Dicen que la revolución ya está aquí, que viene de la mano de la inteligencia artificial. El problema consiste en saber quién la programa y la controla. Ya nos invaden los algoritmos que sirven para que no nos equivoquemos. Solo hace falta buscar la máquina que será alimentada por ellos, y entonces estaremos a punto de desaparecer definitivamente. Me temo que esa inteligencia de sílice y plastilina será capaz de escribir libros; y cómo tendrá la capacidad de analizar cuáles son buenos y cuáles no, nos mandarán a los escritores al ostracismo, por incómodos y anticuados. Harán un combinado con todo aquello que ha tenido un éxito reconocido y producirán obras con influencias de aquí y de allá, más o menos como ocurre en esos cursos de escritura que se anuncian en las redes. Como si eso pudiera aprenderse aplicando una técnica, igual que tirar una falta desde fuera del área dándole rosca al balón. Todo se aprende, hasta meter triples y no fallar ninguno, y hacer del baloncesto un deporte aburrido.
La revolución ya está aquí. Algunos lo notamos más que otros. Entra con vaselina, lentamente, haciéndonos creer que forma parte de una de las conquistas del bienestar, pero es un engaño que viene a destruirnos, a anular lo único de ejemplar que tiene nuestra esencia humana. Alguien nos avisa de que es inevitable, de que es el coste de la evolución para pasar a una escala de progreso insospechado. Por eso, a los que protestamos se nos acusa de carcas y reaccionarios y de oponernos al funcionamiento natural de las cosas.
La revolución ya está aquí, pero yo no voy a dejar de escribir por eso. Moriré con las botas puestas, aunque desesperanzado por la pérdida de un mundo que ya es irrecuperable. Cuando llegue a ocupar todos los niveles que el desarrollo le permita, cuando todo esté colmado por la ficción de la artificialidad, ya no habrá marcha atrás. Se inventarán adjetivos peyorativos para lo que se deja atrás, y ya nunca volveremos a ser como antes. Los modelos que se salven como prototipos, formaran parte de los museos y sus réplicas invadirán el mundo aburrido que será un regüeldo repetitivo de lo que nunca volverá a ser.
La revolución ya está aquí. Lo he leído en el periódico; y ya se sabe que lo que sale ahí obedece a la verdad más absoluta: esa que pasa por el filtro de la deontología de los informadores incorruptibles que hacen de heraldos del futuro. Ni siquiera nos salvará ese Infinito en un junco, de Irene Vallejo. El capitán Nemo llenará su submarino con todos los libros que la inteligencia artificial rechace, y hará, igual que Noé, un viaje imposible, protegiendo a las obras de los hombres hasta que pase el vendaval y una paloma traiga una ramita de olivo para anunciar que la catástrofe pasó. Me temo que esto no ocurrirá nunca porque la revolución ya esta aquí, y, según muchos imbéciles, los más, ha venido para quedarse.