Baekyhum es un cantante surcoreano que tiene millones de seguidores en ese mundo asiático al que no llegamos del todo. Su tema más conocido, “Psycho”, repite un estribillo obsesivo: “Soy un psicópata, soy un psicópata, game over”. ¿Dónde he escuchado esto recientemente? A veces nos tenemos que ir al otro lado del mundo para descubrir los lugares comunes de la globalización. Por ejemplo, al leer la novela del chino Liu Zhenyun. “Yo soy una mujerzuela” descubro un aspecto original en las conquistas orientales de la liberación de la mujer. La protagonista se ha divorciado de su marido porque han tenido dos hijos en la época en que el Gobierno solo permitía tener uno. Luego descubre que su ex es un impresentable y, reconociendo que los motivos de su divorcio no satisfacen a su integridad femenina, lucha para que le sea anulado, reponer su matrimonio y separarse de verdad, pero por las razones auténticas que la incitan a disolver su vida en pareja; no por causas administrativas.
Es sorprendente esta historia, que nos une en lo fundamental, al menos en la consideración a la dignidad individual. A poco que busque encontraré rastros de que no todo se ha perdido y la condición humana anda reclamando un respeto para subsistir con un mínimo de orgullo, sea cual sea el régimen político en el que viva y la ideología que intenten inculcarle. La humanidad reivindica esa independencia, zafándose de las fuerzas que tratan de imponer una marcha en una sola dirección, persiguiendo la libertad del individuo, algo tan difícil de conquistar y tan fácil de perder. Supongo que el personaje de Liu Zhenyun no obedece al prototipo de la mujer china, pero me basta que exista en la imaginación del escritor para que considere su necesidad y su posibilidad. Todo lo que se piensa y se desea, de alguna forma existe.
El psicópata de Baekhyum me llama más la atención, sobre todo porque su descubrimiento ante el espejo viene en paralelo con la afirmación game over, se acabó el juego, algo que solo ocurría en las pantallas de las máquinas tragaperras, recordándonos que el hecho compulsivo de introducir una moneda en una ranura es un signo de desequilibrio mental.
Miro a oriente no porque allí se encuentre un faro que tengo que seguir, sino porque detrás de su uniformidad aparente creo hallar unos rasgos que me son cercanos y me satisfacen. Son las excepciones que hacen que la vida merezca la pena vivirla. Ya sé que es más cómodo meterse en el cardumen unidireccional de lo políticamente correcto, de la obediencia ciega a la norma, y de la entrega de la voluntad en lugar de ofrecer el corazón, como dice Fito Páez. Estas cosas nos las encontramos a poco que levantemos una piedra, como el que busca carnada en el callao. Hoy me he tenido que trasladar al otro lado del mundo para comprender lo que nos pasa. Todavía martillea en mis oídos el sonsonete de la canción de Baekhyum: “Soy un psicópata, game over”.