Tras el análisis del informe de elaboración interna “Hawái y Canarias – Mundos Paralelos”, el Comité Ejecutivo de CEOE Tenerife llegó a una conclusión clara: Los datos ya no dejan mucho margen. La productividad permanece estancada, el paro es estructural, persiste la fuga de talento, y la regulación asfixia a quien quiere crecer o invertir. Canarias no necesita una solución milagrosa, necesita una decisión firme: actuar con consenso. Y actuar ya.
En medio de discursos fragmentados y promesas de reformas que no llegan, nuestras islas se enfrentan a un riesgo que no hace ruido, pero avanza implacable: la posibilidad de convertirse en una economía anclada en el bajo valor añadido, estructuralmente dependiente del sector servicios, con una fuerza laboral que no se ajusta a la demanda real de trabajadores, y una juventud que ya no cree en el ascenso social por esfuerzo.
Según los últimos datos, Canarias presenta una de las tasas de paro más altas de Europa (13,5%), con un PIB per cápita de 24.345€, frente a los más de 70.000€ de regiones insulares como Hawái. La productividad por hora trabajada sigue por debajo de la media nacional, y el absentismo se ha disparado en más de un 40% en los últimos años.
Pero el verdadero problema no está solo en los números, sino en lo que no se está haciendo mientras esas cifras se consolidan.
Una economía que sobrevive, pero no progresa
En un contexto en el que la economía española crece, pero con una base cada vez más estrecha y menos productiva, el Banco de España ya ha advertido de forma clara: no hay reforma estructural en marcha que corrija el déficit de productividad, ni estrategia definida para abordar la fragilidad fiscal a medio plazo.
En Canarias, esto se traduce en una trampa aún más peligrosa: empresas que no encuentran personal cualificado, empleos que no se ajustan a las aspiraciones de trabajadores o autónomos, jóvenes que emigran o desconectan del mundo laboral, y un marco regulatorio desalineado con la realidad económica. Todo ello, en un ecosistema insular que paga más por producir, por importar, por contratar... y que, además, soporta un REF francamente mejorable y una carga regulatoria no solo excesiva, sino ineficazmente diseñada y deficientemente aplicada.
Si no se actúa, esto es lo que puede pasar
Canarias enfrentará una pérdida acelerada de competitividad regional, siendo superada por territorios más ágiles que captarán inversión, talento y capacidad de proyección. Esta dinámica comprometerá la sostenibilidad del modelo social de bienestar, al reducirse la base contributiva y aumentar la dependencia del gasto público. El mercado laboral se dualizará aún más, con una minoría con empleos protegidos frente a una mayoría atrapada en ciclos de rotación continua. Sin avances reales en productividad, el margen fiscal se estancará y los ingresos públicos dependerán cada vez más de nuevas cargas impositivas. En este escenario, se incrementa el riesgo de desafección social, pues el relato de la movilidad social se quiebra cuando el esfuerzo deja de ser rentable.
Así todo, aún no estamos condenados, si bien nos enfrentamos a un desafío mayúsculo.
Canarias tiene talento, tiene posición geoestratégica, tiene clima, tiene historia..., pero no tiene tiempo para seguir esperando que las soluciones vengan de fuera o que el entorno internacional la proteja por sí solo. O actuamos de manera coordinada y corresponsable, o aceptamos que el futuro será más estrecho, más desigual y más dependiente.
Lo que hay que acometer decididamente
Es necesario revisar en profundidad la calidad de la regulación para ajustarla a las particularidades de Canarias y a su tejido productivo real, al tiempo que se impulsa una reforma del REF que no se limite al ámbito fiscal, sino que integre también la mejora de la calidad de vida, la sostenibilidad territorial y el incremento de la productividad. A ello, debe sumarse una política activa de capital humano orientada a atraer talento, promover la recualificación digital y facilitar la retención juvenil, junto con una estrategia de inversión productiva selectiva centrada en sectores con capacidad de escalar y exportar. Todo lo expuesto requiere, además, de un marco de gobernanza inteligente y coordinado, alejado del cortoplacismo político y de soluciones dispersas.
La inacción también es una decisión, y no es neutra: la historia se escribe tanto con acciones como con omisiones. No hacer nada hoy significa abrazar el estancamiento, permitir que los problemas estructurales se fosilicen y dejar que el relato del esfuerzo, el trabajo y el futuro pierda credibilidad ante generaciones enteras.
Canarias está a tiempo, pero el reloj no para, y quien no se adapta, lo acaba pagando. Un precio demasiado alto para la cohesión social.