Hace un par de semanas se nos quedó interrumpida una contienda, con un único culpable: servidor, que no supo calcular, convenientemente, el espacio del que disponía.
El marcador arrojaba el triunfo parcial de la inteligencia artificial sobre la torpeza humana, pero todavía no estaba dicha la última palabra.
Tras aquella transacción frustrada, que se describió en la anterior entrega, saltaron en el ordenador dos alarmas de sendas aplicaciones, una atacante, otra defensiva.
La primera explicitaba: “Algo salió mal... ¡pero te tenemos cubierto! Haga clic en el botón de chat en vivo y resolveremos su pedido juntos: rápido, fácil y listo.”
La segunda “Nuestro sistema ha detectado un intento de pago sospechoso y hemos bloqueado la tarjeta para protegerla.”
El ofrecimiento de escribir al “invasor” en un chat en vivo fue un desafío, por eso empecé con timidez, explicando que a pesar de haber cargado dos veces el importe de un envío, insistía: “¡Ya casi está! ? Tu pedido está reservado, no lo dejes pasar. Haz clic en el enlace para completarlo ahora.”
Además, mostraba una actitud de IA redundante: “¡Hola! Hemos verificado tu caso, tu pedido sigue pendiente y podría caducar pronto”.
Esa redacción espantó mi timidez: “¡Ya lo he pagado dos veces!.”
El duelo, llegado a un punto, se emparejó, la máquina no tardaba en juntar palabras, las mías parecían impulsadas por el viento.
Por favor, espere mientras reviso su transacción, me disculpo por las molestias. Su transacción se muestra como pendiente, pero aún no puedo ver que se ha recibido ningún pago en mi panel.
R que ella, R que R yo, cada vez con más adrenalina y algún exceso: “Le estoy diciendo que se pagó dos veces y no recibí el correo de confirmación. ¡En la tarjeta la cargaron dos veces! Además, no quiero “hablar” más con usted, exijo como interlocutor a un ser humano.”
Al cacharro le entró un bucle de agobio, y se limitaba a repetir: “Solo hay un cargo pendiente en esta cuenta”
Insistí en los mismos términos: “¡Son dos!, a las 07:17, a las 07:20 y pretendían asaltarme una tercera vez."
Algo debió molestar en Silicon Valley, porque la controversia se trasladó a Babel: “Click away..., let us hel you finish up...”, para regresar, sin solución de continuidad, a mezclar alfabetos: “Ya casi está, si necesitas ayuda haz click en “Chat now” y estaremos contigo en breve, gracias por tu paciencia.”
Realmente no la tuve, y quizás los chips escucharon mis adjetivos, quienes, intentando ser conciliadores, agregaron: “Hemos verificado tu caso, tu pedido sigue pendiente y podría caducar pronto.”
Cansado de las reiteraciones, cambié de inteligencia artificial llamando directamente a la tarjeta, pero no pude hablar, tuve que seguir escribiendo.
“¡Quiero darme de baja!” Otra cosa no, pero la compasión, en Avaricia.com, es cosa seria.: “Entiendo tu preocupación y lamento sinceramente los inconvenientes causados por los dos cargos. Puedo ayudarte a iniciar el proceso para disputarlos. Para proceder, ¿podrías indicarme si ya has intentado contactar con el comercio 'para solicitar un reembolso?”
Ofrecieron su ayuda para conseguir el reembolso, y para ello implementarían cosas ya hechas, como se explicó en la entrega anterior: “Dado que no reconoces estos pagos, te recomiendo congelar la tarjeta utilizada para evitar más cargos. ¿Quieres que la congele por ti?”
“¡Que ya está en el freezer! La habían puesto en la nevera ellos mismos..., me subió la temperatura y se notó. La IA, intimidada apeló a otro recurso: “Uno de nuestros agentes te atenderá en aproximadamente 2 minutos, traducción activada”
En eso se transmutó en Millie: “Estoy aquí para ayudarte con tu consulta. Por favor, dame unos minutos para investigar esto por ti. Daniel, realmente puedo sentir lo agotadora que ha sido toda esta experiencia para ti, desde la tarjeta perdida hasta los retrasos, los cargos inesperados y ahora el estrés de necesitarla. Has hecho todo bien al intentar solucionar las cosas paso a paso, sin embargo, es completamente comprensible que te sientas harto en este momento...”
¡La madre que la trajo a Millie!, parecía un todo terreno de la justificación: “Me aseguraré de que esto sea revisado adecuadamente para que podamos aclarar lo que sucedió y poner las cosas en la dirección correcta para ti..”
A veces tuteando, otras tratando de usted “Permítame ayudarte primero con su preocupación relacionada con transacciones no autorizadas y luego le pondré en contacto con un equipo separado respecto a su otra inquietud. Ten la seguridad de que definitivamente me aseguraré de que se resuelva y haré todo lo posible para que este proceso sea lo más sencillo posible para ti, tus preocupaciones son completamente escuchadas y validadas ya que se trata de tus fondos. ¡Puedes confiar en mí!”
No, no pude confiar, porque todo volvió a comenzar. Tenía la tarjeta cancelada, me enviarían una nueva, gratuita, pero cobrarían el envío por ser urgente, de ese modo tardaría una semana. Cargaron en la tarjeta el envío urgente, y en el resguardo inmediato incorporaron la fecha de entrega: ¡22 días!
Indignado redacté una pieza, ¿insulto?, de la que no estoy orgulloso, que sirvio, no solo conseguí el empate de la controversia, sino marcar un gol que conmovió al silicio.
Por eso, aliento la esperanza de que, finalmente, cuando aparezca un ser humano, terminaré ganando este partido largo, intenso, muy largo.