El libro de Carlos Jaramillo que comenté hace unos días es otro más de autoayuda. Los libros de autoayuda están escritos para no ir al médico aunque acaben recomendándote que lo hagas. Dice cosas que ya sabemos, pero que nos las tienen que recordar a menudo pues nos afectan en lo personal. Al final saco una conclusión: lo individual es una entelequia y enfermamos por no saber soportar las obligaciones que nos exige lo colectivo.
Cómo adaptar nuestra vida a esas exigencias es la gran pregunta. ¿Qué es lo que nos lleva a la infelicidad de ser inadaptados por no amoldarnos a los impulsos que nos aconsejan ser independientes? El doctor Jaramillo dice que no es un problema externo sino que convive en el interior de nuestra personalidad y nuestra manera de afrontar la vida. Esto lo dicen todos los psicólogos y no nos podemos desprender de sus terapias. Así que mucha literatura de la de siempre, consejos que debemos convertir en rutinas aunque nuestro yo se niegue a ser rutinario y tender al desorden de lo sorpresivo. Sin embargo, me detengo ante una pregunta que aparece al principio de la disertación: ¿Cuántas horas le dedicamos al día para ser mejores personas? La que me hago como consecuencia de esta es: ¿A qué cánones debemos responder para ser considerados buenas personas?
Existen muchos modelos en donde escoger, de forma que lo que para muchos es bueno se convierte en malo para los otros. A esto no ofrece una respuesta Jaramillo, ni nadie relacionado con las ciencias de la salud, porque la contestación está en la sociología y en la posición correcta de la política, algo tan aleatorio que se escapa de nuestro control individual. Es decir, a veces nos estresa el ambiente que se genera a nuestro alrededor sin que nos den opción a elegir dónde se encuentra el estado de calma recomendable.
Me he detenido en esta reflexión antes de seguir adelante con la lectura. ¿Dónde se encuentra la felicidad? ¿En el equilibrio de sentirse arropado por una masa ideológicamente uniformada que cree que el resto está en un error? No lo creo, pero pensar lo contrario sería tender a una anárquica despolitización. ¿Ser mejores personas, como se pregunta Carlos Jaramillo, es diseñar un estereotipo en el que los que no coincidan con nuestro comportamiento, o nuestro pensamiento, son malas personas? En ningún caso. Ser mejor persona consiste en superar a nivel individual esas diferencias que se producen a nivel colectivo. Somos animales sociales, pero para ejercer como tales debemos previamente mejorar nuestra condición como individuos. Si las células de un cuerpo son defectuosas ese cuerpo acabará pagándolo. Esta es una de las conclusiones que extraigo del libro de Jaramillo sin proponérmelo especialmente. Que cada uno saque la suya como mejor le convenga.