Muchos repiten que los impuestos son un robo. A primera vista, puede sonar atractivo: ¡quedarnos con todo nuestro dinero!, pero detengámonos un segundo: ¿qué pasaría si viviéramos en un país sin impuestos?
No habría hospitales públicos. Una operación costaría decenas de miles de euros y sólo los muy ricos podrían salvar su vida. No habría colegios ni universidades públicas. Estudiar dependería del bolsillo de cada familia, no del talento de cada niño.
No habría bomberos ni policías que garantizaran nuestra seguridad sin que primero les abonáramos la factura. No habría calles asfaltadas, aceras, carreteras, puertos, aeropuertos, parques, desaladoras, depuradoras ni plantas de tratamiento de residuos.
Y algo muy importante: no habría pensiones para que las personas que, después de una vida de trabajo, puedan jubilarse con dignidad.
En definitiva, un país sin impuestos sería un país del sálvese quien pueda, una jungla donde gana el más fuerte y los demás son abandonados.
Los impuestos, en cambio, son la hucha común que sostiene lo que necesitamos todos: sanidad, educación, pensiones, cultura, seguridad, carreteras, centros deportivos, infraestructuras hidráulicas, y un largo etcétera. Son el seguro colectivo que garantiza que nadie quede atrás.
En Canarias, el pasado mes de agosto, 354.612 personas percibían una pensión pública. La cuantía media rondaba los 1.142,9 euros al mes, siendo las de jubilación de unos 1.391,83 euros y las de viudedad de 880 euros. Además, más de 42.000 canarios y canarias dependen de pensiones no contributivas, un apoyo vital para quienes carecen de otros ingresos. Sin impuestos, esa red de seguridad simplemente no existiría.
La educación es otro ejemplo claro. Hoy, un estudiante en Canarias paga unos 12,50 euros por crédito en la universidad pública, frente a la media nacional de 17,69 euros, y muy por debajo de los casi 19-20 euros que se pagan en Madrid o Navarra. Sin financiación pública, esas cantidades se dispararían y miles de jóvenes quedarían excluidos de la formación superior, no por falta de talento, sino por falta de recursos.
En sanidad, el presupuesto público de Canarias supera los 4.000 millones de euros anuales, más del 40 % del gasto autonómico. Una operación quirúrgica, un tratamiento oncológico o una estancia en UCI cuestan miles de euros por paciente. Gracias a los impuestos, todos los canarios tenemos derecho a esos cuidados, independientemente de la renta.
Pero es cierto: no basta con defender los impuestos. Debemos exigir que sean justos y bien gestionados. No puede pagar lo mismo quien gana 900 euros que quien gana 9.000 euros. Tampoco es aceptable que las grandes fortunas y multinacionales evadan lo que les corresponde. En el Estado, el fraude fiscal se estima en más de 60.000 millones de euros anuales. Ese es el verdadero robo: que unos pocos se libren de aportar mientras la mayoría cumple.
La política fiscal debe ser progresiva y transparente: que aporte más quien más tiene, y que cada euro se utilice con eficacia y sin corrupción. Solo así se refuerza la confianza de la ciudadanía.
Los impuestos no sólo mantienen servicios. También reducen la desigualdad. España es uno de los países de la Unión Europea (UE) con mayor brecha de renta. Pero esa desigualdad se reduce de manera drástica después, gracias a la educación, la sanidad y las pensiones públicas.
Además, los impuestos son la llave del futuro:
- Permitirán afrontar el cambio climático con inversiones en energías limpias y protección del litoral.
- Serán imprescindibles para atender al envejecimiento de la población, reforzando pensiones y servicios sociosanitarios.
- Y son la base para impulsar la innovación digital y educativa que nos permita competir en un mundo globalizado.
En el fondo, los impuestos no son sólo números. Son la beca que permite a una hija o un hijo de familia trabajadora estudiar medicina. El trasplante que salva la vida de un vecino. La pensión que sostiene a nuestros mayores. Los impuestos son dinero transformado en dignidad y libertad.
Por eso, cuando alguien diga que los impuestos son un robo, respondamos con claridad: “Lo que sería un robo es dejar a millones de personas sin sanidad, sin educación o sin pensiones”.
Un país sin impuestos es un país sin futuro. Un país con impuestos justos, progresivos y bien gestionados es un país decente, solidario y con esperanza.
Porque los impuestos no nos quitan libertad: nos la devuelven.
Esther González González, diputada de Nueva Canarias-Bloque Canarista en el Parlamento de Canarias.