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Romería de San Roque

Por Juan Pedro Rivero González
jueves 10 de julio de 2025, 06:00h

¿No es la Romería de San Benito la que se celebra este próximo fin de semana en La Laguna? Sí, claro que lo es. Entonces ¿está equivocado el título de esta colaboración? No lo está. Vamos a explicarlo. En La Laguna hay muchas romerías a lo largo del año, especialmente en este tiempo de verano, apropiado para tales actividades religiosas y culturales. En el mes de julio –este año el día 13, domingo- evidentemente se celebra la gran Romería, con carácter regional- de San Benito. Pero este año, en el corazón de ese acto romero, la imagen de San Benito estará acompañada por San Roque. Esta compañía extraordinaria nos recuerda que, desde hace muchísimos años, cada mes de agosto, el domingo posterior al 16, con las típicas canas en las manos, los romeros suben a la montaña de San Roque, a celebrar al Santo y a agradecer su valiosa protección de las enfermedades infeccionas y la protección de las mascotas. San Roque baja este año de la montaña para recordarle a los laguneros que sigue siendo protector y apoyo, intercesor y ayuda ante la divinidad amorosa.

Por eso titulamos este artículo, no con el nombre de San Benito, sino con el de San Roque. Que, a buen entendedor, pocas palabras le hacen falta. La singularidad de este encuentro entre San Benito y San Roque nos puede ayudar a recordar que la Ciudad de los Adelantados tiene el privilegio de contar con co-patronos en sus cuatro esquenas: San Juan, San Cristóbal, San Miguel, San Benito y, también, San Roque. No será por protectores…

San Roque no dejó escritos, pero su vida fue una carta viva de amor y entrega. Nació en Montpellier, en el sur de Francia, hacia el año 1295, en el seno de una familia noble y profundamente cristiana. Desde pequeño mostró una sensibilidad especial hacia los pobres y los enfermos, como si ya entonces adivinara que su camino no iba a ser de poder, sino de servicio. Huérfano joven, repartió sus bienes entre los necesitados y emprendió peregrinación a Roma. No buscaba fama ni aventura: buscaba a Dios en el rostro herido de los hombres. Italia estaba entonces asolada por la peste, esa sombra oscura que no solo enfermaba los cuerpos, sino también los ánimos. Pero Roque no huyó del dolor: lo abrazó. Recorrió ciudades y aldeas cuidando a los apestados, consolando a los moribundos, sanando con sus manos y con su oración. Muchos lo consideraron un santo en vida.

Un día, él mismo cayó enfermo. Con el cuerpo llagado, se retiró a un bosque, donde —dice la tradición— un perro le llevaba pan cada día y le lamía las heridas, mientras él ofrecía su dolor como plegaria. Aquel perro, símbolo de fidelidad y compasión, se convirtió en parte inseparable de su iconografía. Recuperado, volvió a su tierra natal, pero no fue reconocido. Acusado injustamente de espionaje, fue encarcelado. Allí, en la oscuridad del anonimato, vivió sus últimos días, entregando su vida como la había vivido: sin buscar gloria, con humildad y esperanza. Murió en silencio, pero su memoria se extendió con la fuerza de la luz. San Roque se convirtió en patrono de los enfermos, de los peregrinos y de los que cuidan a los que sufren. No fue teólogo ni mártir, pero su vida fue una parábola encarnada del Evangelio: “Estuve enfermo y me visitaste” (Mt 25,36).

Y hoy sigue caminando con nosotros. Por eso, te invitamos con alegría a participar en la tradicional Romería de San Roque, que celebraremos el próximo mes de agosto, el domingo posterior al 16. Un día para honrar su memoria, compartir la fe del pueblo y renovar la esperanza, al son de la música, el color y la fraternidad. San Roque nos espera en el camino. No faltes.

Juan Pedro Rivero González

Delegado de Cáritas diocesana de Tenerife

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