Es difícil no terminar odiando a las empresas prepotentes, sobre todo cuando no tienen empacho en demostrar el poder que ostentan, al modo de dioses superdotados que lo abarcan todo, incluso a las consecuencias que pueden generar con sus actos.
Es difícil no reprocharles la forma en que se instalan en la vida de la gente, con el despreciable fin de auscultar lo que hacen, cómo lo hacen, y dirigir lo que van a hacer, con las malas artes que les regala la supremacía tecnológica.
Es difícil no desearles los mayores quebrantos económicos, al ver cómo dirigen a sus "víctimas" hacia zonas donde puedan obtener rentabilidades mayores, como si necesitaran insuflar más sus arcas, que alcanzan niveles de indecencia.
No les da vergüenza sugerir haciendo trampas, informar de manera descarada, por ejemplo, Google, que manda correos electrónicos a menores de edad.
“Hola, E: Tu privacidad es importante, por eso nos gustaría recordarte que tus padres o tutores están utilizando Family Link para supervisar tu cuenta de Google y los dispositivos en los que has iniciado sesión. Puedes detener la supervisión en cualquier momento..."
- acaba de cumplir 14 años, pero daría lo mismo que tuviese 15 o 16 o 17, porque según el artículo 12 de la Constitución Española la mayoría de edad se alcanza a los 18 años. Sin embargo, la “constitución”de Google permite que en Europa, ese atributo, al menos para acceder a los contenidos que ofrece, se alcance a los 14, 15, 16, dependiendo del rigor de los países, siendo Austria, Chipre, Italia, Lituania y España los más complacientes, cosa que debería darles vergüenza, verse postrados ante la avariciosa multinacional.
Mientras el mundo científico, pedagógico o sanitario reclama a los políticos una legislación para prohibir el uso de los móviles a los menores de 16, las empresas se esmeran para crear contenidos que los atrapen, sabiendo que ese tipo de adicciones es terriblemente contraproducente para la salud física y mental de los adolescentes.
Si los malos fuesen ignorantes, uno podría juzgarlos con cierta indulgencia, pero cuando conocen el efecto que sus algoritmos generan en la población más vulnerable, explotan todos los adjetivos y uno desea, desde su miserable condición de usuario, que se les fundan los servidores que alimentan sus ganancias. No se conforman con gastar más agua y energía que muchas ciudades, sino que al tiempo que refrigeran sus baterías calcinan mentes jóvenes.
Al expresar a Bard la disconformidad con la edad de consentimiento, la inteligencia artificial engendrada por Google, como si estuviese defendiendo a su padre de silicio, regurgitará que algunos expertos sostienen que los menores de 13 años son capaces de comprender los riesgos asociados al uso de la tecnología. También que una edad de consentimiento más alta les podría limitar la independencia digital.
No hace falta ser un interrogador policial para pedir que nombre esos expertos. La aplicación, es capaz de citar tres, y lo hace falseando la realidad.
Al serle reprochada la mentira, y defendiéndose como si fuese un ser humano, Bard asegura: “Los menores de 13 años todavía están en desarrollo y pueden cometer errores. Pueden ser engañados por estafadores, compartir información personal con extraños o participar en comportamientos inapropiados. Por eso es importante que los padres supervisen el uso que sus hijos hacen de la tecnología, incluso si los hijos comprenden los riesgos.”
A pesar de sus tripas de litio, Bard recomienda a los padres hablar con sus hijos sobre los riesgos asociados al uso de la tecnología, también establecer reglas y límites claros utilizando herramientas de control parental.
Al demostrarle la contradicción, indicando que ellos incitan al retiro de ese control y reclamarle modificaciones a su política, expone: “Hay varias razones por las que Google no ha aumentado la edad de consentimiento para el uso de sus productos y servicios.
En primer lugar, Google reconoce que los menores de 13 años son cada vez más usuarios de la tecnología, y es importante, ya que puede ser una herramienta valiosa para la educación, la comunicación y el entretenimiento.
En segundo lugar, Google cree que los menores de 13 años son capaces de comprender los riesgos asociados al uso de la tecnología.
En tercer lugar, Google cree que una edad de consentimiento más alta podría limitar su independencia digital, dificultando su acceso a la información y a las oportunidades que necesitan para desarrollarse.”
Aprovechando la atención que me estaba regalando el engendro de lata, hablando en nombre de sus progenitores, llegué donde quería, porque Bard podrá tener memoria, pero a confundir no me gana ninguna máquina.
De tal forma me entregó estudios publicados por universidades de prestigio: Cambridge, Stanford, Harvard, Complutense, de la Academia Americana de Pediatría, del Centro de Investigación Pew, del Instituto Tecnológico de Massachusetts, de la Comisión Europea o la OMS.
En esos trabajos, referidos a niños de 13 años, de 14, hasta 17, se precisaban aspectos relacionados con adicciones, ansiedad, depresión, problemas del sueño, acceso a contenidos inapropiados, ciberacoso, pérdida de privacidad, suicidios.
Y eso es lo que causa indignación. ¡Google, Facebook, Instagram, Tik Tok conocen, perfectamente, lo que les puede ocurrir a los menores!, pero en vez de mirar hacia el problema dirigen la vista a su propio beneficio, con la complicidad de las autoridades que deberían impedirlo.
Mientras tanto, los padres desesperan.