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¿Puede volver la moderación?

Por Julio Fajardo Sánchez
domingo 20 de julio de 2025, 13:07h

Escribe el director de La Vanguardia, Jordi Juan, que hay una esperanza en el retorno a la moderación. La moderación, en este momento de beligerancia extrema se confunde con no tomar partido, con no estar en la guerra, con una posición de no compromiso en la que la supuesta tibieza es denostada por no responder con inmediatez a lo que requiere el estado de crispación constante donde nos han metido desde que Zapatero le dijo a Gabilondo: “nos conviene tensionar”. Personalmente les garantizo que se reciben más porrazos en la neutralidad por parte de aquellos que practican lo de si no estás conmigo estás contra mí.

Todo viene de una entrevista que le ha hecho al presidente de Andalucía, que le ha servido para plantear la conveniencia de encomendar la política a personas como Juan Manuel Moreno Bonilla y Salvador Illa, que terminan igual y que se reconocen mutuamente cualidades de savoir faire. Imagino que tanto en Ferraz como en Génova dirán que don Jordi es un poco tocapelotas, pero lo que está haciendo es poner sobre la mesa el hartazgo que tienen los españoles por esta escalada de insultos y malos modos que está acabando con nuestra convivencia.

Alguien se está dando cuenta del desgaste que supone para los dos grandes partidos de la democracia española vivir en este pimpampum creciente que acaba con la paciencia de los ciudadanos a la vez que provoca el crecimiento de Vox. Sin embargo, no confío demasiado en que vayan a rectificar. Seguiremos igual mientras en Europa contemplan asombrados cómo nos destrozamos a tortazos, aunque allí tampoco están para dar ejemplos a nadie. No podemos andar saltando a la yugular del contrincante político y luego escandalizarnos por la violencia en las calles de Torre Pacheco.

Hay una contradicción en este comportamiento, o, al menos, una exagerada hipocresía. La moderación no está de moda. Feijóo venía de moderado y, a fuerza de mostrarle la foto del barco con el narcotraficante, lo han sacado de sus casillas, que también rima con Illa y con Bonilla. Sus señorías aporrean los escaños y el Congreso huele a cuadra cuando las mulas patean las puertas para que les den el pienso. Más lejos no se puede llegar, pero fuera está la calle, donde se citan los diputados para mostrar su matonismo cerril.

Cerdán decía haciendo señas con sus manos: “Eso me lo dices en la calle”. Cuando la calle es el lugar destinado a resolver las diferencias mal asunto. Los ciudadanos deben reclamar su derecho a usarlas pacíficamente, como el lugar de encuentro que siempre han sido, y expulsar de allí a los que se citan en ella para darse trompadas. Esto es lo que dice Jordi Juan en La Vanguardia, pero con otras palabras. Illa o Bonilla, o los dos, qué más da. Lo importante es que los españoles podamos creer que hay otra forma de entender la política que no sea la de darse patadas en salva sea la parte.

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