Vivo en una tierra que siento muy mía. Nací aquí y aquí ha transcurrido mi existencia. He defendido las costumbres de este lugar como el que más, conozco su cultura y su historia y nunca he sentido la necesidad de que alguien me tenga que pedir perdón, ni lo he exigido en nombre de otros. También soy español, no solo porque dispongo de una lengua rica para expresarme, sino también porque en mi sangre seguro que existen vestigios de todas las sangres que han alimentado a esta península del sur de Europa. No voy a hacer un relato de las múltiples influencias porque no acabaría nunca. Creo que esto supone evitar el riesgo de endogamia y enriquece muchísimo la capacidad física e intelectual de los pueblos. Lo otro, la exaltación de lo racial y la protección exagerada de la pureza de las cosas, entraña un peligro que no es necesario explicitar.
Leo un artículo tonto en El País donde se dice que a los habitantes de América se les llama indios por un error de Cristóbal Colón, que pensaba viajar a las Indias y se encontró que por medio había un continente. Por esta razón la palabra indio toma un sentido peyorativo que no es tal, porque, de no producirse ese accidente, los originarios de esa tierra nos habrían vendido transistores y quién sabe si nos hubieran conquistado con ese espiritualismo que ha subyugado a las mentes de tantos europeos. Solo me basta recordar a la Bauhaus enamorada de Krishnamurti, o al Beatle George Harrison tocando con Ravi Shankar . Ahora, en lugar de cantar rancheras, boleros, zambas, chacareras, tangos y milongas, andaríamos por las calles vestidos de azafrán con el sonsonete de hare krishna, hare hare.
No quiero dar ideas, pero Meloni tendría que pedir perdón a los europeos por haberles enseñado la lengua y el derecho, y los árabes a los españoles por las matemáticas, y los griegos a los alemanes por haberle comido el coco a Kant, y tantas y tantas otras cosas que son caprichos de majaderos. El ministro Albares ha aprovechado una exposición en el Instituto Cervantes, ese que ahora se enfrenta a la RAE, para hacer un acto de contrición ante los mejicanos. No lo hizo en Arequipa, en la última reunión de academias de la lengua porque nadie se lo pidió, ni siquiera Luis García Montero. Qué hubieran dicho Octavio Paz, Juan Rulfo, Mario Vargas Llosa, Gabriel García Márquez, Jorge Luis Borges, y tantos otros. Los que cantan puntos cubanos se lo deben a las décimas de Espinel, los tangos son palos del flamenco y los boleros son ritmos tan arraigados en Europa con el mismo derecho que un tempo de vals, una polca o una berlina.
Ya sé que me dirán que esa invasión vino a arrasar con lo autóctono, siguiendo esa costumbre ecológica de eliminar a las especies invasoras. Tengo un monólogo de humor donde digo que aunque la virgen de Begoña no sea de aquí, sino de Bilbao, hay que dejarla, porque ya es como si fuera de los de Taganana. Aquí no creo que haya nadie que exija que le pidan perdón por sustituir a Achamán por la virgen de Candelaria, ni por el Cristo de La Laguna. ¿Verdad que no? Pues eso.