Cada día son más las personas que expresan su enfado por las interminables colas que se forman en nuestras carreteras. Conductores atrapados durante horas, pérdida de tiempo, estrés y un sentimiento general de impotencia se han convertido en nuestra vida diaria. Las retenciones ya no son solo un problema puntual, sino una constante que afecta al trabajo, la familia y la calidad de vida.
La paciencia de la ciudadanía se agota mientras los responsables públicos no aportan soluciones eficaces. Se reclama una mejor planificación del tráfico, más inversión en infraestructuras y una gestión inteligente de la movilidad que evite que cada trayecto se convierta en una pesadilla. Insoportables, tanto los atascos como los políticos fracasados y suspendidos en movilidad.
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