Luego los pacientes de la sanidad pública en riesgo.
En primer lugar, estudios realizados previamente por la Organización Médica Colegial y Mutual médica durante los dos periodos de la pandemia por SARS-CoV-2 revelaron una alta prevalencia de trastornos mentales y alteraciones de salud dentro de este colectivo. En segundo lugar, se ha observado un descenso significativo en la edad media de los médicos atendidos por el Programa de Atención Integral al Médico Enfermo (PAIME), lo que pone de manifiesto una mayor vulnerabilidad en las etapas iniciales del ejercicio profesional médico.
En este contexto, el Consejo General de Colegios Oficiales de Médicos, a través de su Sección Nacional de Médicos Jóvenes y Promoción de Empleo, en el ejercicio de su responsabilidad institucional como entidad de derecho público comprometida con la salvaguarda de la mejor atención sanitaria, ha diseñado un estudio denominado IKERBURN. Este estudio tiene como objetivo visibilizar y cuantificar el grado de burnout sobre la población de médicos jóvenes, ofreciendo cifras reales sobre esta problemática y marcando una línea de conciencia y mejora sobre esta realidad.
Los datos son demoledores: El 93,9% de los médicos jóvenes encuestados presenta síntomas de burnout en al menos una dimensión (agotamiento emocional, despersonalización o baja realización personal). El 81,4% cumple criterios en dos dimensiones y el 50,9% en las tres, lo que se considera burnout completo. Estas cifras sitúan el fenómeno en niveles críticos y muestran que no es un problema aislado, sino un patrón extendido en todo el colectivo.
Y atención a las conclusiones puesto que se trata de un grave problema estructural del sistema de la formación especializada sanitaria ya que el burnout es transversal, afecta a todos los ámbitos y especialidades y no depende únicamente de características individuales y requiere un rediseño de la organización del trabajo en general en el sistema sanitario y de la formación sanitaria especializada en particular.
- Impacta en la seguridad del paciente: El agotamiento emocional y la despersonalización aumentan el riesgo de errores clínicos, reducen la calidad asistencial y deterioran la confianza en el sistema. Atender la salud de los médicos jóvenes es también una medida prioritaria para la seguridad del paciente.
- Trae consecuencias en la crisis de recursos humanos: La elevada prevalencia de burnout se traduce en absentismo, bajas laborales, rotación y abandono de plazas en el SNS. Esto agrava el déficit de especialistas y supone una pérdida de inversión pública en formación.
- Brecha de género: El mayor impacto en mujeres exige políticas específicas de conciliación, de prevención de acoso y microdesigualdades, y de equidad en la distribución de cargas asistenciales.
- Sobrecarga por guardias y horarios extensos: Las guardias de 24 horas y la falta de libranza efectiva vulneran la normativa europea sobre tiempo de trabajo. Cumplir y hacer cumplir estas regulaciones debe ser una prioridad política inmediata para revertir sus consecuencias.
- Deficiencia en programas de apoyo: El desconocimiento del PAIME y su bajo uso indican falta de difusión, accesibilidad y confianza. Es imprescindible reforzar este programa y asegurar alternativas confidenciales y gratuitas de apoyo psicológico.
- Riesgo de fuga de talento: La precariedad y el malestar sostenido incrementan la intención de migrar a otros sistemas sanitarios más atractivos, lo que debilita aún más la capacidad del SNS de retener médicos formados en España ahondando en problemas conocidos como los desiertos médicos.
- Costes económicos y sociales: El burnout implica mayores costes en bajas, sustituciones, pérdida de productividad y litigiosidad. Invertir en prevención y bienestar profesional resulta más eficiente que asumir estos costes indirectos.
- Necesidad de un observatorio nacional: Para orientar políticas basadas en evidencia, se requiere una monitorización continua del burnout en médicos jóvenes, con indicadores homogéneos y transparentes a nivel estatal.
Esta evidencia obliga a replantear la idea de que el desgaste profesional es una consecuencia acumulativa del tiempo, y a reconocer que puede instalarse precozmente si no se interviene sobre los factores estructurales que lo desencadenan. Este panorama exige respuestas urgentes que vayan más allá de intervenciones aisladas y apunten hacia reformas organizativas, culturales y legislativas que garanticen condiciones de formación y trabajo saludables, equitativas y seguras. El abordaje del burnout debe considerarse una prioridad de política sanitaria y una inversión estratégica en capital humano, imprescindible para asegurar la calidad y la continuidad de la atención médica en España.
Ahora hay una oportunidad histórica, en generar el mejor antídoto contra este cáncer depredador de la sanidad pública, -que padece un gran déficit de médicos y fuga de talento-, : un Estatuto propio para el colectivo médico, en el cual se acabe con el maltrato y la discriminación laboral de las administraciones y que recoja nuestra singularidad.
Esta “guerra” no la podemos perder y por eso el absoluto apoyo del Foro de la Profesión Médica a la Confederación Española de Sindicatos Médicos y al Sindicato Médico Andaluz, que lideran la lucha sindical, en la manifestación del día 15 en Madrid y en la convocatoria de 4 días de huelga en diciembre.
En derrota transitoria pero nunca en doma.