Ante todo y en aras de evitar que algún “clasificador” de este País, me coloque en la estantería de los “fachas”, de los “monárquicos”, de la “derecha rancia”, de la izquierda monárquica, o donde se le antoje, deseo aclarar que no soy monárquico por convicción, sino por respeto a la decisión del pueblo soberano que aceptó esta figura representativa en la Carta Magna. Si se me tiene que colocar en algún sitio, casi preferiría que fuera en el estante de “Constitucionalista”. Al fin y al cabo, juré lealtad a Ella; y además, lo hice en documento público. (Aunque nací de madre española, no me pude acoger al Derecho de Sangre que otorga la nacionalidad en nuestro País, pues hasta el 78, quien mandaba, no consideraba español sino a quien hubiera nacido, únicamente, de “padre” español). Las madres, aunque nos parieran, en 1958 no eran consideradas como un pilar para adquirir la carta de nacional.
Para firmarla, aunque en tiempo atrás no se exigía, la leí íntegramente. Y, pude ver que la Institución de la Monarquía tiene un apellido que le da sentido a cómo, los españoles, han decidido que se les gobierne: Monarquía Parlamentaria (Art. 1.3 del Título Preliminar de la Constitución) que hasta el mayor de los irrespetuosos de la Nación, debería aprender a respetar. En el art. 56.1 del título II (de la Corona), se deja claro el carácter representativo del Rey, pues asevera, que la soberanía reside en el pueblo y en su Parlamento. ¡El Parlamento como protagonista real! En el punto 3, del mismo artículo, se recoge la inviolabilidad e irresponsabilidad del Rey, algo que parece levantar ampollas en más de un político y que suelen sacarlo a relucir -quienes se consideran republicanos, mucho- para echar lodo sobre la propia Institución. No me adhiero, al cien por cien, con ese apartado tres, del artículo cincuenta y seis; pero tal vez, y visto lo visto, haya servido para que lleguemos a la madurez de la Democracia con nuestra representación intacta. ¿Se debería modificar? Sin duda. Soy partidario del ajuste de dicho punto para que, quien tenga el mandato de representar al País, sepa que sus actos e ingresos serán auditados y podrán ser enjuiciados. Y, ya de paso, modifíquese también, la Ley que permite que, determinados hechos de quien se mueve en la política, requiera que actúe, únicamente, El Tribunal Supremo. Y, si quieren elegir a personas, ¿por qué no empezar por conseguir las “listas abiertas” para votar? Hay muchas cosas a modificar, cuando se trata de “mejoras prioritarias” en La Constitución española.
Una vez aclarada mi posición y teniendo claro -yo lo tengo- cuál es el cometido y responsabilidad de la figura del Rey de España, pasaré a tratar la otra parte del cuento; la que habla del “sapo”. Espero que se me permita comparar, la actividad de un sapo, con la de quien, amparándose en una protección legal y en el derecho a la libertad de expresión -en algunos casos rozando una aparente difamación- se refiere a quien nos representó en la transición y colaboró a seguir en democracia, con el calificativo de “ladrón”. Recientemente también he escuchado a otro político de Cataluña -¡están buenos algunos allí!- extender, en sede parlamentaria, el título de ladrón a todos los Borbones, sin que ningún miembro de la Cámara le pidiera explicaciones. ¡Ni uno! El argumento del aludido -la del parlamentario se deduce de la campaña de acoso a la Monarquía que algún sector viene llevando a cabo- está basado en la realidad contrastada de que, D. Juan Carlos I, reconoció -según afirman- el haber defraudado a Hacienda al hacer una rectificación posterior de su declaración. Figura jurídico-fiscal que, según me ha informado quien entiende de temas contributivos muchísimo más que yo, está reconocida como una acción válida para eludir sanciones cuando no se ha hecho una declaración correcta -a conciencia o sin ella-. Al parecer, muchos empresarios y ciudadanos -incluyendo algún político- han hecho esta “complementaria”. Se reconoce el error, se subsana pagando y a otra cosa mariposa. Pero esta realidad, un Ministro de los que cuando habla sube el pan, la esconden en el “portaboleiros” -que diría un querido cuñado mío- y, ni siquiera, admite la “presunción” que acepta la propia Ley. ¿La reclamará él la para sí, o para los suyos, si algún día les toca pasar por el Juzgado? ¿Somos “todos los españoles” iguales ante la Ley”? ¡La familia Real, -gracias por la frase, señor González- es un poco menos igual!
Un sapo es un pequeño anfibio de la familia de los “bufonidae”, muy parecidos a las ranas que viven al acecho de sus presas; abre su gran boca y mediante su larga lengua terminada en un apéndice pegajoso, intenta cazar su objetivo -si no lo consigue a la primera, lo seguirá intentando-. El sapo al que yo me refiero, metafóricamente hablando, usa su lengua bien curtida para desprestigiar a su presa. Si no puede con sus propios argumentos, usará el guion de alguna serie televisiva o a humoristas de televisión. A falta de dedicarse a lo de su ministerio, no deja de andar medrando para conseguir su objetivo republicano cual si fuera “don Erre que Erre”. Su preferencia por la República, no se cuestiona; pero sí, que trate de imponerla sorribando[1] el sistema que los españoles se dieron, mediante el voto, al aceptar la Constitución. Repetir constantemente su mantra -rey y borbones ladrones- como estrategia, llega a ser cansino. ¿Cuál será su próximo slogan efectista en este tema?
Quien dirige el Ministerio de Consumo, Cartera creada para la cuadratura del círculo, no pasa desapercibido. Curiosa fue su convocatoria para que, todos los juguetes de España, se manifestaran. ¡No recuerdo el alcance que tuvo, ni los datos de asistencia que dio la policía en este caso! Sonora fue, también, la defensa que hizo sobre la rebaja en el consumo de carne para intentar salvar al planeta de las flatulencias producidas por las vacas hacinadas en macro granjas. ¡Consumir carne vacuna, solo en las bodas!, No sé si lo dijo, pero, algo de eso llegó. Significativa ha sido, igualmente, su llamada al uso comunitario de las lavadoras y secadoras ¿habrá quedada en la casa del Ilustre miembro del Gobierno? ¡No olviden llevar la ropa sucia! Y, ahora, quiere aprovechar la visita del “emérito· para poner en marcha la trituradora y convertir, en viruta, todo lo que el sistema actual nos pueda aportar. ¡Como promoción para la productora que emite la serie que ya circula, no tiene precio! Entre col y col, también ha tenido algún acierto: la Ley del juego y el Proyecto de Ley contra los robots contestadores, son dos buenos ejemplos. ¡Enhorabuena por estos oasis!
Garçón, s’il vous plait, ¿podría ofrecernos una bajada del precio del cesto de la compra o de la luz o del combustible y, de camino, una mejora en la banca?
¡Platos fuera de carta, pero dentro del menú del Ministerio!
Hoy por hoy con un Rey al que se prepara a conciencia, los españoles, nos ahorramos muchas trifulcas para elegir a su máxima representación; No hay más que analizar las que se ven, cada cuatro años, para elegir a los parlamentarios, senadores y demás puestos políticos. El Rey nos representa; pero, quien manda, sigue siendo el pueblo soberano. ¡De momento, me vale!
[1] Sorribar.- Según el Diccionario del Habla Canaria, allanar o desescombrar un terreno para sembrar, después, sobre él.