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El Puerto de la Cruz desde un cómodo sillón

Por José Luis Azzollini García
lunes 21 de noviembre de 2022, 10:54h

Son muchas las parejas de españoles que decidieron pasar su luna de miel, o alguno de sus aniversarios señalados en la ciudad turística del Puerto de la Cruz. Muchísimos alemanes, escandinavos, ingleses -por citar a los mayoritarios-, también eligieron este enclave turístico del norte de Tenerife para pasar las mejores vacaciones de su vida. Los álbumes de unos grupos y otros, está llenos de fotografías del tiempo que pernoctaron en sus hoteles. De sus calles y jardines. Las anécdotas que seguro han contado y seguirán recordando, rememorarán aquellos excelentes momentos que pasaron entre nosotros. Daba igual el hotel que hubiesen elegido, pues el servicio que iban a encontrar era de una altísima calidad. Los hoteleros, de aquella época eran, mayoritariamente, gente del lugar o foráneos ya afincados en la tierra. Adoraban lo que tenían y lo cuidaban con esmero. Se mostraban como auténticos anfitriones y los políticos de la época, según iban sucediéndose, colaboraban desde una posición de respeto a esa labor. Es verdad, que con el paso del tiempo, algunos de ellos, llegaron a alcanzar unos niveles de soberbia que en poco o nada han ayudado. Aún hoy, se recuerda a un señor que ayudó a impulsar esta ciudad turística. Después de él, solo se ha visto mucho parcheo y poca creatividad.

El mundo empresarial, también fue sufriendo su metamorfosis. Los pioneros se hicieron mayores y/o fallecieron; y sus descendencias, al pasar a ocupar la representatividad de algunos establecimientos, consideraron que era mejor vivir de las rentas que adquirir la responsabilidad de aumentar el legado que se les había dejado. Todo ello trajo que, la propiedad de los hoteles más emblemáticos de la ciudad turística, pasara a manos de cadenas hoteleras cuyo sistema de gestión de turismo cambió nombres y apellidos de clientes, por números y datos estadísticos. Modificó la forma de actuar con la clientela, pasando de la invitación, a las normas de riguroso cumplimiento. Se pasó de un esmerado servicio en mesa -uso de cubiertos de servir, trinchar o limpiar, etc.- con una destreza propia de los mejores restaurantes de alta cocina; a un servicio, más estético -grandes bufets- que otra cosa, de “sírvase usted mismamente”. ¡Aquellos grandes profesionales, pasaron a ser recogedores de platos!

La calidad de los establecimientos en la época dorada del Puerto de La Cruz, se medía por el servicio que se daba, pero también por el cuidado de las instalaciones que se ponían a disposición del turismo. Se respiraba “glamur” allá donde miraras. Hasta las terrazas de los bares invitaban a sentarse. No era menester que nadie te “tentara” a entrar. Se te iban los pies con aquellos pianistas tocando canciones de los grandes artistas de la época. Todo el turismo usaba sus mejores vestimentas para salir a bailar a estas salas de fiesta. Por supuesto, dentro de los hoteles, no había necesidad de pedirle a ningún cliente que volviera a su habitación a cambiar sus chanclas y bermudas de colores, por unos pantalones largos, una chaqueta y su correspondiente corbata.

Las calles lucían limpias y adecentadas en cualquier época del año. Puede que hubiera algún desconchón puntual, pero era rápidamente remendado y pocos eran los que se enteraban de su existencia. La policía, era visible. No hacía falta esperar a que vinieran, si hacían falta; ellos siempre estaban por la zona. De hecho muchos caminaban por los centros más concurridos.

El tiempo pasa, y como he dicho, la situación ha ido cambiando. ¿A peor?, ¿A mejor? En esto cada cual tiene su opinión. Por mi parte, solo digo que si aquel turismo de antaño, volviera a visitarnos en esta época, vería sus hoteles, y las calles y jardines que les rodean, casi exactamente igual a como lo recordaban. Es decir: casi nada se ha modificado. ¡Si los hoteles se iban deteriorando, muchos han seguido haciéndolo hasta cumplir su ciclo de vida útil!

Unos pocos han cerrado sus puertas y hoy son apartamentos habitados por inquilinos de larga duración o por propietarios que han adquirido su pequeña parcela donde descansar después de un duro día de trabajo, no necesariamente en el mundo turístico. Incluso, todavía, podrán ver el monumento a la desidia -cada vez que se aproximan las elecciones, hablan de derribarlo- que existe en una de sus arterias principales. Algunas de las mismas unidades de alojamiento, han pasado a ser alquiladas a un turismo de paso que llega sin paquete vacacional contratado y que adquirirá la llave de sus aposentos, directamente de un cajetín que abrirá con su combinación. ¿Será igual que con un recepcionista?

A otros establecimientos, les han dado un lavado de cara, pero como el número de huéspedes no es el suficiente para amortizar gastos y dar el beneficio adecuado, dicho enjuague, no habrá podido ser en profundidad. ¿Encontraremos, aún, mobiliario de estilo “castellano” en su decoración?

Sin duda habrán -los hay- establecimientos hoteleros que decidieron cerrar para proceder a una reforma en profundidad. En algunos casos, me consta, nos consta, que los dejaron en la estructura y volvieron a levantar los muros de las habitaciones, por supuesto con nuevas instalaciones sanitarias y de seguridad. ¡Olé por estos empresarios! ¡Olé por quien les animó y ayudó a hacerlo! Pero, ¿Son mayoría? Desafortunadamente no ha sido así. Y recordemos que, como dirían las eléctricas, se dio un cero turístico. ¡Qué oportunidad más grande se perdió para hacer una remodelación global!

Se podían haber arreglado aceras, jardines, mobiliario urbano, adecentado hoteles y resto de comercios, y un largo etcétera. Incluso hasta se podían haber puesto en marcha por vía de urgencia una serie de cursos de reciclaje y formación “no presencial”, para mucha gente de las que se encontraban en ERTE. Desde luego no hubiera dado tiempo para hacerlo todo, pero fue un tiempo perdido que ya no volverá. ¿Será productivo el lamento?

Lo que sí parece cierto es que todas las partes implicadas tienen su cuota de responsabilidad en hacer que el “ave Fénix”, que tanto bien produjo, vuelva a volar sobre esta zona de la isla. Pero parece que eso está costando mucho hacerlo llegar a nuestras entendederas. Es mucho más fácil dejar que todo fluya sin más. ¡Que no puedo controlar mis esfínteres, pues me meo encima! Aun cuando exista la posibilidad de actuar sobre esa realidad -metafóricamente hablando-.

Que tristeza ver como languidece el Puerto de La Cruz ¡Buque insignia del Turismo Canario!

¿De verdad me quiere alguien decir que en esta ciudad turística, existe una concejalía de Turismo, o de Obras públicas, o de Ordenación del Territorio que permite que se tenga que hacer el Paris-Dakar para estacionar su coche cerca del muelle, o que la antigua estación de guaguas y su parking, permanezca como negocio de los “gorrillas”. ¡Todo eso lo ve y lo comenta el turismo! Nos hemos acostumbrado a ver los mismos grandes proyectos para el Puerto de La Cruz, solo en titulares de la prensa, y ya ni protestamos. ¡Acomodación total!

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