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De las ideas

Por Jaume Santacana
miércoles 26 de octubre de 2022, 07:00h

Soy de los que piensan que las ideas se esfuman. Sí, se esfuman, se volatilizan.

Y ustedes, amables lectores, se preguntarán: ¿por dónde se esfuman las ideas?

¿Y por qué?

Voy a intentar relatar mis profundos conocimientos en la materia, de manera que ustedes -público en esta ocasión- lo puedan entender, No es sencillo: su capacidad intelectual y la mía (y ustedes perdonen) se hallan a años luz. Deben ustedes admitir y asumir que la experiencia que me proporcionan años de rigurosos estudios científicos no se avienen demasiado con la pobreza mental y de recursos de que ustedes disponen; les vuelvo a pedir disculpas, pero no me gusta ser hipócrita. Si lo que les voy a explicar no lo entienden, no se preocupen demasiado: es lo que hay. Ustedes sigan viviendo..., vuelvan a sus cosas más vulgares.

De todos modos, lo voy a intentar que, por intentarlo no se pierde nada (bueno, yo, probablemente, pierda el tiempo miserablemente..., pero vamos, ahí es nada. Vamos allá: las ideas se marchan por arriba; por la parte alta del cuerpo humano, la que cubre la distancia entre el extremo superior de la cabeza de la persona y el sol. Y se marchan por motivos térmicos: las ideas, normalmente, suelen ser ligeras; es decir, pesan menos que el aire y esto –que en física nuclear se denomina “efecto Harswitt”- hace que las ideas suban.

Hay gente que cree que las ideas son intangibles. Pues no señor: ¡falso! Son, en general, perfectamente físicas, o sea, tangibles; se pueden tocar perfectamente. Estoy harto de ver ideas e, incluso de acariciarlas. Durante mis estudios de doctorado en la Universidad de Ucla, en California, presencié, en clases prácticas, muchas disecciones de cabezas humanas para demostrar que las ideas existen físicamente y que, algunas -las más evolucionadas- llegan a pensar por su cuenta y reaccionan a estímulos como el frío o el humor. Por supuesto, para estas praxis se utilizaba, casi siempre, cabezas de personas previamente difuntas. Sólo se usaban cabezas aun vivas en casos muy excepcionales (hubo, por ejemplo, un par de semanas sin defunciones en Los Angeles y se tuvieron que pedir voluntarios: no hubo problema!)

¿Qué cómo son las ideas? Lo primero que se observa al verlas, es que son ligeramente ovaladas. Están cubiertas por un suave velo –como de tul- que las protege de bacterias, virus, y de la propia sangre humana, que lo mancha todo (pregunten en su lavandería lo que les cuesta quitar manchas de sangre humana…).

Las ideas, viven clasificadas dentro del cerebro, por diferentes criterios: cronológico, temático, incluso alfabético. Las carpetas más abundantes son las referidas al sexo. En los machos (sobre todo los muy machos) las ideas sexológicas les ocupan alrededor de un 98’7% del total. En las hembras hay de todo, como en la viña del Señor. Sí, ya sé que este último dato no contiene la rigurosidad científica que me caracteriza, pero es que con las tías, nunca se sabe nada a ciencia cierta! Son muy suyas, ellas.

Algunas ideas son pesadas y otras, simplemente malas. Es lo que hay. Las llamadas “ideas de bombero” son muy buscadas porqué reunen efectos curiosos que, a veces, pueden llegar a ser interesantes (depende mucho del tipo de bombero que las posea; pasa que también hay bomberos y bomberos..., y algunos, la verdad, dejan mucho que desear).

Las ideas son el motor de las ideologías, como muy bien descubrió Sócrates. Se habla de los noruegos como los primeros que gozaron del poder de las ideas. Idealizaban mucho: básicamente, los hombres a las mujeres…, es decir, los vikingos a las vikingas..., y viceversa, por supuesto.

Durante el Romanticismo, las ideas se volvieron tontorronas, ellas. Ya no eran recias como en la Edad Media (¡Ah! Que gran edad, la Media: qué comilonas; y que tajadas; y luego, ya llenitos, una tanda de revolcones que, vamos, no se los saltaba un torero!

Actualmente, con Internet, las ideas se esfuman mucho menos; ahora se van por el Facebook, por Instagram o, más breves, por el Twitter ese de los demonios, que viene a ser la barra de una taberna a las cuatro de la mañana... Por eso, las ideas ya no se esfuman: se quedan anestesiadas en los cerebros de los descerebrados más acérrimos con las redes sociales.

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