Dice el santo evangelio según san Mateo (22,15-21):
En aquel tiempo, se retiraron los fariseos y llegaron a un acuerdo para comprometer a Jesús con una pregunta. Le enviaron a unos discípulos, con unos partidarios de Herodes, y le dijeron: “Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas el camino de Dios conforme a la verdad; sin que te importe nadie, porque no miras lo que la gente sea. Dinos, pues, qué opinas: ¿es licito pagar impuesto al César o no?”.
Comprendiendo su mala voluntad, les dijo Jesús: “Hipócritas, ¿por qué me tentáis? Enseñadme la moneda del impuesto”. Le presentaron un denario. Él les preguntó: “¿De quién son esta cara y esta inscripción?”. Le respondieron: “Del César”.
Entonces, les replicó: “Pues pagadle al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”.
Esta frase de Jesús indica claramente la existencia de dos planos: el de la sujeción a las leyes civiles en el ámbito estatal y el de la obediencia a la autoridad de Dios desde la fe religiosa.
No son planos necesariamente opuestos, pero sí distintos, y no deben confundirse, como ha ocurrido, y sigue sucediendo, con los fundamentalistas religiosos, cuando no se respetan las competencias correspondientes a las leyes civiles. Los obispos españoles han descubierto que lo mejor es no solo quedarse con lo de Dios, sino también, y sobre todo, con lo del César, porque la rentabilidad material de lo del César es mucho mayor y más provechosa que esperar a que los alimenten como a las aves del campo.
No confían mucho en lo de San Mateo 6:26: “Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros, y, sin embargo, vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No sois vosotros de mucho más valor que ellas?”.
Es más, yo diría que no se lo creen para nada, de ahí que lo suyo sean siempre los bienes del César.
Las apropiaciones se realizaron 'a troche y moche', lo que evidencia que la Iglesia fue 'a lo que pillara'.
Estas son algunas de las descripciones de los usos de los bienes inmatriculados por la Iglesia entre los años 1998 y 2015, tal y como constan en los registros de la propiedad: albergues, almacenes, aparcamientos, atrios, bodegas, bosques, campanarios, campos de la feria de los pueblos, capillas, casas, castañares, catedrales, cementerios, centros de salud, centros deportivos, cobertizos, cocheras, corrales, comercios, complejos escolares, complejos residenciales, cuadras, cultivos, eras, escuelas, fincas, fuentes, gallineros, garajes, graneros, helechales, hospederías, huertas, institutos, invernaderos, jardines, locales comerciales y de ocio, montes, museos, naves industriales, olivares, pajares, palacios, patios, pinares, plazas, praderas, prados, pastos, quioscos, residencias de la tercera edad, restaurantes, robledales, ruinas, salones, solares, sótanos, terrenos agrarios de labranza, de regadío y de secano, trasteros, viñas, viviendas.
La Iglesia católica aprovechó la Ley Hipotecaria impulsada por el Gobierno de José María Aznar para ponerse a lo bestia a extender su patrimonio inmobiliario por toda el país, bienes diseminados por todo el mapa de España, desde Llançà, en Girona, a Frontera, en la isla de El Hierro. Entre los años 1998 y 2015 puso a su nombre 35.032 bienes. Sin embargo, 15.026 de ellos, el 43 por ciento, poco o nada tienen que ver con su actividad religiosa, y en más de 500 municipios todas las inmatriculaciones al amparo de esta norma son de este tipo.
Ya en los tiempos de Guillermo de Ockham, franciscano filósofo y economista, que inspiró a Umberto Eco su novela 'El nombre de la rosa', en los albores del siglo XIV, le dijo al entonces Papa Juan XXII que la Iglesia no estaba cumpliendo con las palabras de Nuestro Señor, dado que estaba acumulando bienes inmuebles, concluyendo que el Papa era hereje. La historia sigue siendo la misma. ¿Capisci?.