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El planeta y otros asuntos

Por Julio Fajardo Sánchez
viernes 17 de octubre de 2025, 10:01h

España va bien. Por segundo año consecutivo lo dice el FMI. Luego está lo de la vivienda y los jóvenes y no tan jóvenes que no pueden acceder a ella, la subida de la cesta de la compra que todos notamos en el supermercado y el comprobar cómo 10 millones de euros, que es lo mínimo que se lleva cualquier chorizo, no es capaz de llegar a los enfermos de ELA. Vivimos envueltos por protocolos que entorpecen la gestión, como en un relato de Wenceslao Fernández Flores, de su libro “Fantasmas”, que cuenta como un espectro es condenado a vagar hasta que un pobre logre entrar a un comedor benéfico que fundó antes de su muerte. Los requisitos impuestos en el protocolo lo hacían prácticamente imposible.

Me recuerda a un episodio de la magnífica novela de Eduardo Mendoza “La ciudad de los prodigios”. Con lo de la ELA y tantas cosas pasa igual, en manos de funcionarios que se la cogen con papel de fumar, atrincherados detrás de los reglamentos que ellos mismos redactaron para la aplicación de las decisiones políticas, como en la letra pequeña de los contratos. Si no, de qué iban a vivir los abogados. Por lo demás, todo igual que siempre.

Anoche dieron el Planeta. Otra vez se lo lleva uno de la casa, pero va mejorando porque Juan del Val es mejor escritor que Sonsoles, mejor tertuliano y mejor todo. Siempre esperamos por el segundo para compensar. Se lo han dado a una gallega que escribe thrillers. Siempre pensé que los thrillers estaban excluidos de los premios literarios, pero se ve que no. Siendo jurado rechacé algunos por considerarlos un género no demasiado adscrito a la calidad literaria, pero se ve que me equivoqué. Todo cabe, hasta el listín telefónico, que es como vender una novela al peso y con un gran número de personajes.

Cuando era niño me gustaba hojear una guía de Madrid de 1929 donde salían sus habitantes y sus domicilios. Imaginaba vidas diferentes en cada barrio y en cada calle. No salían todos, porque en la ciudad vivían más personas de las que podían caber en un libro. Solo estaban las que merecían la pena estar y a mí me parecían todas extraordinarias, incluyendo a mis abuelos que figuraban en la calle de Serrano número 21. A mi abuelo lo sacaron de allí en 1936 para llevarlo a una cárcel y luego, en noviembre, cuando ya hacía frío, llevarlo en un autobús hasta Paracuellos para pegarle cuatro tiros. Yo veía el anuario de 1929 y recordaba aquellas cosas en los años 50. Estoy seguro que contando esto nunca me darían el Planeta, ni siquiera mi libro sería recomendado como recordatorio de la memoria histórica. Lo de la memoria va por otro lado, para lo otro se recomienda la desmemoria. En fin, todo va más o menos igual. Lo de Juan del Val no ha sido una sorpresa. Debería ir con pseudónimo porque su nombre no figuraba entre los seleccionados. Lo de la ELA es un clásico. Un amigo de mi hijo, al que conocía desde niño, —tengo una foto de los dos chapoteando en una piscina de plástico— murió hace unos años de esa maldita enfermedad.

Hace unos días se firmó la paz de Gaza. El presidente aguantó sonriente un tirón de manos de Donald Trump. Ayer seguían quemando contenedores en Madrid y en Barcelona. Esto no se ha acabado y las malas lenguas dicen que Hamás está pagando la fiesta. Yolanda dice que Trump se va a enterar de lo que vale un peine. En Francia retiran lo de las pensiones hasta 2028 y Sarkozy va a la cárcel. Aquí dicen que Ábalos ha quedado en libertad después de presentarse ante el juez para endosarle un mitin y la prensa lo celebra como un triunfo. En fin… Leí hace tiempo una novela de Juan del Val y no pareció tan mal.

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