La frase no es mía, pero una vez que se la oí decir a un primo mío que vive en Venezuela, me la apropié y, desde aquel lejano momento, la he usado cada vez que pienso que por mucho que se diga o haga, siempre hay algo más que se podría decir o hacer. En esta ocasión, la traigo a colación cuando oigo y veo, lo que oigo y veo de todos aquellos que hablan, vociferan, insultan, alardean, etcétera, etcétera, y que obtienen sus réditos desde el erario, a través de sus cargos políticos. Son tantos, que conseguir a alguien que trabaje duro en beneficio de la sociedad a la que se deben, cada día se hace más difícil. En lugar de cumplir con su cometido, muchos pierden su tiempo, y el de los demás, en la venta de elixires como si estuvieran en el lejano oeste. Menos llegar a las manos, han cubierto todos los escalones que se pueden subir hasta alcanzar el podio de la insensatez. Hablo en tono general, pues afortunadamente, y aunque como he anotado, cuesta mucho encontrar a gente “seria”, siempre se escapa alguno de los que se conocen menos cosas, porque su trabajo es eclipsado por el ruido de los primeros.
Ejemplos de lo que anoto, hay tantos, que aburre el repasarlos para traer algunos; por lo tanto, nada mejor que ojear la prensa en sus últimas ediciones y ya nos aparecen datos significativos de lo que estoy analizando. Cuando desde el gobierno, se criticaba abiertamente el que desde la oposición, se estuviera planteando una moción de censura; no se entraba a debatir los posibles motivos que avalaban tal petición. ¡Qué va! Eso sería lo más sencillo y desde la población se entendería, más o menos, dependiendo de quien lo escuchara. Lo que realmente se escuchaba era a los portavoces o “responsables ladradores” mencionar los motivos que tenía cada una de las partes implicadas en lo que la otra parte exponía para dar semejante paso o para defender que no se llegara a producir. Los primeros no recuerdan que en una ocasión llegaron al gobierno, precisamente por una Moción contra los que ahora se pudieran plantean poner en marcha la réplica. Y, claro, toca quejarse de que a los “añiles” se atrevan a plantear ese importante paso en democracia, y, ya de paso, ¿por qué no hacerlo escupiendo fuego por la boquita? Así, los “rojelios”, ¡a escupir que es gerundio! Es entonces cuando salen a relucir las bajezas más grandes que un ser humano pueda estar guardando en la gaveta de los insultos. ¡Nadie denuncia nada, por mucho que les llamen de todo! es mejor sacar a pasear el “y tú más”.
– Eres un ladrón de guante blanco…
- Pues anda que tú.
– Su partido pasará a la historia por ser un grupo de blanqueadores…
- Pues el de ustedes ya está rodando una película de gánsteres.
Se llaman ladrones unos a otros. Se asegura ante los medios que son unos corruptos. Se insinúa, con algo más que la insinuación, que ha habido amistad con el narcotráfico. Se ha escuchado más de una vez que algún partido está favoreciendo los intereses de terceros, pero a quienes lo dicen, se les acusa de haberlo hecho anteriormente. Y así, hasta un no acabar. ¿Han llegado denuncias a los juzgados por esas descalificaciones? ¡Solo una significativa! Y, precisamente firmada por alguien a quien se tilda de ser mayor corrupto del reino. El pueblo se pregunta, y yo dentro de esa masa, si será verdad cada una de las afirmaciones que unos sueltan contra los otros y las respuestas, aún más duras, con la que los otros responden a los unos. ¡Atila, por qué nos abandonaste!
¿Qué pasa cuando quien dice el improperio, no es un político contra otro político, sino una parte de la prensa contra alguno de los políticos? ¡Amigo! entonces la cosa cambia algo; pues, independientemente del grupo político sobre el que cae el peso del artículo publicado, tendría que hablarse de actitud tendenciosa, de posición partidista, de amiguismo político-periodístico, y hasta de manipulación. Hemos observado y hasta hemos normalizado que de tal o cual periódico, de tal o cual emisora de radio, de tal o cual cadena televisiva, solo pueden tratarse los temas desde el punto de vista que le interese al partido al que defienden. ¿Qué nos pasa? Parece que el hecho de que algún medio de comunicación reciba anuncios, subvenciones o lo que se tercie, implica per sé, que todos sus periodistas quedan obligados a que, en dicho medio, se trate de una forma más o menos benévola al partido que gobierna y da subvenciones. En definitiva nos hemos creído y parece que hemos dado por cierto que estamos nutriendo nuestros deseos de información de manos de mercenarios. Esto significaría que todo aquello que se decía de que el periodismo era el cuarto poder, se desvanece a medida que seguimos creyendo que lo que nos dicen los políticos de uno y otro color, sea cierto. El periodismo necesita ser reconducido y para conseguirlo, nada mejor que ponerle una correa y llevarlo corto y al pie. Eso seguramente debe ser lo que le ha pasado a algunos miembros de la política para pensar y preparar una nueva Ley que frene el ímpetu periodístico de contar de forma transparente todo lo que se mueva dentro de la trastienda de los partidos, de los gobiernos, de las decisiones tomadas de forma “extraña” -por no usar palabras que no pueda demostrar- y en definitiva de todo lo que la ciudadanía debería conocer de forma absolutamente cristalina.
Recientemente, un jefe de estado, ha dicho que va a eliminar un tipo de red social que tiene un nombre como de tiqui-taca, bajo el pretexto de que es nocivo para la sensatez a la hora de valorar la seguridad del Estado. Parece increíble que un país se pueda ver amenazado por las ocurrencias que los usuarios exponen en ese medio de difusión, pero basta que alguien en la política lo considere así, para que dicho medio se convierta en un proscrito. Paralelamente, en otra parte del mundo alguien pretende hacer lo mismo con otra red social a la que, quien la usa, ya se ha acostumbrado a llamar X, pero nombrando, eso sí, su anterior denominación -en publicidad es mejor repetir el nombre dos veces, que solo una-. El motivo tiene que ver con que parece ser que quien es su cabeza visible es un señor al quien se le tilda de actuar escorado a una posición de extrema derecha; hasta tal punto es así, que hicieron viral unas imágenes suyas pidiendo un taxi o un café -según dice un amigo mío- alegando que, lo que hacía, era saludar a alguien que estaba en la fila más alta de recinto donde se dirigía al mundo.
No son los únicos casos pues, hace no muchos meses atrás, un presidente que juró su cargo -lo suyo es que, el juramento, hubiera sido decir solo la verdad ante un Juez-, dijo que iba a retirar la licencia a WhatsApp para que no pudiera usarse en su territorio. Y, todo ello, por el simple detalle que marca el que dicha red social solo sirva para “ponerlo a parir” y es que el hombre ya dejó de estar verde y ha pasado a ese estado en el que la fruta o se usa o se pudre. Otro presidente de algo más arriba acaba de proponer la retirada de licencias a determinada prensa para asistir a sus ruedas de prensa.
Estamos ante una política que no dejará de intentar lo que sea, para que no solo se hable bien de lo que ellos y ellas hacen, sino que también.