida al Atlántico y control del puesto fronterizo del Guergarat) que están ampliamente superadas por las dinámicas geoestratégicas actuales.

Entre lágrimas y fuegos artificiales diplomáticos, enterramos la sardina del Polisario y su república para disgusto de los nostálgicos del disfraz soviético, poniendo fin a una utopía anacrónica. Porque tras el entierro llega la fiesta, pues se abre un escenario geopolítico con una nueva etapa de esperanza, paz y prosperidad en la región del Magreb con proyección africana y atlántica.

El éxito de la acción exterior del Reino de Marruecos sólo se explica por la diversificación de sus alianzas y su proyección como socio estratégico fiable para otros actores, además de defender sus propios intereses nacionales; lo que contrasta con la política pecaminosa de confrontación de un régimen militar argelino hoy aislado del mundo.

Ahora urge identificar, censar a la población y celebrar un referéndum en Tinduf con el “Sí” o el “No” al retorno a la madre patria y aliviar su angustia. Duele, y mucho, ver a nómadas saharauis, hombres y mujeres libres, atados a una estaca en medio de la nada mendigando ayuda internacional.

Abdel-Wahed Ouarzazi

Experto en Economía Política

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