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Algo más que cancelación

Por Julio Fajardo Sánchez
lunes 10 de noviembre de 2025, 18:41h

“Hoy se convierte en traidor a quien no defiende de forma exaltada e idolatrada las ideas de su bando”. Esto dice Ignacio Urquizu en un artículo de El País titulado “Algunos hombres (y mujeres) buenos”. Pone algunos ejemplos de personas que sufrieron la incomprensión y el exilio con motivo de la Guerra Civil, pero lo que acaba denunciando es la polarización actual que nos lleva a una situación insoportable, donde la intransigencia ha pasado a ser una virtud y todo se justifica en aras de un maquiavelismo mal entendido.

Hoy no se sacan las pistolas a la calle, pero es solo porque hay otras armas más eficaces escondidas detrás de la digitalización, a veces anónima, de las redes sociales. Ya no hay que señalar a nadie para que sea asesinado, como hacía Dolores Ibarruri desde su escaño, o Merche Aizpurúa desde las páginas de Egin. Basta con lanzar a las militancias al ruedo, quitarles el bozal y que comiencen a vociferar pidiendo la sangre de sus enemigos y además la de sus antiguos correligionarios, a los que llaman traidores. No exagera Ignacio Urquizu en su exposición. Lo vemos cada día, acusando de cobardes y tibios a los que intentan denunciar lo que ocurre utilizando buenas palabras.

No hace tanto tiempo que las cosas cambiaron en España para conducirnos a este desentendimiento. Se pueden datar a partir del enrarecimiento del ambiente político obligado por la dispersión del voto y el acondicionamiento a lo que sustituye al bipartidismo. Esto parece justificar el cierre de filas de las militancias en torno a sus líderes, que lleva a considerar una traición cualquier actitud crítica y, por consiguiente, a resolverlo por medio del linchamiento. No solo se hace con los antiguos jefes, también entran en esa cesta de lo deleznable, escritores, artistas e intelectuales, que serán condenados a partir de que se atrevan a contradecir la doctrina. De los independientes ni les hablo.

Esto es lo que denuncia Urquizu, y a las víctimas de estos ataques los llama hombres y mujeres buenos. La realidad es que hay dos izquierdas, la que piensa que cualquier cosa es recomendable para mantenerse en el poder y la que todavía considera que ciertas actitudes no casan bien con la democracia. La primera hace más ruido que la segunda y no tiene medida a la hora de contener sus descalificaciones. La palabra asesino es aplicada con extrema facilidad a aquellos que difieren y la cancelación se impone sin ningún pudor a quienes no son de la cuerda. La sociedad en que vivimos se ha convertido en un lugar incómodo, donde se sigue presumiendo de que la libertad abandera cualquiera de nuestras actuaciones.

No es verdad. La libertad está secuestrada por el insulto y el improperio. La moderación no está de moda y los hombres y mujeres buenos a los que se refiere Urquizu tienen que refugiarse en algún lugar imposible a donde no les llegue el griterío y las amenazas de los fanáticos que hoy se han adueñado de las vías de la comunicación. Urquizu pone a Cercas como ejemplo, por ser objeto de acoso y persecución, pero yo me atrevería a añadir a unos cuantos centenares. Se ha abierto la veda y hay que ir a por jueces, por periodistas y por escritores. No importa lo que hayas sido antes, siempre te irán a buscar por lo que calles ahora. Hoy Sergio del Molino habla de los silencios de Víctor Manuel en el programa de Gonzo. Ya vimos a un Muñoz Molina apagado ante la deslumbrante luz de Elvira Lindo, su mujer. No los linchan por el respeto que les tienen. Si no, a buen seguro que ya estarían despellejados por un grupo de charos siguiendo el argumentario con los ojos cerrados.

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