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La Siervita

Por Juan Pedro Rivero González
miércoles 15 de febrero de 2023, 05:00h

No es lo mismo servidora que sirvienta. Aquella escena de La Vida es Bella, película que dibuja la vida de una familia judía, con un hijo pequeño en un campo de concentración nazi, en la que el tio del protagonista le enseñaba como ser un buen camarero, apelando a Dios, que está a nuestro servicio sin ser nuestro sirviente, nos ayuda a entender esta diferencia fundamental.

Sor María de Jesús es llamada la Siervita. No la sirvienta de nuestra búsqueda de trascendencia, sino la Sierva de Dios. De Dios, y por serlo de Él de cuantos, durante su vida o después de ella, reciben su intercesión. Porque estaría feo que solo sirviera a Dios cuando tanto nos ha insistido Él en que los demás ocupan su presencia vicaria a nuestro lado bajo el nombre de prójimos.

Como cada 15 de febrero, las religiosas del Monasterio dominico de Santa Catalina de Siena, en la Plaza del Adelantado, en La Laguna, abren su sarcófago y nos muestran su cuerpo incorrupto. Hacemos memoria del testimonio de su vida de “servicio” como monja de clausura en el siglo XVIII entre nosotros y pedimos a Dios su pronta beatificación.

Recordaba aquella invitación que nos hacía el año 1999, antes de cambiar de Milenio, el anciano Papa Juan Pablo II: “el servicio de la santidad”. Y me preguntaba qué servicio nos pueden prestar los santos a quienes vivimos en la complicada sociedad del primer cuarto del siglo XXI. Prestaron un servicio entonces, ¿pero ahora y a nosotros?

Cuando nos encontramos con una buena persona, con alguien que ilumina con su conducta la convivencia, solemos sentir un deseo de imitación. Porque hay atractivo en la bondad. Pues ser santo es ser más que buena persona. Es ser heroicamente bondadoso. Es romper el techo de lo exigible yendo más allá de lo debido como efecto de un amor maximizado. Un santo compensa tantas mediocridades de tantos de nosotros que restamos bondad en esta probeta de vasos comunicantes que somos en la comunidad. Levantan la media de la bondad.

Como los pararrayos -así le gustaba definirlos a Damián Iguancén, de feliz memoria- que están en lo más alto haciéndose cargo de los que, en las bajuras, podemos sufrir las descargas malignas de la pereza y el egoísmo. El cartel público que nos indica la dirección, sin hacer ruido, señalando y dejando marchar, sin ocupar más espacio que el imprescindible.

La extraordinaria visita cada quince de febrero al monasterio de las Catalinas, en La Laguna, es una señal en el camino, un cartelón magnífico que nos dibuja la ruta de la bondad social. El servicio de la santidad derramándose por un rincón de Aguere.

María de León y Delgado -El Sauzal, 23 de marzo de 1643 - San Cristóbal de La Laguna, 15 de febrero de 1731), fue una hermana lega perteneciente a la Orden Dominicana y popularmente conocida como "La Siervita". El nombre de "Sor María de Jesús", lo adoptó cuando recibió los hábitos.

Juan Pedro Rivero González

Delegado de Cáritas diocesana de Tenerife

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