Y con respiración asistida. No sirven dosis homeopáticas precisamos un gotero con perfusión continua de complejo multivitamínico democrático forte (CMDF) por vía intratecal, directamente al cerebro, ya que la vía sanguínea es demasiado lenta en el contexto psicosocial intoxicador y anestesiante que los seudolideres en el poder están generando. Convengamos que son personas con alto poder inflamatorio y tóxico.
EL CMDF es el antídoto democrático más potente, cuyos ingredientes son el respeto, la empatía, la justicia, la honestidad y la tolerancia. Sería ideal si incluyera altas dosis de verdad. Es el plasma de las democracias. Su objetivo es el interés común.
Actualmente el escenario político mundial es aterrador. Impostura, sobreactuación, sobredosis de psicopatía y narcisismo maligno, canibalismo político, mitomanía, navajeo y desvergüenza a raudales. Son impresentables. Todo rodeado de una escenificación obscena.
Basta abrir cualquier periódico, en cualquier país, cualquier día, para constatar que la perversidad del ser humano supera ampliamente al cáncer, la lepra, el Alzheimer, y las enfermedades cardíacas puestos juntos en eso de arruinar la vida.
Viene al pelo, analiza las actuaciones políticas que predominan en la actualidad según las reflexiones que realiza el doctor Marcelino Cereijido autor del libro “Hacia una teoría general sobre los hijos de puta”. Su atractiva hipótesis es tan novedosa como esperanzadora: la hijoputez en sus distintos envases (machismo, racismo, sexismo, antisemitismo, violencia de género, elitismo, androcentrismo…) tendría raíces biológicas y por eso hay que "desentrañar su evolución, estudiarla como se hizo con la lepra, la peste, la rabia, la difteria"
Ahí van
En pleno Siglo XXI que dedica millones y millones de euros y dólares para estudiar esos flagelos ¿Cómo es que el análisis de la maldad humana recibe tan poca atención de la ciencia? Todas las culturas y todos los lugares del mundo coinciden en llamar hijo de puta al perverso. La hijoputez es una epidemia social que damnifica más que cualquier tsunami hasta ahora conocido.
Estamos pagando un alto precio cívico y social por una serie de decisiones tomadas por «hijos de puta». Ahí van unas reflexiones: ¿La hijoputez se hereda? ¿El hijo puto nace o se hace? ¿Cuál es el mapa mental de un practicante de la hijoputez? ¿Es un fenómeno multifactorial? ¿Tiene raíces biológicas la hijoputez? Ojo al dato porque sería demoledor: ¿Por qué si realmente la hijoputez tuviera una raíz biológica, significaría que ya la traemos codificada en nuestros genes, en cuyo caso todos somos hijos de puta en potencia.
Conviene rescatar al fiasco que se llevó Hannah Arendt, cuando fue a Jerusalén a presenciar el juicio del nazi Eichmann, pensando tal vez que vería un diablo con espumarajos azufrados y cola puntiaguda. La realidad fue otra y la narro de forma magnífica en la Banalidad del Mal.
¿Cuál es el mecanismo cerebral que transforma a un burócrata anodino en un malvado criminal? He ahí el enigma. No sabemos las respuestas. El análisis aproximativo, como siempre: individualizar y contextualizar. O mejor: pretexto-texto-contexto. ¿Cómo es que el análisis de la maldad humana recibe tan poca atención de los científicos? La respuesta ya la formuló Karl Popper, para quien una pregunta sólo se puede considerar científica cuando podemos hacer algo por responderla. Podría ser que el tema de la perversidad está aún demasiado verde para un abordaje verdaderamente científico. Yo creo que la hijoputez no existe, pero sé que sí que hay hijos de puta y que todos somos capaces de comportarnos como auténticos hijos de puta.
O para precisar mejor, como nadie mea colonia, y teniendo en cuenta la naturaleza humana, todos somos prehijoputas. ¿Quién no ha hecho hijoputadas o quien no se ha comportado alguna vez como un hijo de puta transitorio? Quien esté libre de pecado que tire la primera piedra.
Ahora bien hay que reconocer que hay hijos de puta que alcanzan la máxima excelencia en esta disciplina. Son los hijos de putas de la Champion. Su ejemplaridad en este tema es deslumbrante. Las portadas de los medios son recurrentes. ¿Se imaginan una vacuna contra la hijoputez? ¿Es el CMDF la vacuna y el antídoto contra estos especímenes? Con la que está cayendo urge realizar exploraciones psicodiagnósticas y neuroéticas. No podemos dar nuestra confianza a ciegas. ¿Podríamos hacer una detección precoz de la hijoputez? ¿Podríamos definir los factores de riesgo? ¿Son ciertos circuitos o territorios sociales, los que hacen que el hijoputa latente pase a ser un hijo de puta manifiesto y confeso? ¿? ¿Desarrolla el poder el gen latente de la hijoputez?
Bien falta investigación en el tema. Pero eso sí, recuerden: aun, aquí y ahora que no estamos en derrota y mucho menos en doma.