La semana pasada aproveché, quizás con exceso de atrevimiento, la sapiencia de otros para plasmar el comentario “Albania, Onufri, A.K.”, a través de una pluma desmejorada y poco fiable. https://www.canariasdiario.com/noticia/142420/opinion/albania-onufri-y-a.k..html
Por suerte, cuando la voluntad es buena y los fines plausibles, porque persiguen el camino de la verdad, el "desvío" puede intentar repararse.
De tal modo que, en vez de continuar aclarando con voz prestada, me pareció mejor solución que fuese el propio protagonista quien ilustrase, con certezas, la realidad albana, que tristemente se parece a otras realidades que amargan este planeta convulso.
Tras un encabezamiento más que afectuoso, Alberto Karantzas, se dispuso a escribir la historia, la de su tierra y la suya propia, del modo en que realmente fueron.
Las que siguen son las letras de una persona cuyo idioma nativo es el albanés, que habla griego, español, inglés, francés, italiano y redacta con solvencia y respeto.
“... Quería hacer algunas correcciones, solo algunas, que no afectan a la esencia del material publicado la semana pasada, con el objeto de que la presentación histórica corresponda y se fusione mejor con la realidad vivida en Albania, durante ese período en que el país estuvo bajo el sometimiento del "estado unipersonal" de un tirano.
1. Yo viví en persona todo el período de la dictadura, iniciando la aventura de la emigración en 1990 y regresé a Albania en 2018, Debo mencionar que la dictadura continuó ininterrumpidamente de 1944-1991, año en que los habitantes de la capital derribaron la estatua del sátrapa y la rompieron a martillazos.
Algunas crisis me indicaron que el ciclo de mi presencia física y lucha en el extranjero había llegado a su fin. Podía considerarme un sobreviviente de un período absurdo, que todavía hoy se enfrenta a la espiral descendente de los valores humanos, y experimenta una transformación imparable de mi país hacia lo peor.
2. Yo vi la destrucción de la generación de mi abuelo y también la de mi padre, y por eso no puedo escapar de la interpretación emocional de esa realidad que redujo Albania a un enorme campo de concentración al aire libre.
3. Sí, los bárbaros, sin cerebro, "armados" con la doctrina no socialista, no comunista, sí "enverista", donde toda actividad del país estaba pensada y dirigida al beneficio de su propia familia, la de Enver Hoxha.
Con gran celo se lanzaron a esa obra destructiva. El “dictador” disfrutó de la cobardía e ignorancia del pueblo, debilitando los elementos de la sociedad y así obtener la división y lanzar a los unos contra los otros.
4. Durante la dictadura todos fueron sometidos, el único que golpeaba era el dictador, dejando a todos como criaturas sin oxígeno para mantener vivos sus cerebros. Así, la mayoría del pueblo se quedó enfermo, perdió el contacto con el resto del mundo. Normalmente, cuando un deportista cae, interviene el árbitro para protegerlo de la destrucción, pero aquí el árbitro fue el mismo criminal.
5. "El rojo" de Onufri debe ser usado en singular.
6. Los nostálgicos de Hoxha, que declaran que modernizó el país, no entienden que cada industrialización significaba más dinero y la mayoría de la producción fue canalizada a la exportación, dejando al pueblo nutrirse con una mentalidad minimalista.
En un territorio con las fronteras cerradas, la sociedad fue usada como una maquinaria en la que todos eran rehenes, sacrificándose para los que mandaban.
Alberto Karantzas acompaña sus reflexiones con una foto en la que puede verse él mismo, explicando las bondades de la iconografía ortodoxa en la Iglesia de la Dormición de Santa María de Berat.
Detrás, más allá de los turistas franceses que lo atienden, destaca el iconostasio en el que uno de los iconos grandes representa la escena de la Dormición, que para los fieles significa el tránsito de la Virgen a la vida eterna, tema que se venera en el cristianismo oriental.
Antes de despedirse me aconseja que, aprovechando la mención de Onufri, y lo que representa el Patrimonio Universal de la UNESCO, donde ocupan un lugar prominente, podría mencionar el Codex Purpureus Beratinus, allí mismo rescatado, que desde los siglos VIII-IX, hacen brillar sobre un pergamino color púrpura, los evangelios de Mateo y Marcos escritos con tinta plateada.
También del Codex Anthimi, que junto al anterior conforman dos de los siete libros más importantes de la historia de la Ortodoxia, que él señala con mayúsculas.
A pesar de su estado y conservación, en la que se aprecian deterioros, inflamados por la antigüedad, en los códices se pueden seguir leyendo versículos actuales, donde destacan textos que nadie atiende, quizás porque no entienden el griego o lo que significan las buenaventuranzas para los pacificadores, o la importancia de mantener la paz entre los hermanos.
Alberto Karantas, a pesar del tiempo transcurrido, del mismo modo que le sucede a las personas que se conmueven con el dolor, no consigue comprender cómo pudo suceder en su país todo aquello que sucedió.