El lunes pasado presenté mi libro sobre la Gerencia de Urbanismo en el Ayuntamiento. No he hablado de eso con detalle. Lo que más me sorprendió fue la atención que prestaban algunas personas, mucho más jóvenes que yo, que debían ser funcionarias actuales en el organismo. No sé por qué razón he llegado a creer que las nuevas generaciones no tienen interés por conocer lo que pensamos los que las precedieron, y en esto me equivoco.
He tenido una semana para reflexionar sobre estas cosas y se me ocurren varias respuestas. Quizá la novedad esté en la curiosidad por saber qué piensa un escritor como yo acerca de un asunto técnico. Tal vez sea solo la idealización de un tiempo que fue ilusionante y ahora se encuentra inmerso en una aparente decadencia decepcionante, o puede ser la existencia del ansia de conocimiento que anima a la gente de inteligencia sana para avanzar en su evolución y progreso. En mi intervención y en mi libro hablo de cosas que nada tienen que ver con lo teórico, porque eso lo doy por sabido y no soy el más indicado para dar lecciones acerca de una materia con expertos suficientemente cualificados, algunos de ellos presentes en la sala. Tampoco vine a contar mi batallita del tiempo pasado, haciendo esa exhibición inútil a la que tienden los viejos cuando toman la palabra ante un público más joven y renovado que ellos.
Mi libro no es un ensayo ni un tratado, ni nada que se le parezca. Se llama reflexiones y eso es lo que son: pensamientos y cavilaciones de alguien que se tropieza con una responsabilidad en un momento de su vida y quiere darle cabida racional en su manera personal de ver las cosas. Eso es lo que hacemos los escritores cuando escribimos novelas o nos ejercitamos en cualquiera de los campos de la narrativa. Desde que tomé la palabra me di cuenta de que los presentes empezaron a comprender lo que quería decir y de qué iba la cosa. Esto es lo que más me ha satisfecho de ese acto de presentación, el haber conseguido iniciar un contacto, una comunicación para ser entendido por alguien que estaba dispuesto a ser permeable a mis palabras.
Esto me hace sospechar que salieron de allí con el propósito de leer el libro. Tiene pocas páginas, porque para lo que hay que decir no hacen falta más. Algunos me han dicho que se lo han leído de un tirón y eso significa que la técnica literaria es eficaz, convirtiendo a un libro de urbanismo en una narración intrigante. Estos son los misterios de la escritura, que es capaz de captar la atención de los lectores, contando la historia de un hombre que se transforma en una cucaracha, la de un loco hidalgo que entabla una lucha disparatada con todo lo que se le pone por delante, o la de alguien que se tropieza con el urbanismo y acaba creando una Gerencia.